En la calle, en bares y hasta en vestuarios de fútbol: teatro en espacios no convencionales, un fenómeno que se multiplica en la ciudad
Desde la casa de una actriz hasta una tienda vintage o un bar, estas experiencias desarrollan historias donde intérpretes y espectadores se mueven con cercanía extrema y reglas propias, sin platea ni escenarios
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“La gente tiene fascinación por estar cerca de mi familia, hay una relación directa. El gran enganche es que reproduce algo perdido de sus propias familias. Mi mamá dice algo y todos le contestan y, cuando los que asistieron se van, saludan a cada uno de los míos como si los conocieran de toda la vida”, explica el dramaturgo y director José María Muscari en referencia a Family Club, la propuesta que lleva al paroxismo la posibilidad del teatro de sitio específico, con pantagruélicos almuerzos domingueros donde su familia viralizada en las redes sociales es la protagonista.
El teatro en sitios no convencionales es uno de los posibles lenguajes escénicos, aunque no el más transitado. Definido en la categoría site specific, este tipo de montajes potencia la narrativa que proponen los espacios, ya no solo como zonas de la representación, sino también como generadores de dramaturgia. En otras palabras, sí y solo sí podrían realizarse en el lugar donde y para el que fueron gestados.
Actualmente, Buenos Aires propone varias experiencias generadas lejos de la matriz de un territorio teatral convencional. Ricardo Tamburrano, actor, dramaturgo y director de Los pasteleros, reconoce que “me interesa la autenticidad del lugar, lo que sucede en un espacio no convencional y que no está controlado desde la convención teatral; allí aparece algo de lo azaroso. El ámbito modifica la mirada de los espectadores y, claramente, modifica la obra. Como compañía, es un ejercicio que nos obliga a adaptarnos, a estar atentos a lo que el lugar y su gente proponen”.
Tamburrano, junto con Yamil Chadad y Pablo Chao, recrea el imaginario del vestuario de un club de fútbol donde aparecen las tensiones entre tres integrantes que lucen la casaca de Los pasteleros y algunas hipótesis sobre la masculinidad. El material, que nació en Microteatro, pasó por el Espacio Callejón, finalmente desembocó en lo que parece ser su ámbito natural, los vestuarios de los clubes, ofreciendo funciones en instituciones barriales como Saber, Estrella de Maldonado, Argentinos Juniors y en los pensionados de las inferiores de Independiente, Racing y Chacarita, donde el público eran los propios jugadores que allí pernoctaban.
En Una casa en Biarritz, la acción se desarrolla en una vivienda ubicada en esa calle de nombre francés del barrio de La Paternal. En este caso, los espectadores deben elegir a qué personaje seguir dentro de la propiedad, lo que recuerda a aquella experiencia de la década del noventa bautizada como Tamara que se llevaba a cabo en El Victorial.
Esta vez, el inmueble en cuestión pertenece a Catherine Biquard, una de las actrices protagonistas, quien convocó al dramaturgo Agustín León Pruzzo, con quien ya había compartido otros proyectos y es un especialista en trabajos inmersivos. “Elegí una familia y una cena de presentación de pareja, porque me parecía que el espacio se prestaba para eso y porque las dinámicas familiares pueden ser propicias para el ocultamiento y el secreto, lo cual permite que cada espectador arme su versión de los hechos”, sostiene Pruzzo.
El dramaturgo -que hace pocos años montó experiencias sobre Alfonsina Storni y Roberto Arlt en las cúpulas del Edificio Bencich en el Microcentro porteño- reconoce la dificultad en las posibilidades narrativas de Una casa en Biarritz, que cuenta con la dirección de Martín Caminos: “Fue un trabajo duro de artesano pensar las escenas en simultáneo, ver cómo todas las tramas podían convivir sin contradecirse. Son cuatro obras en una, pero que, a la vez, se limitan entre sí. Las escenas en las que están todos los personajes juntos tienen que hacer avanzar cuatro historias en paralelo y guardar relación con las escenas que se dan de manera aislada”. Si Jacques Rancière hablaba del “espectador emancipado”, acá el público se convierte en un agente de construcción de dramaturgia.
Eliana Murgia, joven actriz, dramaturga y directora, encontró la semilla de Liquidación total! en el negocio de ropa que sus padres tenían en la localidad de Villa Bosch: “Descubrí́ ciertos puntos de contacto entre la vidriera del local -donde pasé buena parte de mi vida- y las artes escénicas -mi vidriera elegida- donde ahora trabajo yo”.
Lo propuesta de Murgia, quien interpreta la experiencia junto con Fiorella Cominetti, se lleva a cabo en una tienda vintage del barrio de Palermo, donde los espectadores suelen aprovechar la espera para probarse algunas prendas. Allí, entre percheros y ropa usada, la dramaturgia emerge poderosa: “Al principio parecía algo más autobiográfico, pero pronto comencé a jugar con la escritura, a falsificar recuerdos, encontrando diversas versiones de la misma historia. De ahí surgió la idea de que haya una actriz doble en escena, de tener más de una versión, de jugar con lo real, con lo imaginario, tan ligado a nuestro oficio teatral, pero también al universo de la ropa, donde hay marcas originales y falsificadas”. Poiesis y metáforas en estado puro.
