El Teatro Colón, al desnudo
En 2006 empezarán las obras en el corazón de la sala y en octubre cerrarán sus puertas, lo que obligará a buscar nuevas sedes para la temporada 2007
"Este bicho está vivo." Sin ningún protocolo y lejísimos de cualquier fastuosa pomposidad, el arquitecto Claudio Dorado habla nada más ni nada menos que del Teatro Colón. Parado sobre uno de sus techos con la mirada clavada en la claraboya que protege el gran vitral del foyer, el director de obras del Master Plan del teatro no se refiere precisamente a la vida cotidiana que puede tener lo que allí se cobija. Lejos de cualquier connotación artística o musical, Dorado habla de la vida de esas paredes centenarias que sufren el calor y el frío de manera extrema. "Eso es lo que le da movimiento. En verano este techo debe soportar hasta 60 grados, lo que expande todo, y en invierno la temperatura aquí arriba debe llegar a varios grados bajo cero, fenómeno que hace que todo se vuelva a contraer. Eso demuestra la nobleza de un edificio, y éste es bien noble."
Así y todo, el Teatro Colón ha sufrido a lo largo de casi un siglo de vida (que cumplirá en 2008) no sólo el obvio e inevitable paso del tiempo, sino una imperdonable dejadez que se evidencia en las escasas tareas de mantenimiento que tuvo a lo largo de toda su vida. De hecho, en las últimas obras de ampliación que llevó adelante el estudio del arquitecto Mario Roberto Alvarez (que incluyeron los depósitos que están debajo de la Plaza del Vaticano y de la calle Cerrito) tienen un nivel de deterioro que no se explica ni siquiera con los más de 30 años que pasaron desde entonces.
"La primera etapa de este plan, que empezó en 2001, consistió en hacer un relevamiento muy exhaustivo que nos tomó casi dos años. Los planos del teatro no existían, había apenas algunos de la ampliación que hizo Alvarez en los 70 y otros de Tamburini, Meano y Dormal (los arquitectos que construyeron el edificio) de 1900, pero que no eran exactamente iguales a como quedó -explica la arquitecta Sonia Terreno, Coordinadora general del Master Plan-. A partir de allí se establecieron prioridades que constituyeron la segunda etapa, que está casi terminada: sanear la empaquetadura del teatro, sus envolventes, para que no siga entrando agua, lo que implica tareas de reparación en terrazas planas, el cambio de las cubiertas de zinc, el saneamiento de fachadas, balcones y de la playa de estacionamiento, que es el techo de los subsuelos. En resumen, fuimos atacando el problema desde afuera hacia adentro."
Los rastros de esta segunda etapa y los primeros de la tercera los puede apreciar cualquiera que pase por alguna de las calles que rodea al teatro, pero mucho más un espectador que ingresa a ver una función. Así, al teatro se le ven ciertas cicatrices externas que no son otra cosa que las marcas de la consolidación de balcones, tarea que todavía está en desarrollo. Sobre Viamonte, hay un gran obrador que llega hasta las terrazas planas (con trabajos muy avanzados), la cubierta de zinc (reemplazada en su totalidad) y las claraboyas de los vitrales (los dos laterales del foyer están listos; en estos momentos restauran el del Salón de Bustos).
Una vez en el foyer es fácil advertir los trabajos de prueba de los restauradores, que, en principio, no hacen otra cosa que buscar el color del dorado o de la pátina precisos para que no haya diferencia con el original. También en el CETC (Centro de Experimentación) están en plena obra, con la realización de sanitarios, vestuarios y la instalación de aire acondicionado.
Piano, piano
El proceso es largo, lento y si se quiere tedioso para almas ansiosas. La puesta en valor y la actualización tecnológica del teatro requieren un trabajo detallado y minucioso que necesita especialistas altamente capacitados, cosa que no es sencilla de encontrar porque se trata de oficios que ya no existen. "Hemos hecho interconsultas con restauradores europeos que trabajan en la Scala de Milán, la Fenice de Venecia, o en el Teatro de Opera de Madrid. Indagamos sobre qué cosas les salieron bien en sus trabajos y qué mal. Porque hay acá mucho de oficio perdido, por ejemplo, en la reconstrucción de los estucos (pasta símil al mármol que recubre las paredes) y de algunos pisos de teselas, de los que acaban de llegar muestras desde Francia. Tratar de llegar a descubrir cómo los hacían, para que queden igual al original, implica una investigación minuciosa, histórica y de laboratorio", sigue Terreno.
