En Después del ensayo, dos actrices pelean por la atención de un director en una obra para fanáticos del proceso actoral
La pieza de Ingmar Bergman descorre el velo de la construcción de personajes en escena, con muy buenas actuaciones de su trío protagónico
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Después del ensayo. Autor: Ingmar Bergman. Traducción: Martín Morgenfeld. Intérpretes: Osmar Núñez, Vanesa González, Silvina Sabater. Escenografía: Diego Silliano. Vestuario: Daniela Dearti. Iluminación: Horacio Efron. Asistente de dirección: Luna Pérez Lening. Dirección: Daniel Fanego. Sala: Picadero, Pje. Enrique Santos Discépolo 1857. Funciones: domingos, a las 16. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Ingmar Bergman escribe el guion de Después del ensayo en 1980 y unos años más tarde la película se emite a través de la televisión sueca. Como otras de las producciones del cineasta –Escenas de la vida conyugal, por ejemplo- el material se adapta al teatro y comienza a presentarse en diferentes escenarios del mundo. Algunos estudiosos del universo de Bergman encuentran en esta pieza cierta ligazón con la vida personal del artista. Una especie de autobiografía que traslada a la escena algunas situaciones, que no solo dan cuenta de aquello que hace específicamente a su quehacer como director sino, además, a su historia privada.
La trama de Después del ensayo transcurre sobre el escenario de un viejo teatro, donde Vogler se ha tomado un descanso después de trabajar con sus actores algunas escenas de El sueño, de August Strindberg. Se muestra algo cansado y comienza a reflexionar sobre la labor que está desarrollando. Imprevistamente llega Ana, una joven intérprete algo aniñada, que con la excusa de que ha olvidado un reloj comienza a entablar un diálogo con su director acerca de su papel en la obra. Imprevistamente llega también Raquel, la madre de Ana, una actriz en algún momento muy destacada, y que hoy solo expresa una fuerte decadencia, ya que su vida se ha opacado notoriamente debido a su adicción al alcohol. Fue amante de Vogler y hay entre ellos un conocimiento muy profundo, no solo a nivel personal, sino también en lo que concierne a cuestiones profesionales.
Más allá de estas visitas que invaden el tiempo de descanso del director, a Bergman le interesa hacer hincapié en cuestiones relacionadas con el quehacer teatral. Continuamente los diálogos con ambas mujeres lo conducen a replantearse su tarea. Desde cómo analizar un material dramático hasta cómo conducir a un intérprete para que encuentre a ese personaje que le impondrá otra manera de comprender un determinado social histórico. La mente de Vogler parecería no encontrar ese reposo que ansía, porque es indudable que su profesión parece estar por encima de su vida privada. Y ambas mujeres no harán más que obligarlo a reparar que entre el universo afectivo y el profesional, él siempre ha optado por el segundo, convencido de que ayudando a sus actores a construir más y más personajes, eso les posibilitará habitar y entender el presente de otra manera. Pero, en ese proceso, su intimidad se desestabiliza.
Aunque es cierto que a la pieza se le nota el paso del tiempo (este tipo de dramas psicológicos ya no encuentran el modelo ideal de actuación que requieren), el director Daniel Fanego ha logrado quitarle cierta oscuridad dominante a la obra para lograr que los personajes se muestren más acabadamente en este presente. Y lo ha logrado aprovechando al máximo las posibilidades expresivas de ese trío de actores que saben cómo encontrar la nota justa, para que cada situación adquiera fuertes resonancias hoy.
Osmar Núñez recrea de manera muy acertada a Vogler: su creación es sumamente sensible. Su cuerpo, su voz, se van adaptando a cada momento de ese director ya mayor mostrando los múltiples dobleces de la conducta de un creador que posee una sabiduría extrema, pero que es capaz de dudar y, en cada oportunidad que eso sucede, sabe también cómo recomponerse y afirmar su pensamiento.
En el rol de Raquel, Silvina Sabater saca partido de su fuerte presencia escénica y logra que el personaje exprese con mucha seguridad esa decadencia que la caracteriza. Una criatura que ha perdido todo su esplendor y que pelea por ocupar un lugar con unas armas muy pobres, es cierto, pero con la necesidad de recuperar unos valores que en su momento le posibilitaron manejar una intensidad muy reconocible. Vanesa González muestra también con mucha convicción a esa tan joven Ana. Está iniciando su carrera y necesita no solo que un maestro la ayude a lograr su derrotero artístico, sino que, además, sabe qué utilizando ciertos juegos amorosos podrá lograr una mejor proyección de su trabajo.
Después del ensayo es un espectáculo que atrapará seguramente la atención de los amantes del teatro, porque apuesta a revelar ciertos acontecimientos dramáticos y que hacen a la creación de un espectáculo, algo que acontece en un ámbito al que nunca acceden los espectadores.
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