Encuentro cumbre: el Caballero Alfredo Arias y el Excelentísimo Don Juan Gatti
Diálogo entre director que fue parte del Instituto Di Tella y el artista visual ligado a la movida española quienes presentan la película Hello Andy?, en la Fundación Proa
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El director de teatro Alfredo Arias y el artista visual Juan Gatti son amigos desde tiempos del Instituto Di Tella. En ese búnker de las vanguardias, el primero presentaba sus propuestas escénicas en aquel mismo sótano que habitaban Nacha Guevara, Iris Scaccheri, Marilú Marini, Roberto Villanueva, Roberto Plate o el recientemente desaparecido artista plástico Juan Stoppani. Juan Gatti era un fanático de todos esos modernos regidos por el pop. A muchos años de aquello, presentarán los domingos de febrero, en la Fundación Proa, una película en la que Joan Crawford, la diva del cine de tantas películas de Hollywood, entra en conversación con Andy Warhol, el emblemático artista. Pero ahora, convocados por LA NACION, son ellos quienes protagonizan una conversación plagada de referencias artísticas, experiencias de vida e ironías de estos dos creadores que, juntos, se siente como si estuvieran siempre en medio de una juguetería gigante.
La charla tiene lugar en el amplio y bello living del departamento de Gatti cubierto de obras de artes, objetos de diseño y un gran móvil de Alexander Calder colgando en medio de un amplio espacio de doble altura con un ventanal que da al Kavanagh. Al elegante edificio ubicado a pocas cuadas del Di Tella le robaron el portero eléctrico y a alguien se le ocurrió poner un cartón con dibujos de empanadas y sus diferentes repulgues. Los dos amigos lo miran y se ríen, tratando de decodificar la ocurrencia. “En este barrio somos todos ladrones”, dice, por lo bajo, Gatti en el momento de bajar a abrir la puerta de calle. Ya adentro ofrece agua, pero también champagne que le quedó de una reunión.
Gatti vive en Madrid y Arias, en París. Vinieron a Buenos Aires para el estreno de Hello Andy?, un filme de Alfredo Arias e Ignacio Masllorens, animado por Juan Gatti e interpretado por Alejandra Radano, que se presentará los domingos de febrero, a las 18, en la Fundación Proa. Hicieron una función para invitados hace unos días. El cuidado trabajo se trata de un monólogo que recorre el pasado de la legendaria estrella del cine Joan Crawford quien, durante una larga noche, habla por teléfono con Andy Warhol en una búsqueda desesperada como imposible de quedar estancada en el recuerdo de su público. La proyección se complementará con la presentación en vivo de Radano que se dará el lujo de saltar de la pantalla al escenario de Proa.
Juan y Alfredo, así, a secas, se conocen desde hace tiempo o, en verdad, de los tiempos del ya mítico Di Tella, tal como se dijo. En aquel momento, Juan, recién llegado de Mar del Plata, se hizo fanático de los trabajos de Arias. Pasaron los años y, en Francia, fue en donde hicieron el primer trabajo para una obra del director y su grupo TSE, del que formó parte Marilú Marini. “Cuando viene de Mar del Plata a radicarme a Buenos Aires, Alfredo ya se había ido a Francia. Pero antes de eso yo había visto obras suyas. Yo lo admiraba mucho, era su fan”, cuenta sentado en uno de lo sillones del living.
–¿Por qué lo admirabas?
Juan Gatti: –Porque se lo merece.
–Pero debe haber existido un motivo que sostenía esa admiración, uno no admira a cualquiera.
J.G: –Era una época en la que había que ser fan y Alfredo formaba parte de un grupo que, para mí, era como la versión argentina de los Beatles. Yo lo miraba, leía los artículos en Primera Plana que hablaban sobre sus obras, me gustaba como vestía, su corte de pelo... ¡era un típico fan! En aquella época, los del Di Tella eran gente con estilo. Si bien hacían obra plástica, la actitud que tenían era más de un grupo de música.
