Enrique: un poético retrato de la vida de Discepolín
Buena / Autor: Luis Longhi / Intérpretes: Luis Longhi, Nicolás Cúcaro y Eleonora Dafcik / Máscaras y maquillaje: Analía Arcas / Escenografía, vestuario, iluminación y dirección: Rubén Pires / Teatro: La Comedia, Rodríguez Peña 1069 / Funciones: domingos, a las 18 / Duración: 70 minutos.
Cuando se escuchan los temas de Enrique Santos Discépolo en el escenario, pareciera que todavía no se han realizado todos los homenajes que se merece este gran poeta del tango que se dedicó, además, al teatro. Luis Longhi encara este desafío y presenta un collage de situaciones que permite recrear la vida de Discepolín.
Algunos proclaman que sus versos no solo son poesía, sino una filosofía que refleja los vaivenes de la realidad económica y social de su época y que siguen teniendo vigencia en nuestros días; una metafísica popular, donde el dolor y la angustia se unen en un canto a la desesperanza que afecta al hombre frente al desencanto que le provoca la vida. La inspiración, por momentos profética, de Discepolín sigue sorprendiendo, como si el valor semántico de sus temas escapara del pentagrama y se proyectara en el tiempo y en el espacio.
Es diciembre de 1951, momentos previos a su muerte. En la pieza, Discepolín está en su camarín preparándose para salir a escena: No está solo, lo acompañan un asistente y los fantasmas del pasado que siempre vuelven a acosarlo: su hermano, Armando, y sus mujeres. Con ellos, como marco de referencia, recuerda momentos de su infancia y rescata sus ilusiones, sus decepciones, sus obras, su ideología, su trabajo, sus amores, su escepticismo. La melancolía por un presente que no es y la tristeza por un pasado que ya se fue se van desgranando entre los compases que interpreta Longhi en el piano. Su hermano está siempre presente en sus pensamientos con una carga de arrepentimiento y al mismo tiempo resentimiento, buscando una reconciliación que se producirá entre los recuerdos. En cuanto a sus mujeres: la mexicana y la española, no hay nombres, solo pocas referencias que no evitan que el público las reconozca.
Longhi realiza una elocuente interpretación del personaje, tanto en lo físico como en lo emocional. Quedan expuestas su fragilidad y su timidez, al mismo tiempo que su pasión por la música y también por la vida. Lo secunda Nico Cúcaro en la piel del asistente, el soporte que le permite al protagonista tener un acertado interlocutor para su creativo divagar. Eleonora Dafcik es la responsable de crear los fantasmas que anidan en la memoria de Discepolín, y lo hace desde la irrealidad que confieren las máscaras. Rubén Pires, desde la dirección, aprovecha el espacio del salón de La Comedia para generar una intimidad que acerca y valoriza el drama existencial de Discepolín, al mismo tiempo que preserva un ritmo interior muy acertado.