El teatro argentino perderá este año cinco millones de espectadores por la pandemia
La actividad teatral en la ciudad de Buenos Aires es tan gigante que se la ha comparado con la de las grandes capitales artísticas del mundo. A siete meses del confinamiento, que obligó a todos los teatros a bajar sus telones, distintos productores repasan lo que la cuarentena a causa del coronavirus le robó a la escena porteña, cuáles son los daños y cuánto podría tardar en recuperarse una industria cultural que quedó en pausa como nunca antes en su historia¿Es posible dimensionar lo que significa este 2020 para la actividad teatral? ¿Precisar el número de espectáculos que no pudieron ver la luz, la cantidad de entradas que no pudieron venderse y la cantidad de trabajadores, de todos los rubros, artísticos o no, que no tuvieron trabajo esta temporada?
La respuesta es sí y no. Es difícil precisar la magnitud del golpe económico que sufrió la actividad, una de las más golpeadas por la pandemia, porque los teatristas siempre fueron esquivos a las estadísticas. "Nadie en la historia de nuestro teatro se puso a hacer la cuenta de cuántos espectadores pasan por año por las distintas y diversas salas teatrales, porque no existe ninguna calculadora que tenga tantos ceros", cuenta el productor Carlos Rottemberg. Y agrega: "a estos ceros habría que sumarle tantas variables como este país está acostumbrado a tener. Pero este 2020 arrojó una, la pandemia, absolutamente intangible".
La actividad teatral tiene muchas aristas, muchos sectores involucrados en ella, que van desde los propios edificios donde se ubican las salas con sus trabajadores, pasando por los elencos y equipos creativos que intervienen en cada una de las obras y un sinfín de rubros indirectos pero necesarios para el acontecimiento escénico: acomodadores, boleteros, fotógrafos, agentes de prensa, diseñadores y un largo etcétera. Según un relevamiento que hizo el propio sector unos años atrás, en un año la actividad teatral emplea a 40.000 trabajadores, contemplando puestos directos y los indirectos, solamente en la ciudad de Buenos Aires. Se ofrecen por año aproximadamente mil títulos teatrales. Si una persona quisiese verlos todos en una misma temporada, debería ver tres funciones distintas cada día, los 365 días del año.
Pero lo cierto es que ningún número alcanza para dimensionar y reflejar el impacto y el prestigio que el teatro porteño tiene en la cultura de la ciudad, uno que incluso se proyecta en los distintos festivales del mundo. Hace unos pocos días, en una entrevista virtual, Javier Daulte, director, autor, docente y dueño de la sala Espacio Callejón, afirmó que el teatro se encuentra de luto. La pandemia sumergió al teatro en una crisis que ya venía capeando desde hacía unos años. Técnicos, actores, actrices, acomodadores, personal de las salas, asistentes de todos los rubros se quedaron sin sus puestos de trabajo. Bares y restaurantes próximos a los teatros que sirven como espacio antes y después de cada función; transportes, estacionamientos y todo lo vinculado al turismo cultural; todo está en zona de riesgo. "Ya en marzo advertí que el problema más profundo lo iba a tener el grupo que no está en relación de dependencia. Todo lo que tiene que ver con el personal que se contrata para las funciones, técnicos, músicos. Que son fijos pero eventuales" suma Rottemberg, tratando de armar un panorama claro en medio de tanta oscuridad.
El último relevamiento llevado a cabo por SinCa (Sistema de Información Cultural de la Argentina) durante 2017, arrojó que en Argentina hay 1591 salas para la exhibición de artes escénicas .El 50% de estas salas pertenecen a la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y dentro de la ciudad misma, la inmensa mayoría de las salas se encuentra repartida en unos pocos barrios contiguos (Almagro, Abasto, Palermo, Boedo y centro). Se han esbozado frases tales como que, un sábado a la noche en Buenos Aires, el espectador tiene para elegir, en épocas "normales", unos 700 espectáculos escénicos.