Alfredo Arias: –Creo que la obra plástica de la que habla Juan era un acompañamiento de un hecho social. Cuando me preguntan sobre el Di Tella siempre digo que fue más un movimiento social que artístico.
J.G: –En ese momento mío como público del Di Tella yo estudiaba Bellas Artes. La relación que tenía con ellos era la de un chico con un grupo de rock. A eso hay que sumarle todo lo que pasaba socialmente en aquel momento en la calle Florida, cerca de donde estamos ahora. Me fascinaba ese mundo.
–Si lo planteamos en perspectiva histórica ambos formaron parte de momentos sociales, culturales y artísticos claves. Alfredo, en el Di Tella, década del sesenta; y Juan, como parte de la llamada movida española, de los ochenta.
A.A: –Es así. Juan quedó totalmente conectado con la movida madrileña..
J.G: –Siempre digo que tuve la suerte de estar en el tiempo adecuado en el momento justo. Primero, con los chicos del Di Tella como público e, inmediatamente, pasé al rock nacional, que fue un movimiento de cual no éramos conscientes de lo que sucedía, pero que se convirtió en algo histórico. Luego, un trabajo me llevó a Nueva York cuando estaba pasando la moda de la música disco y empezaba la música new age, el punk. A finales de los setenta, por otro motivo un tanto absurdo y casual, me fui a España y me trago toda la movida madrileña. Luego, en los noventa, en Milán, voy a parar a Vogue con el auge de las top model. En verdad, no me pasé por alto ningún movimiento.
A.A: –Yo creo que uno estaba medianamente alerta e iba leyendo lo que pasaba. Las cosas se articulaban para que esas situaciones pasaran. No era el camino solamente de gentes diversas sino la posibilidad que da la misma historia. La movida española tiene que ver con la caía del franquismo y todo lo que produjo ese hecho artísticamente. En ese contexto, Juan fue el perfecto ilustrador de ese movimiento.
–Con semejantes trayectorias, ¿cómo es trabajar juntos?
J.G: –Yo creo que es demasiado fácil....
–¿Y eso es un problema?
J.G: –Creo que sí.., voy a tener que hacer algo para que eso no ocurra.
–Te podrías pelear.
J.G: –Me da pereza (sonríe mientras se enciende un cigarro). Básicamente, lo más importante es que nos gusta mucho lo que hacemos y nos unen cosas como la obsesión, la perfección, la información. Nos divertimos muchos trabajando juntos, el 80 por ciento de nuestras charlas no podemos hablar porque nos estamos muriendo de risa.
A.A: –Igualmente, hay algo que nos precede o nos posee porque, por ejemplo, podemos hablar todo un día entero sin interrupción. Estamos de vacaciones y nos levantamos a las 9 y pasada la medianoche seguimos hablando. Nos hemos ido dos a tres veces juntos y siempre fue una cosa de locos...
–¿A dónde se fueron?
A.A: –A una isla griega frente al Peloponeso. Yo siempre me levanto temprano para elegir la sombrilla de la playa que nos permita tener una conversación ininterrumpida.
J.G: –Pero en Miami, trabajando, también nos pasó de no parar de hablar.
A.A: -¿Has visto que es medio malo él, de malhumor? (Gatti lo mira, y no dice nada; disfruta de la situación, de ese encuadre). Entonces, desde la mañana, poníamos en escena de Las criadas, de Jean Genet. Juan hacía de Madame y yo de Solange..., ¡era muy divertido! Toda esa materia fantasmagórica es para poder divertirnos. Es como estar siempre los dos en medio de una juguetería gigante... Y debo decir algo: Juan escribe fabuloso. Uno lo piensa como un artista vinculado a lo visual. Pero yo tengo mails... los más jugosos son en los que critica a algo, que son fabulosos. Le gustan mucho las palabras. En Miami hicimos como un diccionario en el cual anotábamos esas que ya no se usan más.
–¿Por ejemplo?
J.G: –Pizpireta (se ríen con ganas, como si estuvieran en la isla griega o en Miami o en más grande juguetería del mundo mundial).
