Embarazados. Ecografía de una espera
Una buena idea, con grandes intérpretes y sólida partitura
Idea y dirección general: Juan Alvarez Prado / Música y letras: Hernan Matorra / Libro y letras: Juan Ignacio Bruzzo / Interpretes: Florencia Otero y Eliseo Barrionuevo / Voz en off: Melania Lenoir / Sala: Sha / Funciones: Lunes, a las 21 l Duración: 80 minutos
Nuestra opinión: muy buena
Si no fuera por la presencia de los instrumentos musicales en el escenario, la primera impresión que el espectador obtiene de lo que va a ser el espectáculo es el de la inmersión en una especie de casa de muñecas, con bibliotecas y floreros dibujados sobre grandes paneles que cuelgan de las paredes. Y esa primera impresión no va a ser nunca desafiada por la propuesta, algo que le juega muy a favor ya que al no haber nada demasiado novedoso para decir desde el tema lo mejor que podía hacer Alvarez Prado era jugar con lo estético.
Desde el punto de vista interpretativo, Alvarez Prado opta por alejarse del realismo y suscribir a cierta ingenuidad en el armado, con actores que además de ofrecer voces profundamente armónicas y potentes, pero de una dulzura singular, saben jugar con el cuerpo y la gestualidad dotando a sus criaturas de una ternura que los vuelve profundamente queribles, incluso en sus contradicciones. La historia nos introduce en un hogar de jóvenes novios que deberán afrontar una sorpresa: ella está embarazada. Ante la irrupción de este nuevo ser el vínculo se ve modificado a tal punto que la convivencia se vuelve imposible y deciden separarse. El espectador los acompañará durante estos nueves meses en sus felicidades, enojos, miserias y anhelos. Como suele ocurrir en una buena comedia romántica, la pareja estará compuesta por opuestos: ella ordenada y estricta, él bohemio y caótico; ella trabaja afuera, él carece de oficina; ella prevé el futuro, él olvida lo que tiene que hacer hoy. Y tanto Otero como Barrionuevo saben jugar a la perfección esos roles y transmiten un disfrute tan intenso por lo que hacen que el espectador no puede sino sonreír incluso en las peleas.
La música compuesta por Hernán Matorra es una de las principales aliadas de este espectáculo ya que ayuda y mucho a generar un dinamismo que la pequeñez del escenario no permite, además del hecho de que con apenas cuatro músicos parece simular una composición orquestal mucho más compleja.
Si se tuviera que caracterizar a esta propuesta podría decirse simplemente que es honesta. Una obra que es lo que dice ser, que no pretende nada más que aquello que ofrece y que lo que ofrece lo entrega con intensidad y apasionamiento. Una nueva muestra más de que el teatro musical en Buenos Aires es el género más pujante que hay, con un enorme profesionalismo.
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