Cruzando información de todas las asociaciones y grupos de los diversos sectores teatrales, se puede estimar la cantidad de entradas que podrían haberse vendido en este 2020 si no hubiese habido cuarentena teniendo en cuenta los números de boletería de 2019. O, al menos, proyectar la inmensa cantidad de espectadores que se perdieron durante estos siete meses. Según el sitio Alternativa Teatral, que incluyen las funciones de las salas independientes y las del Teatro Nacional Cervantes (en total 351 espacios) cuentan que se realizaron 6.639 espectáculos (las funciones son muchas más, por supuesto) y que 1.400.000 espectadores compraron o reservaron sus entradas a través de esa plataforma. A ellos hay que sumarles los espectadores que concurrieron al Complejo Teatral de Buenos Aires: 380.457 asistentes en total a las 2.031 funciones de ese año, repartidas en sus diferentes salas. Y los títulos de AADET completan el mapa con las salas de teatro "comercial", mayormente concentradas en torno a la calle Corrientes, y que arrojan un total de 2.947.521 espectadores en 13.087 funciones. Como consecuencia de estos tres sectores se podría estimar que si en 2020 se ofrecían una cantidad similar de obras teatrales, un total de 4.725.978 personas hubieran comprado sus entradas para ver las funciones.
Su valor económico es difícil de precisar, dado que las entradas del off son sustancialmente más baratas que las del teatro comercial (los espectáculos oficiales se acercan un poco a los precios del alternativo). Los guarismos no contabilizan a los espectadores que participan año a año de los festivales teatrales, en los que se incluye también un tráfico turístico.
Para llegar a una cifra aproximada, los 1.400.000 espectadores que pudieron haber sacado su entrada para una obra del off y los del Teatro Cervantes, sumados a los casi 400.000 del Complejo Teatral de Buenos Aires, a un precio promedio de boletería de 350 pesos, da como resultado 623 millones de pesos. A esto habría que sumarle los 3600 millones de pesos que suman los casi 3 millones de entradas vendidas en el teatro comercial, a un costo promedio de entrada de 1200 pesos (los precios de comienzos de marzo, cuando los teatros estaban abiertos, aunque no se están tomando en cuenta la inmensa cantidad de descuentos y otras promociones que se ofrecían).
Solo como resultado de la venta de entradas, las salas podrían haber recaudado 4223 millones de pesos. La cifra refleja que el teatro, aunque no se lo ha considerado esencial en los protocolos de este año, sí lo es para sus participantes. Por supuesto, la sensatez reina en el sector y se entendieron las razones sanitarias para el prolongado cierre de las salas. Sin embargo, con la reapertura de los shoppings concretada esta semana, las preguntas abundan en la industria teatral: ¿cuál es la solución? ¿Es verdaderamente una actividad no esencial?
"Entre las salas del Paseo La Plaza y las del Metropolitan Suran orillan los 550.000 espectadores al año. Es aproximado, pero podríamos decir que en lo que va de la pandemia, perdimos ya alrededor de 300.000 espectadores –cuenta Pablo Kompel, director general de estos complejos–. La cantidad de personal fijo en nuestro grupo es de más de 150 trabajadores. Obviamente no desvinculamos a nadie. Mantener la estructura es la parte más compleja en términos económicos. A eso además hay que sumarle la problemática de los elencos que hubieran estado involucrados en las obras. Otras cien personas más por lo menos, sin sumar toda la actividad teatral infantil de vacaciones de invierno", agrega.
