El universo de Eduardo Pavlovsky se traslada a escena a través de sus pacientes
Rodrigo Cárdenas y Gabriela Villalonga estrenan Deviniendo Tato, un retrato del psicodrama
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El dramaturgo Rodrigo Cárdenas y la autora, actriz y directora Gabriela Villalonga, además de haber construido una fuerte amistad en los últimos años, poseen un pasado común que siempre rememoran con mucho cariño. Ambos fueron pacientes del también autor, actor y psicoanalista Eduardo “Tato” Pavlovsky. Durante cinco años ambos formaron parte de sus grupos terapéuticos y esa experiencia les ha dejado marcas muy fuertes en sus cuerpos, en sus pensamientos.
El recuerdo de las sesiones que conducía Pavlovsky con gran intensidad y que a ellos, seguramente, les fue permitiendo analizar de otra manera el mundo hizo que decidieran construir un espectáculo que han denominado Deviniendo Tato. “Es nuestro homenaje a él –dice Cárdenas– porque lo que provocó en nosotros es de una dimensión inexplicable y lo interesante es que aún nos sigue provocando”.
¿Por qué utilizan la palabra ‘deviniendo’ en el título del trabajo? Lo explica Gabriela Villalonga: “La idea es pensar el devenir en un tiempo verbal que para nosotros significa estar deviniendo en cada función Tato. Tiene que ver con recrear en nosotros ciertos ritmos e intensidades que se relacionan con el pensamiento de él. Tato resonaba y la resonancia literalmente es eso que hace sonar al mismo tiempo dos cosas porque la vibración que se trasmite cuando suena, por ejemplo, el parche de un tambor suena también en el cuerpo del que está al lado. Estas intensidades son flujos, son devenires. Así hablaba Tato no solamente respecto de lo que tenía que ver con el flujo del pensamiento, sino de sus propios personajes. Decía que ellos nos eran siluetas propias, la escena les daba contorno. Esto que no tiene limites sería el ‘deviniendo’”.
Ambos creadores decidieron dar forma a esta dramaturgia durante 2018. Comenzaron contándose como había sido la experiencia que habían tenido con Eduardo Pavlovsky en el consultorio. El proceso de trabajo fue sumamente complejo y a la vez apasionante para ellos. Trabajaron sobre textos de diferentes obras (Telarañas, La muerte de Margaritte Durás, Rojos globos rojos, entre otras), ensayos, grabaciones de conferencias y hasta anécdotas personales.
“Desterritorializamos algunos textos –cuenta Villalonga– y los ligamos con pedacitos de parlamentos de personajes de otras obras y los volvimos a territorializar en un nuevo texto. O sea, enhebramos fragmentos de distintas piezas de Tato porque nos vinieron muy bien para que sean la letra, eso que enuncia cada paciente en la sesión”.
En escena el actor Maxi Sarramone hace todos los personajes que participan de un encuentro grupal. Recrea a los pacientes, al terapeuta que es Tato y también hace de sí mismo como paciente. Él es quien cuenta diversas situaciones. Lo que se ve en función es la subjetiva de este personaje. La sesión de ficción es la subjetiva del personaje de Sarramone que recuerda su paso por la terapia con este grupo y con Pavlovsky.
“Tratamos de que cada función sea un acontecimiento. Como eran las sesiones de las que participamos –explican los autores–. Cada una era teatral porque era un acontecimiento. La idea fue recrear esta instancia tan creativa pero en un espectáculo, haciendo sesión en el escenario que es un poco lo que este artista ponía de manera integrada en su trabajo. Todo su ser: su ser actor, dramaturgo, estaban en el ser terapeuta y no interviniendo desde la interpretación. Haciendo máquina con esto intervenía por resonancia”.
Rodrigo Cárdenas recuerda que cuando fue a la primera sesión tuvo una entrevista con Pavlovsky y él le dijo: “te va a venir muy bien hacer terapia de grupo porque encontrarás multiplicidad de versiones”. Él no entendía muy bien qué significaba eso pero se relaciona con cuestiones que explicaba Villalonga respecto de la resonancia.
Es que Pavlovsky decía que tenía muchos acompañantes internos, refiriéndose a quienes eran sus referentes teóricos. “Su praxis estaba siempre sostenida, articulada en relación a unos acompañantes internos teóricos –explica Villalonga– y él desde ahí, por ejemplo nos decía, en relación a una problemática que traía alguno de los pacientes: Freud te diría esto, Melanie Klein esto otro, Pichón-Rivière, aquello. Tenía la posibilidad de producir sentido pero en forma de multiplicidad. Había muchas líneas de sentido posible en esas lecturas que eran justamente por resonancia y esto es el devenir. En lugar de hacer centro en un pensamiento que interpreta producía una multiplicidad de centros”.
Según explica Rodrigo Cárdenas: “quisimos expresar en una obra cómo él se nos quedó adentro como ‘coopensor’, como acompañante interno, como referente para pensar la realidad y para pensarnos, como si fuera un modo de ver la vida y cada vez que charlábamos sobre Tato teníamos muchas ganas de expresarlo. Como somos dramaturgos lo plasmamos en esta obra”.
Para agendar
Deviniendo Tato
De Gabriela Villalonga y Rodrigo Cárdenas
Nün Teatro Bar, Juan Ramírez de Velazco 419
Domingos, a las 18.30
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