El teatro judío se adapta a tiempos pandémicos
Al igual que otros creadores de la escena independiente, Sebastián Kirszner se quedó con un estreno en ciernes, una sala a cuestas y una necesidad fuerte de inventar algo para capear el temporal que amenaza con llevarse puesto al teatro todo. Principal exponente del "nuevo teatro judío", Kirszner había conseguido ya una de las variables más difíciles de conseguir para su espacio teatral: un público propio. Volver a dar con ese componente siempre esquivo que busca propuestas con lenguajes alternativos al oficial y al comercial es la tarea que se proponen los unipersonales Carne de chancho (versión de Goy, el musical) y La shikse, la oferta de streaming de la sala La Pausa teatral.
Carne de chancho es un recorrido por los eventos que llevaron a un contador de clase media alta con una familia constituida a la absoluta soledad. Luis de Almeida le pone el cuerpo a esta pieza en la que mantiene el hilo del relato al tiempo que canta, baila y dirige la cámara. Rechazado por la comunidad judía, se entrega a consumir cumbia y jamón que lo llevan a una liberación personal aunada a un descenso social. Aquí la cruza de lenguajes, el teatral y el del streaming, encuentra muchísimos recovecos para transformar el espacio. Hay un trabajo muy preciso en los encuadres que permiten generar una suerte de edición en vivo y transformar la pieza de Constitución donde transcurre la obra en el consultorio de un analista, los bosques de Palermo y otras vueltas que se generan a partir de los cambios del ángulo de la cámara y la manipulación de títeres planos.
La shikse pone nuevamente a Mariela Kantor al frente de ese personaje que llegó hasta a estar en temporada en el Multiteatro. Trata de una empleada doméstica paraguaya que sueña con ser aceptada al judaísmo por una corte (virtual en este caso) de rabinos. Para ello, muestra usos y costumbres aprendidos en su tarea. De la cocina al living, el choque de mundos que propone tiene momentos de gran comicidad sin dejar de lado la crítica social. Al igual que Carne de chancho, hay aquí abundantes canciones y trucos de cámara que transforman varias veces el espacio. Si bien se transmite en vivo, las obras quedan colgadas por 24 horas al link que se envía a los que adquieren entradas.
Ambas piezas cumplen con la premisa de ser funciones únicas con actores transmitiendo desde sus casas devenidas sets de filmación. Hay una búsqueda acorde al proyecto estético del judaísmo desacartonado que Kirszner desarrolla en forma consistente hace años y que le presenta pelea a la atención flotante a la que invita la virtualidad. Quizá, lo más conmovedor se produzca al final de ambas obras, cuando el aplauso del espectador no encuentra forma de llegar hasta los actores. Esa distancia, todavía insalvable en cuarentena, entre el público y el intérprete (y que el Zoom no termina de solucionar) tiene una fuerza rara. Tanto Luis de Almeida como Mariela Kantor, desde su soledad, emitiendo con teléfonos celulares con sus casas de escenario, muestran la enorme potencia de lo que pueden hacer los actores incluso durante esta obligada pausa teatral, el tesoro que guardan en sus cuerpos y el ansia de volver a compartirlo.
Para agendar
La shikse. Sábados, a las 21.
Carne de Chancho. Domingos, a las 19.
Entradas por Alternativateatral y por www.lashikse.com.ar
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