Elena Roger nos trae a Piaf
La actriz argentina ganó en Londres, por su actuación, el Laurence Olivier Award
La vida de Edith Piaf hubiera merecido una obra, una película o lo que fuere, aun cuando ese prodigio de la canción francesa hubiese sido muda. Fue esa vida pasional, atropellada, generosa y tremendamente vital (a pesar de sus innumerables pesares) la que convenció a Elena Roger para interpretarla en Londres, primero, y, desde esta noche, aquí, en Buenos Aires. Claro: también estaban sus bellísimas canciones y su magnífico modo de cantarlas.
El conjunto sonaba demasiado tentador, así que Roger no pudo ni quiso decir que no. No había pasado mucho desde que se sacó a Evita y a la azafata de Boeing Boeing de la piel y, con la firme decisión de alargar su luminosa estada en Londres, se metió en la vida de la Piaf hasta hacerla propia. No sólo el Laurence Olivier que ganó por su interpretación es testigo de hasta qué punto lo logró, sino que con sólo oírla hablar de ella en un breve descanso, luego de una agotadora pasada general, impresiona la intensidad con que encara el relato.
"Piaf pasa de vivir en la calle o con su abuela, que era madama en un prostíbulo, y de hacer giras en circos con su papá, a tener una fama tremenda, a viajar, a vender miles y miles de discos, a tener muchísimo dinero, a estar permanentemente rodeada de gente y a tener cantidad de amantes. Y en medio de todo eso, sufrió grandes tragedias, como la muerte de su gran amor, Marcel Cerdan, que falleció en un accidente aéreo, lo que la llevó de ser muy católica a apasionarse con el espiritismo para contactarse con él. Tuvo tres accidentes automovilísticos que la hicieron adicta a la morfina; esto, sumado a que tomaba mucho y vivía de noche, la convirtieron en una viejita dentro del cuerpo de una mujer joven. No te olvides de que murió a los 47 años". Elena respira y apenas toma el primer sorbo de café.
Para poder entrarle a esa mujer pequeña pero explosiva, Elena no sólo atravesó jornadas de ocho horas de ensayo, sino que la esperaban dos o tres horas más cada vez para que el francés dejara de ser para ella una lengua extranjera. "Tenía que estudiar francés y pronunciar bien el inglés; era doble trabajo. Además, debía entender absolutamente todo como actriz, ya que al ser mucho más teatral que la mayoría de las comedias musicales no había una melodía que te llevara o te impusiera un estado de ánimo", explica Roger, que al traerse la obra a Buenos Aires -a instancias de Adrián Suar y Fernando Blanco- tuvo que aprender un par de canciones que estaban en inglés y que fueron traducidas al castellano. "La traslación de la puesta es genial. Mariano Detry trabajó muchísimo en la versión y en la traducción. Yo también participé para que cada palabra fuera exactamente la que debía ser."
En realidad, esta Piaf que se verá en Buenos Aires es idéntica a la londinense; el director Jamie Lloyd se encargó en persona de la elección del elenco argentino -entre los que están Julia Calvo, Diego Jaraz, Néstor Sánchez, Natalia Cociuffo, Romina Groppo, Angel Hernández, Rodrigo Pedreira, Eduardo Paglieri, Pablo Grande, Federico Llambí, Gustavo Guzmán y Martín Andrada- y trajo consigo a la diseñadora de vestuario y al diseñador de iluminación, y la idea original de la escenografía que se realizó acá. "El director tiene sólo 28 años y es un genio; está en todos los detalles; no puedo pedir más", sigue diciendo Elena, entusiasmada por su trabajo, por estar de nuevo en Buenos Aires, por darse y darles la oportunidad a su familia y a sus amigos de verla .
A capa y espada
Roger adora su personaje y disfruta de hablar de él. Ni que decir cuando lo interpreta. "Además de talentosa, Piaf era extremadamente generosa; había mucho humor y picardía en su manera de vivir. Tenía un ángel especial que la hacía muy atractiva para todos -en especial para los hombres-, aunque no era nada bonita. Puede ser que para la época haya sido una persona muy extravertida y sin tabúes en el sexo. Pero no importa; indudablemente, el encanto le venía por otro lado. Yo no puedo dejar de emocionarme cuando veo las fotos en las que aparece con Marcel. Había tanto amor ahí..."
Elena habla rápido y casi sin pausas. La esperan todo el elenco y el equipo técnico para definir los últimos detalles de un trabajo que se vislumbra enorme, pero que se traduce en una puesta pequeña, minimalista, con un escenario casi despojado que ella casi no abandona. Allí, Elena se transforma en Piaf y Piaf se transforma en el mito que llegó a ser. Pequeña, muy pequeña, pero con una voz enorme, Elena se apodera del escenario del Liceo y no hay manera de sacarle los ojos de encima, como debe de haber pasado con la verdadera Piaf. Y sí: con sólo ver un poco de esos ensayos, se empieza a entender cómo fue que el Olivier llegó a sus manos.
Cuando el director detiene un segundo el ensayo, Elena juega y payasea con sus compañeros. Lloyd se acerca, la abraza y le habla bajito al oído. Sólo ellos conocen esos secretos que hicieron que surgiera la magia; secretos que la retienen (por encima de esta pequeña pausa porteña) en Londres, ciudad que se resiste a abandonar a pesar de la lluvia y de la enorme tristeza que a veces le provoca.
Para agendar
Piaf, de Pam Gems, con dirección de Jamie Lloyd y la actuación protagónica de Elena Roger.
Teatro Liceo, Rivadavia y Paraná. De miércoles a sábado, a las 20.30; domingos, a las 20. Entradas desde 80 pesos.
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