"Enrique IV", en un mundo de ficciones
Un "Enrique IV" protagonizado por Alfredo Alcón puede conducir a una pista incorrecta, como le ocurrió a Analía Couceyro. Confiesa la exquisita actriz de "Tanta mansedumbre" o "Amanda y Eduardo" que cuando el director Rubén Szuchmacher la convocó para hacerse cargo de uno de los papeles de "Enrique IV", ella fue raudamente a leer el libro. "Y como no quería hacer la típica de algunos actores de buscar desesperadamente a mi personaje, me leí toda la obra sin saltear páginas." Pero (¡oh, sorpresa!) pasaban las hojas y "su" Frida no aparecía. Es más, llegó al final sin tener noticias de su existencia. Entonces, llamó a Szuchmacher para decirle que algo no estaba funcionando, que algo raro estaba sucediendo... Ahí desentrañó la primera confusión: no se trataba de "Enrique IV", escrita por Shakespeare, sino que "su" Frida habita en la obra de Luigi Pirandello. "Es que escuchás «Enrique IV» junto al nombre de Alfredo Alcón y todo te conduce a Shakespeare", apunta ella con toda la razón del sentido común de su lado.
La confusión también está presente en la obra de Pirandello que, con las actuaciones protagónicas de Alfredo Alcón y Elena Tasisto, se estrenará hoy en el Teatro San Martín. "¿Cuál Enrique IV es? ¿El de Francia?", pregunta apenas comienza la obra el personaje Bertoldo. "¡Me podrían haber dicho que se trataba del de Alemania y no de Enrique IV de Francia! ¡No se imaginan todos los libros que consulté en los quince días que me dieron para prepararme!", agrega Bertoldo tan confundido como Analía cuando buscaba las pistas de su papel en la obra incorrecta.
El actor Pablo Messiez hará justamente de Bertoldo. Pablo, junto a Analía Couceyro y Lautaro Vilo, son tres de los actores de un elenco que integran Osvaldo Bonet, Horacio Peña, Roberto Castro, Pablo Caramelo, Javier Rodríguez y Francisco Civit. Ellos, junto a Alcón y Tasisto, serán los encargados de dar vida a esta obra del autor de "Seis personajes en busca de autor", que inicialmente iba a dirigir Roberto Villanueva pero que, según dijo el mismo director, algunos cruces de opinión con Alcón lo dejaron fuera de esta puesta.
Pero volvamos a la obra. A grandes rasgos, la trama viene así: un aristócrata italiano del siglo XX interpretaba a Enrique IV en medio de una fiesta y, accidente menor de por medio, queda fijado en esa personalidad. Luego de veinte años, un grupo de amigos, junto a un psiquiatra, van a su casa, en donde el señor sigue representando su propia realidad, con la intención de volverlo en sí.
En esta trama, Couceyro hace de Frida, la novia del marqués Carlo di Nolli (el personaje a cargo de Lautaro Vilo, actor que debuta en la escena oficial). "Frida es una joven marquesita sin demasiadas luces, bastante opacada por una madre hiperseductora y expansiva. En su vida tenía otros planes, pero termina participando de un experimento que no entiende y que la aterroriza. Frida es medio aparato. Debería estar en otro lado (en Cancún, quizás) pero le salió todo mal. Diría que básicamente tiene miedo, algo que dice varias veces a lo largo de la obra", explica ella.
Por su parte, el papel de Pablo Messiez, el tal Bertoldo, tampoco entiende demasiado lo que sucede. "Es de los que entra a trabajar como uno de los empleados/actores para que le mantengan la ilusión de ser Enrique IV. Básicamente, está todo el tiempo intentando entender qué pasa. En un punto, es el que hace las preguntas que se haría el público", explica ahora Pablo.
Otro que al principio no entendió nada fue Lautaro Vilo, cuando una tarde sonó el teléfono de su casa y una voz le proponía sumarse al elenco. Pero después de una prueba, quedó. Como se verá, del lado de la ficción y de la realidad, el malentendido se convertía así en un hilo conductor de esta propuesta.