Los dorados de la sala también tuvieron sus ensayos y pruebas de laboratorio, ya que muchos de ellos no aparecían simplemente por el grado de polución y otros se pulverizaron por el calor que producen las lámparas. A medida que el teatro se fue ensuciando, y por ende oscureciendo, se necesitaron lámparas más potentes, lo que producía mayor deterioro. Hoy se puede ver en el faldón de los palcos del primer piso el resultado de varios de esos ensayos, sobre todo en relación con el resto de los faldones y con la marca testigo, de casi un metro de largo, que dejaron a ambos costados del escenario para señalar el antes y el después de los trabajos.
Todas estas pruebas de las que habla la arquitecta Terreno sirven para armar los pliegos de las decenas de licitaciones que están en danza o pronto lo estarán: "Mientras más detallado es el diagnóstico más preciso es el pliego, y en materia de restauración siempre está el factor sorpresa: mientras más pruebas hacés menos sorpresas tenés para esperar, cosa que siempre complica lapsos y costos".
Las tres semanas de octubre en las que el teatro estuvo cerrado fueron aprovechadas por los restauradores para avanzar sobre estos ensayos, tarea que ahora deberá esperar al receso de verano y, sobre todo, a los últimos meses de 2006, cuando las puertas del teatro se cierren por un año para emprender la etapa más compleja de la restauración, que incluye la sala, el escenario, el foyer y la fachada. "Es la primera vez que un teatro permanece abierto durante parte de los trabajos de refacción. Y eso lo logramos con la colaboración de los obreros y técnicos, que fueron sumamente respetuosos del trabajo de los músicos y demás artistas del teatro, lo que posibilitó que los plazos se estén cumpliendo muy bien", recuerda Silvia Fajre, subsecretaria de Patrimonio Cultural del gobierno de la ciudad.
Muchas de las obras que se hicieron en la segunda etapa están fuera de la vista del público y tienen que ver con los tanques de condensado y la readecuación del sistema de agua fría ("Separamos el agua caliente para camarines del agua caliente para calefacción. Hasta hoy el teatro prendía las calderas en pleno verano para que ensayara el ballet", cuenta Fajre), entre otras, por lo que los arquitectos del plan maestro quisieron mechar mejoras más rápidamente disfrutables por parte del público, como todas las que están en el Pasaje de Carruajes, donde ahora hay nuevos baños, nueva sala de visitas guiadas, un shop y una cafetería.
Cuidarse del fuego
Dentro de las prioridades también estaba la prevención de incendio: "Los teatros mueren quemados", sentencia Terreno. Entonces, para que semejante dicho no se transforme en una premonición, instalaron una nueva reserva de agua sólo para casos de fuego e iniciaron trabajos en la cortina cortaincendios del escenario (hoja metálica que pasa por delante del telón y que se baja todas las noches) y en el cierre automático de todas las puertas que dan a él, para que en caso de fuego, éste quede completamente aislado. El escenario es un foco de combustión muy alto, a raíz de las luces y los materiales que allí se utilizan y todo se hace para que, en caso de un siniestro, el fuego no se extienda a la sala, que es única e irreemplazable: "Todo lo demás eventualmente se puede reconstruir", sigue Terreno.
Las obras son innumerables y a medida que pasa el tiempo, de una envergadura mayor. Otra de las grandes es el ensanchamiento del pasillo que vincula el gran ascensor que llega al escenario desde los talleres; de esa forma se podrán trasladar las escenografías más rápidamente y sin necesidad de desarmarlas, lo que redundaría en menor tiempo de armado y, por ende, en mayor cantidad de funciones. Uno de los trabajos más vistosos será, sin duda, la integración urbanística del teatro por medio de la gran plaza seca en la que se transformará la playa de estacionamiento que da a Viamonte y que involucra a la calle misma. "Será un lugar para espectáculos al aire libre que vinculen más al teatro con la población. Se trata de una propuesta despojada, muy contemporánea, que no compite con el teatro", cuenta Fajre.
Así las cosas, la gente del Master Plan, de Patrimonio y de la Secretaría de Cultura esperan llegar al centenario con el grueso del teatro recuperado, aunque pueden quedar pendientes algunas tareas. "De todas formas, hay una concepción en la restauración que queremos dejar plantada y es que de aquí en más debe ser una actividad permanente", concluye Fajre.
Es de esperar que así sea, sobre todo para preservar seriamente un ícono del patrimonio nacional, y también para que nadie sienta que los 25 millones de dólares que se invertirán en las obras (gran parte financiadas por el BID) no valgan la pena..., mejor dicho, la deuda.
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