El polémico Romeo Castellucci abrirá la temporada del Colón con el espectáculo Resurrección: “Prefiero lo imprevisible”
El italiano presentará en el predio de Palermo un gran montaje centrado en la memoria, basado en música de Gustav Mahler y que contará con la dirección musical de Charles Dutoit al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires
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La obra elegida para la apertura de la temporada 2023 del Teatro Colón tiene varias particularidades. Desde lo artístico, será con un montaje a cargo de una de las figuras más prestigiosas, controvertidas y premiadas de la escena europea (ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia), quien hará su primer trabajo en la Argentina. Desde la perspectiva histórica, la megaproducción se anuncia como un homenaje por los 40 años de la recuperación de la democracia en la Argentina. Y, desde lo programático, el espectáculo sinfónico no se realizará en la gran sala de la calle Libertad sino en un pabellón de la Sociedad Rural de Palermo. Desde el martes 7, esta variedad de capas de sentido confluye en la puesta de Resurrección, sobre la sinfonía Nº 2 de Gustav Mahler, con dirección, escenografía, escenografía y vestuario de Romeo Castellucci y dirección musical de Charles Dutoit, quien estará al frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, con las voces de la soprano Jaquelina Livieri y la mezzosoprano Guadalupe Barrientos.
Resurrección se estrenó en 2022 en un galpón abandonado hace muchos años y con muchas historias previas de Aix-en-Provence, en el sur de Francia. Diversos artículos periodísticos permiten aproximarse a la propuesta. “Ante el espectador se muestra una enorme extensión de tierra negra, más allá del foso en el que se encuentra el coro y la orquesta. Un caballo blanco aparece por una de las dos compuertas que se abren al fondo, dejando ver el paisaje. Recorre la escena, husmea, y deja al descubierto un resto que poco después su dueña identificará como humano. La orquesta ataca el comienzo de la sinfonía, y desde el caos inicial se prolonga en el ‘rito de muerte’ descrito por Mahler”, apuntó la crónica del diario español ABC. En Resurrección “hay una acción única, casi incesante: vemos a un equipo de las Naciones Unidas excavar en silencio un sitio donde ha ocurrido una catástrofe. Este espectáculo corre el riesgo de ser insípido. Pero Resurrección se centra en estos profesionales anónimos y su coreografía experimentada y repetitiva de manera tan interminable y práctica, en tiempo real naturalista y sin prisas, que trasciende un sentido de pornografía estética o moral”, agregaba The New York Times. Para el periodista de El País, de España, la propuesta reflexiona “sobre cómo devolver simbólicamente la vida a las víctimas de la violencia, la pobreza y el olvido”. Por su parte, Le Monde se preguntaba si esta propuesta que se montó en un espacio tan lejano a una sala de ópera podía recuperar el estatus revolucionario del arte.
Lejos de esas preguntas sin respuestas contundentes, Romeo Castellucci habla vía Zoom con LA NACION desde Berlín, donde acaba de estrenar Dafne, de Strauss, en la Staatsoper. Mientras, a 12.000 kilómetros, la Rural continuaba con el frenético armado del complejo mecanismo de esta puesta, para la cual se necesitan 550 m3 de tierra mojada, camarines para 200 personas, un espacio escénico al que pudieran ingresar cuatro vehículos y el armado de una platea para casi 2000 personas Castellucci reconoce que tendría que “bajar un cambio”. “Pero no siempre es así -dice, sin embargo, sin signo alguno de cansancio y con la mejor predisposición-. De todos modos, recordemos que Resurrección no es una producción nueva. Sin embargo, al tratarse de un trabajo site specific con mi equipo tenemos un fuerte trabajo para preparar la versión que se presentará en Buenos Aires. De todos modos, reconozco que siempre estoy trabajando en varios proyectos en paralelo con mi propia compañía. Es un poco loco todo, lo sé”. En medio del trajín recuerda su paso por Buenos Aires (ciudad a la que lamenta no poder volver para ver la puesta terminada, que se estrenará sin su presencia). Antes de despedirse, se permite felicitar al seleccionado argentino de fútbol por su título mundial y declarar su amor incondicional por Diego Armando Maradona.
La crítica suele tratar a Castellucci como un provocador de la escena: él, nacido en el norte de Italia en 1960 y con una formación vinculada con las artes visuales, siempre se ha encargado de refutar el mote. “La provocación es una técnica de la publicidad, una técnica comercial. Es previsible, es algo estúpido. ¿Me gusta crear problemas? Eso sí, pero no soy un provocador”, había afirmado a LA NACION cuando presentó en el Teatro Coliseo, en 2019, un montaje experimental en el marco de la Bienal de Performance en el cual, como en todos sus trabajos, el cuidado visual de la puesta era verdaderamente exquisito.
En otras oportunidades, señaló que lo suyo no pasaba por producir imágenes impactantes sino que prefería trabajar con la intimidad, tratando de penetrar en la interioridad del público ¿Cómo se aplica esa concepto en relación con Resurrección? Desde Berlín, se queda pensando. Cuando toma la palabra necesita aclarar algo: “Antes de todo, prefiero hablar de espectador. Términos como audiencia o público se refieren a un conjunto, a un bloque de gente, y mi trabajo está dirigido a una persona, a cada espectador. La relación entre la gente y el teatro es personal, íntima. Te hablo a vos, no a todo el mundo. Cada espectador es distinto y tiene que sentir y completar la obra. Yo presento el 50 por ciento de un imaginario, el resto debería decir que debe ser ‘inventando’ por el espectador. La última parte de la puesta es el cuerpo, el corazón y la mente de esa persona que es el verdadera coprotagonista de la puesta”.