Jorge Eiro, Federico Liss, David Rubisntein son autores y directores de De la mejor manera, material interpretado por Liss y Rubisntein que se lleva a cabo en el Rodney Bar, un lugar icónico del barrio de Chacarita. En cada función, los espectadores se convierten en “parroquianos”, quienes, mientras consumen algún vermú presencian la llegada de dos hermanos cuando acontece el velatorio del padre de ambos y dueño del bodegón. La acción comienza en la vereda misma del café, sobre la avenida Jorge Newbery y con el Cementerio de la Chacarita como testigo.
“Imaginamos una obra con la premisa de que contenga posibilidades cinematográficas”, sostiene Federico Liss. Lo logran. Desde los ventanales del café se observa pasar “la otra vida”, la exterior, conformada por transeúntes que miran de reojo, camiones de recolección de residuos que alteran con sus sonidos y el colectivo 47 que tiene su parada ahí nomás. Todo confluye en este film en vivo con la crudeza de los hermanos Coen y con atmósfera de teatro.
Para Jorge Eiro “lo interesante fue que el site specific se sumó al proceso de ensayos. Teníamos un mundo y una hipótesis, no una pieza terminada o escrita de antemano; la obra se terminó de gestar en el espacio, dialogando con él, encontrando en su espacialidad a la ficción, con los sonidos, las miradas. Ciertos tiempos que maneja la obra serían imposibles en una sala donde el ojo está puesto sobre toda la maquinaria teatral preestablecida, serían tiempos dramáticos excesivos para una obra”.
“El hecho de estar manipulando e interactuando con elementos reales, que verdaderamente son de uso del bar, hace que como actores estemos muy instalados, muy presentes y que el espectador se olvide por completo que está envuelto en una ficción y entre de lleno en el retazo de vida que contamos. Cuando se entrevera la ficción y la realidad se produce el hecho mágico, algo que hace que el espectador crea y se sienta inmerso en las emociones y en la realidad de lo que ve durante una hora y cuarto”, afirma David Rubinstein.
Otro espacio gastronómico de la ciudad, Casa Cavia -emplazada en una majestuosa casona de 1927, diseñada por el arquitecto noruego Alejandro Christophersen-, se sumó a la tendencia y se transformó este mes en un escenario vivo, en el que durante un par de noches el teatro fue protagonista con La celebración. La obra/experiencia inmersiva, con dramaturgia de Santiago Swi, está ambientada en la década de 1920 y en ella, el público -comandado por los actores-vampiros que toman el lugar- hace un recorrido por los distintos ambientes mientras prueba -atención: ¡todo con las manos!- un menú específico, diseñado para esa ocasión.
Un lenguaje posible
Las propuestas tienen un carácter inmersivo y, si por definición el espectador conlleva un rol activo, acá eso se potencia desde dinámicas que hasta pueden incluir el traslado físico del público, como sucedía en Perfil bajo teatro, bajo las órdenes de Ezequiel Hara Duck. En este sentido, el colectivo alemán Rimini Protokoll, nacido en 2002, refiere a los espectadores como “expertos” o “especialistas”.
En 2017, este grupo presentó en la 11° edición del Festival Internacional de Buenos Aires-FIBA, su propuesta Remote Buenos Aires, a través de la cual convirtió a diversos sectores de la ciudad en escenario, a partir de un recorrido que involucraba a 50 espectadores muñidos con dispositivos acústicos que reproducían consignas generadas a través de la inteligencia artificial. Tecnovivio, la vía pública como lugar de escena y el espectador reconvertido en un actante.
Más artesanal, pero igualmente inmersivo, fue aquella recordada experiencia de El Teatral Barracas y Los Calandracas denominada Los chicos del cordel, dirigida por Ricardo Talento, donde los espectadores realizaban una recorrida por algunas cuadras de ese barrio del sur porteño y los vecinos-actores (ya que se trata de una propuesta de teatro comunitario) recreaban una historia en torno a identidades y problemáticas propias. El grupo La Runfla apuesta por la organización comunitaria y cuenta sus historias dentro del Parque Avellaneda, su espacio de resignificación poética y con los espectadores dando vueltas por el lugar.
Otros casos
En el Tadrón Teatro de Buenos Aires, la vereda se convierte, en los meses de temperaturas agradables, en un lugar de encuentro y participación. Utilizando la vidriera de la sala como espacio escénico, allí se desarrollan propuestas generadas ad hoc y donde la mirada del transeúnte ocasional se convierte en potenciador de la narrativa. Allí no solo no molesta el sonido de las numerosas líneas de colectivos que cruzan la esquina de Niceto Vega y Armenia, sino que se convierten en material poético a internalizar por los teatristas bajo las directivas de Herminia Jensezian, la directora artística del lugar.