Si el rescate de un material clásico presupone la búsqueda de las resonancias de ese texto en la contemporaneidad, el proceso de montaje de la obra que se presentará en la sala Casacuberta no estuvo al margen de esas cuestiones. Messiez, quien, junto a su amigo Javier Rodríguez, vienen de trabajar con Szuchmacher en "El siglo de oro del peronismo", cuenta que en la primera lectura pensó que el texto giraba alrededor del tema de la locura y la cordura, algo que de alguna forma le parecía un argumento ya transitado. Sin embargo, "a lo largo del trabajo se convirtió en una obra sobre los límites borrosos entre las nociones de ficción y realidad. La obra juega con la idea de la locura para hablar de la representación", apunta y trae a colación una frase que dice el personaje de Alcón: "Hay que hacerlo como si fuera verdad. Sólo así deja de ser una burla la verdad".
Analía coincide. "Uno de los temas fundamentales es el de la representación, el lugar de lo teatral y de la actuación, las combinaciones entre la verdad y la artificialidad", dice justamente quien en la película de Albertina Carri aparecía, sin disfraz alguno, diciendo "soy Albertina Carri", logrando una inquietante vuelta de tuerca sobre cómo ficcionalizar una propuesta de corte documentalista. "A esto se suma -continúa- la conciencia también de estar trabajando en el San Martín y con un elenco tan plagado de figuras emblemáticas. Todo eso se pone en juego en el momento de actuar e, incluso, le da un plus de sentido a lo representado."
Así, sugieren, la propuesta estalla en disparadores diversos. Y redoblando la apuesta, los tres actores se refieren a "Enrique IV" como si se tratara de una comedia italiana desopilante.
Peligros en puerta
Más allá de las características del material dramático o de la puesta, Analía Couceyro considera que en la escena oficial uno de los peligros latentes es la burocratización del proceso creativo. "Hay algo en la estructura contenedora del San Martín que tranquilamente puede llevar a que te conviertas en un burócrata", apunta quien ya trabajó varias veces en proyectos de la escena oficial.
"Yo suelo dudar bastante de lo que hago y de la actividad -continúa-. Por eso, ver que semejantes actores con semejantes trayectorias no se han dormido, que no están haciendo nada de taquito, sino que siguen probando, buscando y dudando es lo más estimulante. Creo que el nivel de vitalidad y riesgo que propuso Szuchmacher dio el marco de comodidad y seguridad necesario para este proceso."
Lo ecléctico del elenco es uno de los aspectos más atractivos de este espectáculo. Según Lautaro Vilo, el autor de "23.344" o el actor y director de "Un acto de comunión", el "proceso ha sido realmente enriquecedor por las dificultades que me supuso integrarme a un elenco notable, por tratar de estar a la altura de la situación y por tener una exigencia en la actuación distinta. En esta obra, uno tuvo que montarse sobre una estructura que se fue delineando y que es muy precisa y muy musical. Por otra parte, es una lección notable ver a estos actores y a Szuchmacher trabajar en el día a día por la intensidad, el oficio, la generosidad y el apetito con que lo hacen".
Y si de buenas a primeras Lautaro se encontró leyendo la obra junto a Alcón, esa voz que conoció cuando era chico, a Pablo ese encuentro le movió algunas estanterías. "Siempre admiré a Alfredo como actor. Me acuerdo de que cuando hace unos diez años estaba estudiando con Ricardo Bartís, fuimos con Cristian Drut a verlo a la salida de su función de «Final de partida», la misma obra que hacíamos nosotros en el taller. Estar ahora en el mismo escenario y comprobar que es una de las personas más graciosas que conozco es algo alucinante. Lo mismo me pasa con Elena Tasisto", apunta este notable actor que está trabajando en "El hombre que se ahoga", la magnífica puesta de Daniel Veronese.
Con estas intenciones en juego y estos tres actores exponentes de la escena alternativa, hoy se estrenará "Enrique IV", el texto de Luigi Pirandello (aunque el sentido común diga que estando Alfredo Alcón todos los caminos conducen a Shakespeare).
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