Una semana más: el realismo seco y doloroso de Raymond Carver
Una semana más
Nuestra opinión: muy buena
Dramaturgia: Lisandro Penelas. Dirección: Ana Scannapieco. Intérpretes: Francisco Lumerman, Lisandro Penelas y Fernanda Pérez Bodria. Músico: Federico Marino. Luces: Soledad Ianni. Diseño de arte y asistencia de dirección: Claudina Iglesias Losada. Teatro: Moscú. Funciones: sábados, a las 20. duración: 60 minutos
Como parte del ciclo de relatos escenificados que comenzó el actor, dramaturgo y director Lisandro Penelas con el objetivo de trasladar a escena parte de la literatura realista norteamericana, se estrenó Una semana más como segunda parte de esta experiencia –en la primera trasladó un cuento de Lorrie Moore–. Penelas viene trabajando desde hace un tiempo el cruce en escena del teatro y la literatura. En su obra, El amante de los caballos, en cartel desde 2015, se basó en un texto de la escritora Tess Gallagher y además trabaja con la producción de Salinger en la obra Cuando el lago se congela.
Inspirada en el universo de Raymond Carver, Una semana más narra la historia de dos hombres con severos problemas con el alcohol que se conocen en un centro de rehabilitación y entre momentos difíciles y solitarios terminan forjando una amistad.
El realismo seco, parco, dolorosamente verdadero de Carver le dio el puntapié a Penelas para escribir este texto. Ana Scannapieco dirige al propio Penelas y a Francisco Lumerman, los dos además encargados de llevar adelante Moscú, sala en la que anida una propuesta como esta que encaja a la perfección. Se trata de un espacio pequeño: la platea, tan próxima al espacio escénico, puede ser testigo privilegiado de esta historia íntima y sentida de dos hombres que se ven modificados por la llegada de una mujer (Fernanda Pérez Bodria), el tercer personaje, que los dinamizará. El foco claramente no está puesto en crear una historia de grandes conflictos sino de mostrar esos pesares cotidianos, el dolor de quienes no pueden hacer pie. La propia vida errática de Carver, su adicción al alcohol y su prematura muerte parecen sobrevolar sobre esta pieza.
Ese tiempo presente abrumador con el que narra sus cuentos Carver, ese estado puro y continuo que le da cotidianidad y cercanía resulta ideal para el teatro. ¿Cómo construir verdad teatralmente? ¿Hace falta un gran despliegue o alcanza con construirla de manera profunda y sensible?
Ese parece ser el punto de partida de este ciclo y de esta obra en particular. Lejos de la pomposidad, aquí la clave está en los detalles, en la precisa actuación y en algunas elecciones que imprimen climas como la presencia de un músico tocando la guitarra en escena.
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