El punto de costura: telas y palabras enhebradas para aceptar la propia historia
Un viaje conmovedor e inteligente que vincula los actor de hilar, tejer y escribir con el arte de la paciencia y la aceptación
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Autoría: Cynthia Edul Intérprete: Cynthia Edul. Música: Guillermina Etkin. Espacio escénico: Nicolás Rojas Zuñiga, María Venancio. Música original: Guillermina Etkin. Diseño de iluminación: Sebastián Francia. Imágenes: Giuliana Migale Rocco. Producción general: María La Greca, Giuliana Migale Rocco. Prensa: Cecilia Gamboa. Dirección: Cynthia Edul. Duración: 70 minutos. Sala: Galpón de Guevara Funciones: viernes 20 hs. Nuestra opinión: muy buena.
El espacio se presenta casi frontal. El ‘casi’ tiene que ver con un piano, cuya posición perpendicular se acomoda a la diferencia. En realidad, hay un sitio bisagra: es el lugar donde se ubica al principio Guillermina Etkin, encargada de la música de esta puesta, y allí se observa un conglomerado de cables que prontamente integrarán la propuesta de manera fluida. También hay un telar, una máquina de coser, una pila de telas. Así, un signo en cada lugar. Y, por supuesto, el título que orienta para buscar y enhebrar objetos familiares.
Cuando la obra inicia no lo hace con la palabra, sino con un arrullo de diferentes telas y otros objetos vinculados con el universo costurero ante a un micrófono. Y ahí surge la primera clave, los sonidos que escuchamos no son sonidos cotidianos. ¿Qué posibilidad hay de distinguir el roce de una tela o de otra si no se amplifica? Imposible prever hasta dónde llegará esa ampliación. Por un lado, establecerá un vínculo entre las telas, los bordados, las costuras y el lenguaje, las palabras. Un viaje en el tiempo, en los usos, en los ritos, un viaje por diversos territorios.
En el entramado de esta conferencia performática que, como decía la académica describe Julia Elena Sagaseta “toma las características de un hecho académico y lo lleva a una acción artística”, en el bordado de la puesta se articulan las historias personales, familiares y colectivas. Un hilo lleva hacia la reconstrucción de la llegada de inmigrantes a Buenos Aires, su crecimiento, sus relaciones, su caída. En esa narración la historia nacional se entrelaza también de manera firme.
El concepto de legado, de herencia parece componer de manera fluida tanto con el universo textil como con el de la escritura, una acumulación que se resignifica de manera constante.
La máquina de coser se dispara sola; el telar, en cambio, es manipulado. Son dos modos posibles de la creación puestos en juego. Las fotos, los videos, los hallazgos – como esas bordadoras que denunciaban dictaduras en las telas o caminos de escape para esclavos en las colchas- que vuelven indisoluble el vínculo entre la aguja y la tela, la escritura y la historia. En El punto de costura hay más palabras que telas -eso sí- y la escena es habitada por el gesto de aceptar la propia historia. La cercana y la que no lo es.
Cynthia Edul reconstruye una porción de su historia familiar (todo intento autobiográfico es necesariamente parcial) pero en ese gesto traza una serie, mejor dicho: una red (por el dibujo que implica) de precursores con los que se anuda en el sentido en el que lo diría Jean Claude Milner “Lo real del nudo es la imposibilidad de deshacer uno de sus redondeles sin dispersarlo como nudo” y en ese ademán sella alguna clase de “para siempre”.
Sobre la mesa donde se ubica Edul hay muchos libros. Ella busca cuidadosamente algunas citas marcadas. Con la custodia o el esmero de la academia, o con el respeto por las palabras ajenas (sí, en esta época) cada cita lleva la mención del autor. Muchas son breves. Puede observarse que parte de lo que recorre es leído, sin embargo, en la potencia del libro (que a veces solo deja soltar una línea) se inscribe mucho más que lo que podría recordar de memoria o lo que podría haber copiado en unas hojas de papel.
El viaje es conmovedor, hermoso, inteligente, sensible. Eso sí: necesita -como ella dice en un principio, cuando vincula los actos de hilar, tejer, escribir- tanto del tiempo como de la paciencia. Pero vale la pena realizar esta travesía.
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