El Zorro, un héroe que sigue cautivando
"El Zorro y las monedas de oro" , versión libre de Luis Arenillas, Fernando Lúpiz y Juan Gavajda, del libro de Jonhston Mc Culley. Música original: Angel Mahler. Escenografía: Alejandro y Cristina Guilli. Vestuario: Mini Zuccher. Iluminación: Gastón Díaz. Diseño de esgrima: Fernando Lúpiz y Juan Gavajda. Diseño de pelea con palos y cuchillos: Gustavo Alberti. Intérpretes: Fernando Lúpiz, Fabián Rendo, Pablo Carnaghi, Diego Mariani, María Majull, Marcelo Serre, Andrés Dadamo, Juan Gavajda, Pablo Carrasco, Diego Freijedo, Gustavo Pintos, Javier Helguero, Noelia Caruncha, Miguel Angel Rossetti, Federico Bouzon. Dirección general y puesta en escena: Carlos Moreno. Teatro Astral, Corrientes 1639, sábados y domingos, a las 15. En vacaciones, a las 15 y a las 17.
Nuestra opinión: bueno
Es interesante observar que, aunque el personaje del Zorro ya tiene más de 80 años, sigue significando algo para los chicos.
Su papel de defensor de la justicia, aliado a un pueblo oprimido e impotente frente a los abusos de un representante del poder, se suma a ciertas características personales atrayentes: su perfil de duende travieso, juguetón, invencible, que siempre pone en ridículo al malo, y el secreto de su identidad, que le da una fuerza romántica muy importante.
Con bigotes
En la platea podía verse a los chicos (niños y niñas) maquillados con bigotes y la Z, blandiendo flexibles espadas de plástico, llevando inclusive el antifaz y la capa, dispuestos a identificarse totalmente con el protagonista.
También estaban los padres, dispuestos a evocar y volver a vivir sus emociones de la infancia.
Tanto es así que en los combates la platea viva al héroe y abuchea al malo con gran entusiasmo. Es evidente que con eso juega la obra: con los símbolos, los estereotipos y los recuerdos.
Hay dos o tres combates que añaden acción y coreografías vistosas, y momentos de humor a cargo del sargento García, sus soldados y Bernardo, el asistente de Diego de la Vega y por ende, del Zorro.
Una escena muy bien lograda muestra a García y sus hombres tratando de entender las señas de Bernardo con el juego "dígalo con mímica".
El personaje femenino que agrega la pizca de romance es en este caso una chica del pueblo, Teresa, la vendedora de tamales.
Agradable
En general, el espectáculo es agradable, pero tiene algunos "baches" en la acción, debidos a la necesidad de narrar o explicar un complot o un plan, ya sea para atrapar al Zorro o para desbaratar los manejos de Monasterio.
Estos momentos de diálogo se vuelven tediosos y atentan contra el ritmo. Tal vez podría haberse aprovechado mejor el nutrido elenco con que cuenta el director para armar más escenas de conjunto, en la feria, por ejemplo, o cuando ocurre un combate en la posada o frente a la iglesia, y darle mayor colorido y clima a la historia, que por tratarse de confabulaciones y secretos dificulta la presencia escénica del conflicto.
Es decir, ya que la versión es libre, jugar un poco más con el conjunto.
De todos modos, para chicos y grandes, el encuentro con el héroe es lo esencial, y Fernando Lúpiz lo lleva al teatro con su cuota de simpatía y destreza que lo hace eficaz.
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