El público da su propio veredicto judicial en una obra teatral
La noche del 16 de enero es un una pieza de 1934, pero regresa en una propuesta innovadora en la que los espectadores son parte de la trama
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La autoría del texto es de Ayn Rand, y data de 1934. En este 2021 post pandémico llegó a la Argentina bajo la dirección de Marta López Lecube y la producción general de José Mártiré. Puede verse los viernes a las 20 hs. en el teatro El Cubo, ubicado en Zelaya 3053, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cuando las luces se apagan, se corre el telón y la magia sucede. El efecto es tal, que cualquier espectador podría afirmar ver el cuerpo de Bjorn Faulkner caer desde la altura máxima de la imaginación. El cadáver no está ahí, no es parte de la escenografía, pero la dramaturgia nos sumerge en esa ausencia y la incógnita de su razón de ser, y revelar el misterio será el objetivo del elenco.
La noche del 16 de enero es una obra teatral con una característica muy particular: invita a parte del público presente a jugar por una noche a pasar del otro lado de la cuarta pared, y sentarse en el escenario. Su rol es claro, durante dos horas concretas y fugaces harán carne al jurado que escuchará los testimonios de las personas que compartieron con él los últimos momentos de la vida del magnate financiero.
La autoría del texto es de Ayn Rand, y data de 1934. En este 2021 post pandémico llegó a la Argentina bajo la dirección de Marta López Lecube y la producción general de José Mártiré. “Llegamos a ella por Fermín Elizalde, uno de los integrantes de nuestra compañía, DidascaliasRoja –afirmó la directora–. Fue a fines de 2018, cuando fuimos a su casa a festejar el final de la primera temporada de La Malasangre, de Griselda Gambaro, y aunque nos esperaba otra temporada más en 2019, ya estábamos en la búsqueda de nuevo material. Fermín propuso La noche del 16 de enero porque conocía la obra de su autora, Ayn Rand, y si bien ella se destacó como filósofa y como novelista –La Rebelión de Atlas, El Manantial–, escribió tres obras de teatro entre las que se encuentra la pieza que hoy nos convoca”.
La balanza de la decisión fue inclinada por la propuesta que plantea una variante del final gracias a la intervención del público. “Nos pareció innovador el hecho de que la participación de los espectadores fuera protagónica. No solo está en escena, sino que el veredicto final depende de sus integrantes, lo cual implica un compromiso y atención fundamentales en los ejes de tensión durante la representación. Desde nuestro lugar, pensamos que el involucrarse desde la ficción es, en cierta medida, evocar el sentido de responsabilidad y participación en la no-ficción de cada día. El público que participa en escena funciona como un espejo del público de platea, como una ‘puesta en abismo’ de la sociedad entera. De hecho, los espectadores pueden votar también al finalizar la función, mediante un código QR que figura en el programa”, aportó López Lecube.
Concretar el proyecto y llegar al estreno de la obra fue una travesía. A fines de 2019, Marta y el productor José Martiré, organizaron el casting. Algunos de los actores, como Magdalena Iglesias, Fermín Elizalde y el mismo José –que se desempeña como el fiscal del juicio– ya tenían sus papeles asignados. Faltaba encontrar a los once restantes.
“Durante este viaje, algunos actores dejaron el proyecto. Quisiera mencionar a uno de ellos que ‘se fue de gira’, Agustín Segura –recordó la directora del elenco con emoción–. Finalmente, nadie interpretó su papel, pero está presente en cada función a modo de homenaje, ya que lo nombramos cuando se lee el testimonio del médico forense. También tuvo que abandonar Fermín, así que en su reemplazo convoqué a Sebastián Méndez Bruzzone, quien había integrado el elenco de la primera obra que pusimos en cartel. Agustín apenas había participado de dos ensayos cuando se fue, pero ese escaso tiempo de encuentro fue profundo. El teatro así lo demanda. Para el grupo que se estaba conformando, lleno de ilusión y esperanza, fue como un baldazo de agua helada. A pesar del golpe, la apuesta fue a seguir, a no bajar los brazos nunca. A mayor adversidad, mayor templanza. Diría que esa partida nos unió como grupo, en un dolor que abre caminos y da lugar al agradecimiento por haber conocido a un ser valioso, y también por seguir vivos”.
Una sumatoria de sucesos místicos culminó en la adquisición del libro por parte de José Martiré, y el resto de la historia estaba escrito en las hojas del destino. “Desde la dramaturgia, después de una larga búsqueda, dimos con una traducción al español de Manuel Barberá. Adaptamos dicha versión en función de reducir tiempos y volverla lo más dinámica posible. Ya en el barco en el que surcaríamos nuevas aguas, nos sacudió la tempestad de la pandemia como a todo el planeta. Al ritmo de la cuarentena, continuamos los ensayos de modo virtual adaptándonos a las flexibilizaciones que surgían y que para nosotros eran como avizorar tierra después de haber estado a punto de naufragar”, contó el productor.
La noche del 16 de enero es una pieza teatral concreta. Resultado de una acertada dirección y la versatilidad de un elenco nutrido de diversidad y calidad actoral, y de igual forma de un vestuario seleccionado con maestría y un equipo técnico que digita a la perfección los sonidos, silencios y el juego de las luces. Las dos horas netas de duración de cada función se escurren como la arena entre los dedos sin tener noción del hecho. Puede verse los viernes, a las 20, en el teatro El Cubo, ubicado en Zelaya 3053.
La otra parte de la alquimia necesaria la aporta cada uno de los espectadores que baja de las gradas de la sala y se sienta a juzgar a la acusada por un rato. A esta altura existe un porcentaje de veredictos, que según la producción incluso fluctúa dependiendo de la franja etaria del jurado en cuestión. “El promedio está levemente inclinado hacia el fallo de inocencia y varía de función a función. En términos generales, diríamos que cuando el jurado está conformado por mayoría de mujeres –aunque siempre buscamos que sea lo más parejo posible en ese aspecto–, el veredicto es de inocencia. Sin embargo y hasta el momento, el cuarenta por ciento de las veces la resolución fue de culpabilidad. Es decir, que en términos sociales podríamos pensar que, tal vez por los tiempos que corren, la defensa sale favorecida. Esto nos lleva a pensar cuán revolucionaria fue la postura de la autora cuando escribió la obra, en 1934. En mi opinión, la acusada es inocente. Le creo a ella cuando da su testimonio.”, finalizó López Lecube.
Por su parte, Martiré sentenció: “Para mí es culpable. Siempre lo fue, desde el primer momento en que leí la obra. Y nos podemos poner a discutir horas, pero para mí es culpable. Lo digo como civil, como productor y como fiscal del juicio ficticio. De 12 funciones en 7 ha sido declarada inocente y en 5 sentenciada como culpable. Y esa culpabilidad que se produce, es del convencimiento que yo tengo de que es culpable”.
Qué pasará por la cabeza de cada espectador a la hora de levantar la bandera de la culpabilidad o la inocencia es una incógnita que en el fondo nadie puede despejar. “El público se ve ante la posibilidad de poseer poder, de decidir sobre la vida de alguien y definir si es inocente o culpable”, concluyó Martiré. Para experimentarlo solo quedará entonces acercarse al barrio porteño del Abasto, y ponerse en los zapatos de jueces y verdugos por un rato.
Para agendar
La noche del 16 de enero
De Ayn Rand
viernes, a las 20, en El Cubo, Pasaje Zelaya 3053.
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