En Microcentro Cuenta se buscó revitalizar una zona que quedó relegada después de la pandemia y sembrarla de posibilidades interpretativas. Cuando las moles de cemento que albergan a las entidades bancarias cierran sus portones, emerge la posibilidad de instalaciones, representaciones callejeras que se desplazan durante varias cuadras y la convocatoria de espectadores-transeúntes dispuestos al desafío.
En Mar del Plata, el director Marcelo Marán tomó la Villa Normandy, un espléndido caserón de la Belle Époque de la ciudad, y lo transformó en un sitio de metáfora para desarrollar Embajada, una historia donde el espectador asiste a una cena con ribetes policiales en una propuesta atravesada por los dispositivos tecnológicos. También en Mar del Plata, el actor, dramaturgo y director Leo Rizzi juega con un espacio no convencional, nada menos que su propia casa y las calles de su barrio, una especie de Soho de “La Feliz”, que se convierten en la escena para desarrollar Pompeya, en alusión a esa zona de casitas bellas cercanas a la playa.
El teatro site specific suele acercarse al género documental y sus propuestas se mantienen distantes de las dramaturgias tradicionales para adentrarse en un universo que muta el concepto de “obra” por el de “experiencia”, tal como afirma José María Muscari: “Es un evento efímero, único e irrepetible” y donde la el lugar es una variable generadora de sentido insustituible.
Alguna vez, para una edición del FIBA, las hermanas María y Paula Marull tomaron “por asalto” la estación Carlos Gardel del Subte B y allí recrearon un universo posible; años atrás, un negocio de venta de sanitarios fue el escenario para desarrollar una experiencia en el corazón de Lanús. Casi todo vale, pero con reglas propias donde manda el verosímil.
Anecdotario
En De la mejor manera, todo se inicia en la vereda y de manera abrupta, lo cual sobresalta a algunos espectadores que suelen pegar un salto de la silla. David Rubinstein cuenta que “en ese momento de la propuesta aparece gente que se acerca a preguntarnos algo y se generan situaciones que suceden en la vereda del bar y que luego quedan incluidas en la ficción”.
“Cuando estuvimos en el vestuario de las inferiores de Independiente, había cuarenta pibes comiendo pochoclos mientras miraban la obra, eso se volvió algo inesperado. Y, en la vinoteca Contraetiquetas, donde también hicimos funciones, una señora comentó todo lo que sucedía, como si estuviera en el living de la casa”, afirma Ricardo Tamburrano, quien, más allá de Los Pasteleros, integra un equipo de fútbol real con otros dramaturgos, directores y actores.
Eliana Murgia aún se sorprende cuando recuerda el proceso de creación de Liquidación total!: “Dado que mientras ensayábamos la tienda permanecía abierta al público, una tarde un cliente compró una camisa que formaba parte del vestuario de uno de los personajes evocados, pero nos dimos cuenta muchas horas después. Por supuesto, nunca lo pudimos recuperar, pero lo sumamos a la obra. Un espacio no convencional, donde las fronteras ficción-realidad y verdadero-falso están borroneadas, propicia que se esfume también la categoría actor-espectador”.
Acaso en esta posibilidad mencionada por la directora resida uno de los sustentos de este lenguaje que maneja un “no dispositivo”. Cada experiencia se sostiene en un universo propio donde las reglas las impone el espacio y todo está sujeto a cambios permanentes.
“Es imposible que mi familia ensaye nada, lo que hacemos es comer con el público enfrente y que la gente coma con nosotros en una suerte de ´feria del plato´”, afirma José María Muscari, quien, en la nueva presentación de Family Club sumará a Yanny, la empleada que colabora en las tareas domésticas de casi toda su familia.
La cercanía entre actores y público es, en todos los casos, un factor que es capitalizado como energía dramática, uno de los sellos de este tipo de teatro. “Como se busca un registro hiperrealista, que tiene que ver con llevar el concepto de cuarta pared un paso más allá, en el sentido de que los espectadores están dentro de la cuarta pared y de pensar el espacio en 360 grados, invita al actor a trabajar en un registro casi cinematográfico porque cualquier exceso de ‘teatralidad’ puede destruir el verosímil, no debemos falsear frentes ni proyectar la voz desmedidamente”, dice Agustín León Pruzzo.
Canchas y vestuarios de clubes, vinotecas, casas de familia, una tienda de ropa, la vía pública o un bar. La teatralidad invade los barrios y se aleja de las convenciones.
Para agendar
Family Club. Domingos a las 13.30. Próxima presentación: 09/06. Teatro Asterión, (Zelaya 3122, Abasto).
De la mejor manera. Sábados y domingos a las 19.30 y martes a las 20. Rodney Bar (Rodney 400, Chacarita).
Liquidación total! Miércoles 21 hs. Dodou Vintage (Malabia 2105, Palermo).
Los pasteleros. Domingos 18 hs. Polideportivo Las Malvinas-Argentinos Juniors (Tronador 41, Villa Ortúzar).
Una casa en Biarritz. Sábados 19.30 y 21.30. Casa particular (Biarritz 2334, La Paternal).
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