El ritmo: sus ecos y movimientos
La notable experiencia de Matías Felman y sus nuevos públicos
Proyecto Pruebas 5: El ritmo, de Matías Feldman, llega a su fin y deja una variedad de afirmaciones como de preguntas. Feldman es uno de los grandes nombres de la escena actual. En lo cercano, lo demostró en Rapsodia para príncipe de la locura y en Passolini. Desde hace varios años tiene su propia compañía, la Buenos Aires Escénica, con la que viene desplegando diversas etapas de un proceso de investigación que ha dado en llamar Proyecto Prueba "relacionado con la percepción, los modelos de representación, los procedimientos escénicos, las convenciones y el lenguaje".
Las cuatro anteriores se presentaron en salas pequeñas para un público, presumiblemente, conocedor de esa búsqueda. El año pasado, la compañía fue invitada para hacer una especie de retrospectiva en el Teatro Sarmiento, que depende del Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), y preparar la actual, que termina el domingo, y que en términos de convocatoria marcó enormes diferencias.
En términos artísticos, El ritmo es el Proyecto Prueba más político. Los siete personajes trabajan en un depósito plagado de cajas que nadie (ni ellos, ni el público) saben qué contienen. La historia de este grupo de trabajadores (desplazada por su edad, por su propio ritmo) recuerda que en algún momento allí se hacían guantes. Pero el dato es impreciso, como en varios e inquietantes niveles que constituyen a esta rigurosa experiencia de sólida métrica interna. Fiel al modelo Silincon Valley, la empresa en cuestión está en proceso de una flexibilización laboral disfrazada de renovación. El ritmo, en ese filón, es un clara postal de la Argentina y de su tiempo.
Entre ellos circulan tensiones permanentes. En escena hay una especie de macho alfa que se roba las miradas cuando esas miradas no están depositadas en los celulares ("lo virtual ocupa un enorme espacio material", se apunta en el cuaderno de Bitácora que cualquier espectador puede solicitar terminada la función). Hay otro personaje que parece ser la caja de resonancias de voces ancestrales. Y hay seres desbocados que siguen una precisa y obsesiva marcación rítmica. También dos hermanas que son dos verdaderas aplanadoras. La "orquesta Feldman" viene con su marca propia: diversidad de registros interpretativos, el evidente rigor del proceso en sí mismo, las libertades que se toma Feldman para producir un hecho escénico alejado de ciertos cánones, un texto que parece escrito en esos cuerpos en movimiento y un poética visual de enorme potencia aunque, la serie de falsos finales, vaya generando que la tensión afloje.
Desde otra perspectiva, el montaje en sí mismo expone otra situación: la falta del CTBA de una sala con perfil experimental. Proyecto Prueba 5 tiene lugar en el Teatro Sarmiento. En ese marco, puede ser que una propuesta de este tipo entre en una zona de fricción para cierto público que se rige por otros parámetros. Más allá de ese desafío ha sido un éxito de público. Eso sí, hay un extraña "sutileza" en todo esto: en el Regio, otra sala del CTBA, se presenta El relojero. Allí la platea cuesta 170 pesos. En el Sarmiento, 100. ¿De qué dará cuenta este dato? Por lo pronto, las dos propuestas duran lo mismo (100 minutos). En cantidad de funciones no duró lo mismo, El futuro de los hipopótamos, la reciente propuesta del Grupo Krapp que terminó el sábado en el Teatro de la Ribera. Los Krapp, tan nacidos en aguas de lo alternativo como la Compañía de Feldman, hicieron solamente cinco funciones. Eso sí, para el desconcierto de la gente de sala, el sábado el teatro estuvo lleno. Y eso, sea en La Boca como en lo que queda del zoológico, es un dato más que interesante.
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