Enamorados en la vida y en los escenarios
Llevan 30 años juntos y esta vez decidieron compartir la dirección de una obra inédita: Antílopes
Gabriel García Márquez contaba en una entrevista las virtudes de una musa inspiradora, una actriz de carne y hueso, que había dado origen al unipersonal Diatriba de amor contra un hombre sentado . El premio Nobel de Literatura se refería a Graciela Dufau, para quien escribió la obra, siempre con la intención de que este texto fuese a su vez dirigido por un director en particular. El realizador no era otro más que Hugo Urquijo, marido de la actriz.
Dufau y Urquijo tienen muy claro el tiempo que llevan juntos 30 años, pero no pueden precisar la cantidad de veces en las que se embarcaron en un mismo proyecto: Un tranvía llamado deseo , Confidencias de una bruja , Temporada de silencio , Los nietos nos miran, las mujeres nos miran , Las mujeres de Ibsen , Ver y no ver , Como blanca diosa , Darse cuenta y Eva y Victoria son sólo algunas de las obras que compartieron.
Con Antílopes emprenden una nueva aventura, de la mano del autor sueco Henning Mankell, el mismo de la saga del detective Kurt Wallander. La obra es interpretada por Mario Pasik, Ingrid Pelicori y Diego de Paula, con escenografía de Eugenio Zanetti. En esta pieza la actriz eligió no subirse al escenario y dirigirla con su marido. Antílopes transcurre la noche anterior a que un matrimonio europeo deja su casa y su vida en África, tras once años allí. El marido había sido trasladado como funcionario de un programa de ayuda para la perforación de pozos de extracción de agua. Esa misma noche llega un joven en su reemplazo.
Devotos lectores de la obra de Mankell, Dufau y Urquijo bucearon en Internet hasta dar con la agencia literaria del autor. Así llegó esta pieza a sus manos.
-¿Qué simbolizan los antílopes, más allá de ser un animal típico africano?
-Graciela Dufau: Se los escucha todo el tiempo. Los personajes viven en ese ambiente donde todo es desmesurado. Para mí, los antílopes son los sueños perdidos. Y así aparece casi un cuarto personaje que es la banda de sonido.
Hugo Urquijo: Este matrimonio tiene muchas cuentas pendientes al marcharse. En especial ella, con puros reproches y tanto resentimiento. Él tiene una gran sensación de fracaso: después de haber perforado 400 pozos, sólo tres funcionan. Se van en las peores condiciones, después de haber vivido en la paranoia.
-Paranoia entre ellos y miedo a los demás.
-GD: Sí, pero lo que quisimos destacar es el modo en el que aparecen los sirvientes y los personajes. Son invisibles. La mucama, el jefe de seguridad, el personal de la casa. Todos carecen de corporeidad, son apenas sombras.
"El único problema que tenemos de trabajar juntos es que nunca paramos. Te llevás las discusiones y los planteos del texto a tu casa. Hugo [psicoanalista] a veces sale 5 minutos de su consultorio y le sigo hablando de la obra", cuenta ella.
El living de la casa tiene un cuadro enorme apoyado sobre la pared. Un nieto estuvo jugado en la sala y aún no pudieron devolverlo a su lugar de origen. Cada uno tiene hijos de matrimonios anteriores. "Cuando estudiábamos, él me llamaba para que lo ayudara con los trabajos y seminarios, y yo lo llamaba porque quería consultarle sobre mi mamá, que había tenido varias internaciones psiquiátricas. Primero fuimos muy amigos. Fue muy extraña esa modificación en nosotros, fue una especie de revelación. Nos enamoramos", recuerda ella.
Entre ambos empieza un delicioso diálogo sobre la edad ideal para enamorarse; ella disiente de él. "Creo que es a los 40 años, cuando me enamoré de Graciela. Es el mejor momento para el descubrimiento del amor, no se es tan irresponsable. Aunque uno no puede planear lo que le ocurrirá. En ese sentido el teatro es lo más parecido a la vida: ambos están sujetos a la maravilla de la sorpresa. El teatro está ocurriendo, como en la vida, sin red.
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