El mensaje de marzo de Carlos Rottemberg a la comunidad de productores teatrales que se volvió viral en pocos días fue pesimista, porque auguraba un año teatral prácticamente perdido que podría reactivarse recién en octubre. Habiendo pasado ya las dos primeras semanas de este mes, y con pocos elementos a favor, el mensaje se volvió optimista ¿Cuánto tardará el teatro en recuperar lo perdido? "El año de la temporada, que se cuenta de marzo a marzo, ya está hundido -repasa Rottemberg–. Para el virus no hay límite de calendario. El tema nos seguirá acompañando. A mi parecer, después de dar bandera verde, para lo cual faltan muchos meses, el público, por la propia inercia, va a tardar unos meses en volver a las salas. Y ahí hago una gran diferencia, y esto sí es novedoso, entre lo que se le ofrezca al público de 40 años para abajo que seguro va a tener más potencia que los espectáculos dirigidos a los de 40 para arriba. Y ni hablemos de lo más convencional del teatro que casi está dirigido al público de 60 en adelante" agrega. "La mejor prueba de lo que se tarda en volver a la normalidad es que cuando apareció el medicamento para la gripe A, para volver al número de antes de julio de 2009, tardamos tres meses. Mirando el calendario, creo que en este momento tenemos hipotecado el primer semestre de 2021 al menos. Y eso, si se logra vacunar en el primer trimestre".
Mientras que en el otro hemisferio la llegada del frío congela no solo las ciudades sino cualquier atisbo de apertura, aquí los protocolos siguen pensándose. La noticia de que la Liga de Broadway votó que la actividad teatral en la ciudad no se reactive hasta al menos el 31 de mayo, con una remarcación específica al "como mínimo", es contundente. Así lo explicó a LA NACION el productor argentino Ricardo Hornos, instalado en Nueva York hace años y que mantiene la actividad entre las dos ciudades. Por eso, la idea de que en 2021 las cosas volverán a su normalidad cada vez parece más lejana, incluso en la capital del teatro global.
"Una de las consecuencias a nivel trastorno de vidas que no sé cómo se va a recuperar o cuánto va a tardar es la de la mayoría de la gente que trabaja semana a semana con el sueldo -cuenta Hornos sobre la dura realidad de la ciudad de los musicales-, los que están en los ensambles, los que están como asistentes, todos aquellos que viven peso a peso y que vienen a la ciudad de Manhattan a trabajar y ni les alcanza la plata para vivir aquí. Todos ellos suplementan sus sueldos trabajando de mozos, en general. Esa gran masa humana, actores, ayudantes, asistentes, que tienen entre 20 y 35 años han tenido que abandonar la ciudad porque es un doble knockout. Cerraron los teatros y todos los restaurantes y bares. Eso no sé cómo se recupera. Vuelven a vivir a las casas de sus padres. Eso tarda en recuperarse mucho más y es toda una generación que se pierde".
Que la teatral es una actividad poco regulada y, por ende, muy vulnerable a los embates económicos, es algo sabido y conocido. Se trata de una marea de personas que trabajan desde distintas actividades que van desde la autoría, la dirección, la actuación, la producción, los rubros técnicos -luces, escenografía, vestuario, la música escénica-, el personal de las salas -en boletería, en la platea ubicando-, en las distintas asistencias, agentes de prensa, diseñadores, fotógrafos, por citar solo algunos rubros. Pero también es justo subrayar que para que esta industria cultural enorme y potente le imprima reputación y prestigio a una ciudad como Buenos Aires, también tiene una red docente preparando y capacitando a los distintos oficios. Como signo de este tiempo, los distintos representantes de estas actividades, se comenzaron a agrupar para dimensionar la magnitud de su sector y poder tener números y pensar en conjunto en protocolos. Así surgieron PIT (Profesores Independientes de Teatro) cuyo último censo arrojó un número muy elocuente: más de 800 profesores y 25.000 alumnos; ATTIA (Agrupación de Técnicxs de Teatros Independientes de Argentina) que incluye luz, sonido y multimedia; Mux (Lxs Músicxs Escénicos), y así se irán sumando a la lista distintas patas de este movimiento cultural.
¿Podrá el teatro seguir esperando sin desaparecer del mapa cultural? ¿Hasta cuándo?
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