Un bar marplatense es el escenario de esta obra con personajes melancólicos y de mirada perdida que son, a su modo, retrato de una época
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Autora y directora: Karina K. Intérpretes: Ezequiel Cipol, Mar Mediavilla y Maby Salerno. Vestuario: Elda Silvia. Escenografía: Karina K, Daniela Sitnisky. Iluminación: Ricardo Sica. Música: Tomás Rodríguez y Karina K. Sala: El extranjero (Valentín Gómez 3378). Funciones: domingos a las 20. Duración: 55 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Como un cuadro del pintor estadounidense Edward Hopper, con personajes melancólicos que esperan en los bares, la mirada perdida en su copa, el predominio de colores oscuros y siempre una ventana desde la cual se impone una luz penetrante, el espectáculo El puerto de la gloria, escrito y dirigido por la talentosa actriz Karina K, en lo que representa su debut como autora teatral, tiene esa marcada influencia de retratar una imagen instantánea de una época, un estado de ánimo, una pausa en la vorágine de la vida, dedicada a la contemplación y la reflexión.
La historia está ambientada en los años 80, en un bar del puerto de Mar del Plata: una radio antigua, una caja llena de casetes, una cuadrícula de mosaicos en el piso, la barra de madera y una música que acompañará todas las escenas, en una trama sonora que irá desde las orquestas populares e instrumentales de Paul Mauriat y Ray Conniff hasta Madonna. Si fuera posible detener una imagen de este espectáculo, al estilo de los cuadros de Hopper, sería el de una mujer sentada frente a una pequeña mesa del bar, con un café, las piernas cruzadas, una pollera corta, una escotada remera de leopardo, los ojos vidriosos, la mirada perdida y de fondo, el encargado del bar, limpiando bandejas y observándola. Ese tipo de colores y estados constituyen el corazón del espectáculo, mucho más interesado en retratar un ambiente, que en perseguir un argumento y desarrollar una acción dramática.
En El puerto de la Gloria hay tres personajes: el encargado del bar, un hombre amigable y pacífico, interesado en ser una buena compañía para Gloria, una prostituta que descansa de su trabajo en este bar y que se encuentra con Normi, otra trabajadora sexual más joven, con quien discute y se acompaña al mismo tiempo.
El trabajo de Karina K como autora y directora podría analizarse en dos planos. Desde el punto de vista de la escritura, su punto fuerte son los detalles: lo que significa fumar para pasar el tiempo, la persecución de un lobo marino que se siente perro o incluso en los silencios del espectáculo. Cuando se trata de la trama, es decir, la forma en que se teje este ambiente y clima de época que busca la autora, los personajes resultan estereotipados y sobre todo, expresan mucha información sobre su pasado, su situación y lo que piensan, que corta con el verosímil del relato y evidencian una necesidad, por parte de la autora, de aclarar y perfilar a estos seres, de hacer evidente lo que quieren esconder, de explicitar sus antecedentes y vínculos, que corta con el realismo que busca el espectáculo. En ese sentido, en la obra hay un exceso de conversación y pase de información que cortan con la tensión y el avance de la acción dramática. Por otro lado, cuando los personajes tienen sus monólogos en los cuales expresan sus ilusiones, cuando Gloria, la protagonista de esta historia, se pone a bailar y es observada con deseo por parte del encargado del bar, la acción avanza y la historia recupera toda su vida.
En el mismo sentido, la dirección se hace fuerte en los detalles, de la misma manera que sucede con la dramaturgia. La iluminación desde la ventana y el viento que entra con fuerza cerca del mar, la sensible actuación de Maby Salerno, sobre todo en los silencios y las miradas, los detalles del vestuario y la música que construye una poética en sí misma, respecto al paso del tiempo.
Ezequiel Cipol, Mar Mediavilla y Maby Salerno son los intérpretes de este espectáculo. Cada uno con sus particularidades le dan vida a las pinceladas de este cuadro: un tono de voz y una energía particular, un ejemplo es la fuerza con la que llega Mar Mediavilla, que representa la juventud, las esperanzas y las ilusiones de un cambio, que contrasta con las pausas y la quietud de su compañera más grande, más escéptica, nihilista y que llega a la conclusión de que es mejor no depender de otros para tener una vida tranquila.
La escena se ilumina con esta mujer en el bar y el hombre con quien conversa y se apagará con un nuevo personaje pero de manera similar, así queda esa sensación de pasar el tiempo en el bar, de observar los detalles, el puerto, su ambiente, sus colores, el refugio en algunas caras amigas, que acompañan siempre, en esta reivindicación de lo simple.
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