A.A: –Yo creo que lo nuestro es como un encuentro ancestral entre dos personas que tienen una historia para compartir. Y como para mí Juan es un escultor, un escritor, un diseñador, un fotógrafo, un diseñador de moda y un visionario se puede entrar por diferentes lados.
J.G: –Además, nuestra relación tiene mucho de juego. Y tenemos una mitología parecida. Disfrutamos de lo bizarro como de lo sublime. Con Alfredo hay un entendimiento sin palabras. Me manda un material sin decirme nada.
A.A: –Es que yo sé, como me sucedió con el material que estamos presentando en la Fundación Proa, que le doy tal cosa y él la va a hacer explotar eso en mil perspectivas. Por otro lado, compartimos la pasión por el cine, por la fotografía o por las divas de Hollywood.
–¿Tuvieron mucho diálogo previo antes de encarar Hello, Andy?
A.A: –Hablamos de otras cosas y siempre hablamos de lo mismo. Todo eso se vuelca al trabajo.
J.G: –Nuestra conversación es la obra.
–Siendo así, ¿nunca se les ocurrió hacer un trabajo escénico juntos?
J.G: –No lo pasaría bien con público, pero estuvimos pensando en hacer un talk show (ironiza).
A.A: –Mi psiquiatra me dice que escriba todo lo que le cuento porque le resultaba muy interesante. El problema es que cuando yo escribo lo hago de manera más superficial de cuando hablo. Ahora estoy escribiendo una cosa que se llama algo así como El enigmático mundo de la superficialidad, pero en la conversación sé que tengo otros matices.
–¿Y en relación con este trabajo?
J.G: –Este trabajo es un disparate (interrumpe, categórico). Tiene más que ver con un pícnic que con un trabajo. Unos aportaron las milanesas, otros, el pan dulce; y el otro, el champagne. A medida que fue evolucionando se fueron sumando cosas. Primero, fue un texto, un monólogo que fue esa performance que hicimos en Proa, en 2019. Eso pasó a filmarlo Ignacio Masllorens, después se iba a transformar en otra performance que íbamos a presentar en el Palais de Tokio, París, que no se pudo concretar por el coronavirus. Y terminó transformándose en una película que, al finalizar, tendrá una actuación de Alejandra Radano en vivo.
A.A: –Es como una bola de nieve. Mi idea era que, a partir de todo eso, se pueda continuar otro viaje y, para eso, no había otra persona más indicada que Juan para encararlo.
–En todo este tránsito y mutaciones Hello Andy? tiene infinidad de capas: la cita a La voz humana, de Jean Cocteau, con esa larga charla telefónica entre esta diva de Hollywood, Joan Crawford, y el astro pop, Andy Warhol; el intento de esa actriz de entrar al mundo del cine color, la necesidad de todo artista por reinventarse, las ironías sobre el mundo de las artes visuales y de la representación...
A.A: –El pedido desesperado de esta actriz de otra época que ve en la posibilidad de vincularse con algo contemporáneo, centrado en la figura de Andy Warhol, tiene que ver con la esperanza de una nueva vida. Pero no es tan fácil esa transferencia aunque el deseo de todos nosotros es que un artista nos ilumine y nos den ganas de seguir. La propuesta fue poner en diálogo dos figuras míticas que no sabemos hasta qué punto se pueden escuchar o no. Y también lo atraviesa la pregunta de cómo se sigue para no quedar anclado en algo obsoleto. El ocaso es inevitable para todos los artistas.
J.G: –Yo creo que Hello Andy? habla mucho del paso del tiempo.
–Bajo esa perspectiva, cabe pensar hasta qué punto este trabajo no habla de ustedes como artistas y la necesidad de no quedarse repitiendo una fórmula probada.
A.A: –Vos, que has seguido nuestro trabajo, sabés que hemos intentado reinventarnos todo lo que hemos podido. No nos hemos quedado en una formulación, en la adquisición de un estilo. Al contrario, siempre estuvimos pendientes de cómo podíamos hacer cosas nuevas. Y eso es un gran riesgo porque es lanzarse siempre al vacío. Yo pasé a una situación minimalista en la ópera y no ser entendido porque venía de algo barroco. Y ese despojamiento voluntario fue leído como un accidente, como si no se me hubiera ocurrido nada.
