En lo alto para siempre: la poética del suicidio en una impecable propuesta escénica
Excelente / Autoría y dirección: Camila Fabbri y Eugenia Pérez Thomas / Colaboración artística: Ignacio Ceroi / Intérpretes: María Onetto, Marcelo Subiotto, Delfina Colombo y Pablo "Kun" Castro / Escenografía y vestuario: Mariana Tirante / Iluminación: David Seldes / Coreografía: Virginia Leanza / Música: Guillermo Pesoa / Sala: Orestes Caviglia del Teatro Nacional Cervantes / Funciones: jueves a domingos, a las 21 / Duración: 60 minutos.
La pieza de Camila Fabbri y Eugenia Pérez Thomas, también directoras, de entrada le modifica la perspectiva de mirada al espectador. En escasos momentos la visual del público se posa en un espacio medio. La mayor parte del tiempo debe mirar levemente hacia arriba o hacia abajo. Porque la acción de la obra transcurre en una pequeña explanada que simula ser una terraza que da al vacío. Abajo se encuentra un living inundado y a esa especie de azotea se accede por una escalera como la de los tanques de agua.
En esa escenoarquitectura transcurre la acción, en la que una madre mira hacia el vacío y habla de su hijo que se suicidó. Lo hace como si con su mirada perdida hacia el horizonte pudiera retener a ese muchacho que decidió bucear en otro espacio de la realidad: la nada. La historia, conformada por una madre, una hija embarazada, un plomero que viene a arreglar una cañería rota y un cuarto personaje que irrumpe repentinamente en el espacio y cuya función es detener o provocar un giro o un cambio en la narración escénica, está ambientada en un hábitat devastado.
Camila Fabbri y Eugenia Pérez Thomas, son escritoras, poetas, dramaturgas y directoras y eligieron para esta inquietante y sorprendente performance teatral, hilar finamente textos que refieren a algunos de los escritores suicidas, entre ellos el inigualable David Foster Wallace (Entrevistas breves con hombres repulsivos, La broma infinita), Sylvia Plath, ambos estadounidenses o la argentina Alejandra Pizarnik. Con fidelidad y maestría matemática, ambas artistas elaboraron una trama en la que si la palabra suicidio puede llegar a producir cierto escozor, ellas se las ingeniaron para que lo que dicen y hacen los actores desborde de ingeniosa poesía, de una ácida ironía que atraviesa por instantes como una brisa desasosegada no solo el pensamiento del que observa, también le "pega", lo roza físicamente.
Resulta difícil permanecer impasibles ante esta acertada propuesta teatral. La puesta en escena de Fabbri y Pérez Thomas destaca y subraya el valor de los silencios, la sutileza de los gestos, o las imprevistas reacciones que son capaces de transmitir los actores a través de sus diálogos. Admirable también es el contexto en el que se desarrolla esta historia capaz de unir en perfecta armonía, el absurdo de determinadas situaciones con detalles que golpean, desestabilizan como la casa inundada, la pérdida del hijo, la reacción ante un abuso de autoridad, o un bebé a punto de nacer.
María Onetto concreta una vez más una interpretación notable, exquisita en sus matices y en su intención de hacer visible el dolor silencioso de esa madre, atravesada por la desolación. Marcelo Subiotto y Delfina Colombo aportan sensibilidad e ingenio a personajes tan disímiles como complementarios. Bailarín y acróbata Pablo "Kun" Castro le otorga el matiz perfecto a esta revitalizante brisa teatral poética que asoma inquietante desde la sala chica del Teatro Nacional.
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