Los planes de dos históricos renovadores
En los setenta, Juan Gatti se relacionó con las bandas claves del rock argentino (la tapa de Araud, de Pescado Rabioso; o Instituciones, de Sui Generis). Una década después, en plena movida madrileña, hacía el diseño para los álbumes de Alaska & Dinarama, Mecano, Ana Belén y Miguel Bosé. Desde 1988, realiza el diseño gráfico de la mayorías de la películas de Pedro Almodóvar (desde Mujeres al borde de un ataque de nervios hasta la inminente Madres paralelas). También ha trabajado para la imagen de películas de Fernando Trueba y Alex de la Iglesia; y para grandes montajes escénicos de Broadway, Madrid y Buenos Aires.
Alfredo Arias fue una de las figuras del Instituto Di Tella. En 1968, ya instalado en París, fundó el grupo TSE. Su puesta de Eva Perón, de Copi, lo hizo tutearse con lo más granado de la escena francesa. Con la vuelta de la democracia, empezó a alternar trabajos en ambas ciudades. En estas tierras, se encargó de reparar en figuras míticas de la cultura argentina como Eva Perón, Niní Marshall y Doña Petrona. Su paleta también incluye puestas de obras de Sartre, Shakespeare, Mishima y Genet en un amplio abanico que va desde el teatro de texto, un musical para el Folies-Bergère o la regié de diversas óperas.
El primero, llegó a Buenos Aires entre las fiestas de fin de año. El segundo, cruzó el Atlántico en Nochevieja pensando que el vuelo iba a estar medio vacío, pero no. Juan Gatti ya se volvió a Madrid. “Tengo muchas cosas pendientes en Europa...”, dice casi al pasar.
–Entre ellas, tenemos entendido, un libro con Almodóvar.
J.G: –Sí, pero no puedo contar nada porque estamos firmando el contrato con la editorial aunque me muero de ganas de darles todo los detalles (y pone cara de niño pícaro censurado).
–Lo concreto, es que ese vínculo cambiante con Almodóvar ahora está atravesando un buen momento.
J.G: –Bueno, estuvimos divorciados, pero ya estamos bien.
–¿Y tus proyectos, Alfredo?
A.A: –Estoy filmando una película sobre el asesinato que inspiró el libro de Truman Capote A sangre fría. Será el relato de un thriller que, en castellano, se llamará Lo feo mata a lo bello. Por otra parte, presentamos en el Festival de Biarritz la película Fanny camina, que ganó el premio del publico. Y por decreto del Presidente de Francia se me distingue con el grado de Chevalier de l’ ordre national du Mérite (Caballero de la orden nacional del Mérito), cuya ceremonia tendrá lugar en junio. A los que ya tenía otorgados por el Gobierno francés ahora se suma este que, junto a la Legión de Honor, es una de las más altas distinciones.
–Te falta un Estrella de Mar.
A.A: –Y un Carlos, el que se entrega en Villa Carlos Paz, mientras espero un Oscar (ironiza). Ahora bien: Juan también tiene distinciones fabulosas. Contá.
J.G: –En España me dieron la Medalla de Oro de las Bellas Artes. Según el protocolo me tendrían que decir Excelentísimo, pero soy modesto (se ríe).
–Excelentísimo Juan, no suena muy bien... El nombre es muy corto.
J.G: –Corrijo: deberías decime Excelentísimo Don Señor Juan Gatti. En Inglaterra es igual a ser un Lord.
A.A: –Yo te llamo Lord si querés.
J.G: –O lora (risas generales).
A.A: –No me permitiría llamarte lora porque puede ser que te quieran mandar a...
Y se ríen con ganas, disfrutan de las humoradas, de los códigos internos en medio de una charla permanente que, si se quiere, es la obra misma de estos dos artistas argentinos únicos.
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