Bajo esta óptica, aunque Resurrección se trate una gran producción, él la considera como un trabajo intimista. “Yo propongo que cada espectador viva la experiencia como un enigma que tiene que vivir, que tenga que llevarse a su casa ese imaginario para completar la obra. El teatro es el arte del contacto, el contacto entre el imaginario desplegado en escena y el cuerpo de cada espectador. Si no hay contacto es solamente un acto ilustrativo, simple, algo massmediático”, asegura.
— Lo opuesto a su búsqueda.
— Completamente. Me gusta cuando la gente no entiende al principio lo que está sucediendo. Me gustaría darle a cada uno un regalo, un regalo problemático porque cada imaginario es un problema en sí mismo. Las fotos, la publicidad, lo ilustrativo, la información, van por otro lado. En contraposición, lo que propongo es que cada espectador encuentre una respuesta frente lo que pongo en escena. No creo en lo pedagógico en el teatro. En lo que hago hay una dimensión espiritual en juego.
— El año pasado se estrenó Resurrección en un galpón recuperado cargado de historia en Aix-en-Provence. En aquella ocasión, a la puesta se la relacionó con la guerra en Ucrania. Es fácil imaginar que, a cuarenta años de la recuperación de la democracia en Argentina, la Guerra de Malvinas y los desaparecidos, Resurrección genere otras asociaciones en Buenos Aires. ¿Las múltiples lecturas son parte de la propuesta?
— Sí, seguro. Preparé Resurrección mucho antes de que estallara la guerra en Ucrania. Luego todo se transformó en una horrible coincidencia. Seguramente, en esta segunda presentación de la obra habrá lecturas relacionadas con la historia argentina. De todas formas, yo intento reparar en la palabra, en el significado del término resurrección. No se trata de una visión cristiana o metafísica. “Resurrección”, en este caso, es un gesto humano. Gente que intenta darle una sepultura digna a cuerpos sin nombre que descansan en una fosa común. Son gente real, no ángeles, los que se toman ese trabajo de devolverle la dignidad a esas personas anónimas. Son personas que quieren dedicarse a buscar nombres para devolverles su identidad, La música de Mahler es perfecta para ese momento triunfante que, al mismo tiempo, choca de buena manera con la calma de esa búsqueda que no solamente se trata de cavar en la tierra. Se trata de salvar la dignidad de aquellos que fueron asesinados y terminaron en esa fosa común. Cuando sacan los cuerpos de la tierra se puede pensar que se trata de una referencia cristiana, pero yo no creo que Resurrección apunte a lo metafísico ni que hable de la resurrección de Jesús. Es algo muy humano que se podrá ver en los gestos y en los movimientos de esa gente en medio de algunas citas a la pintura renacentista.
— Y, seguramente, hay otro nivel posible de lectura: Resurrección luego de la pandemia.
— Totalmente (sonríe). Es otra coincidencia. Cuando algo es universal y abierto se puede leer de muchas maneras diferentes y cada una de esas lecturas podríamos decir que es correcta porque es un imaginario que te interpela acorde a tu posición en el mundo, a tu condición social. Eso es lo fuerte del teatro: no para de abrir y de abrir imaginarios.
—¿Qué imagina que pueda suceder en Buenos Aires con Resurrección?
— Imagino una audiencia muy atenta. Quizás algunos no la resistan o puedan llegar a protestar. El imaginario de Resurrección es duro, fuerte, horroroso pero, al mismo tiempo, es muy espiritual, por el mismo dolor o ‘gracias’ a ese dolor, es un contraste permanente. Cuando lo presentamos en el festival francés la audiencia era muy especial: gente muy cultivada, personas amantes de la música, intelectuales. Yo espero que en la Argentina haya un público más diverso, abierto y que cada uno decida qué hacer con su propio imaginario. Uno nunca sabe lo que puede suceder, eso es lo que me gusta. Prefiero lo imprevisible.
“Nunca elegí el teatro, el teatro me eligió”
En 1981, Castellucci fundó la compañía Socìetas Raffaelle Sanzio. En el marco del Festival Internacional de Buenos Aires presentó, en 1999, Orestea (¿una comedia orgánica?), una relectura de la obra de Esquilo. En 2013 fue el turno de Sobre el concepto del rostro del hijo de Dios. Su última visita fue para la Bienal de Performance cuando montó Ética, un trabajo de neto corte experimental. Como suele suceder en todas las ciudades, sus obras generan tanto elogios como rechazos. “Cuando empecé con todo esto era muy joven, tenía apenas 16 años. Era un juego. Mis inicios están vinculados con las artes visuales, no con el teatro, que llegó después. Había realizado algunas performances con amigos en galerías de arte hasta que muté hacia performances más teatrales. Hice el cambio sin tener conciencia de él. Sucedió. Nunca elegí el teatro, el teatro me eligió. Mis estudios, mis pasiones y mis gustos siempre estuvieron más vinculados con la literatura y el cine. Por casualidad hago teatro”.
— Con el paso del tiempo ha recibido grandes permios internacionales y sus montajes se presentan en los grandes teatros y festivales del mundo. ¿Cómo es eso de ser parte del star system del teatro, si fuera adecuada la expresión?
— Es cierto, trabajo en grandes teatros y festivales, pero la producción escénica es muy pequeña en relación al mundo del cine o de la TV. Eso de star system es algo absolutamente relativo cuando se lo aplica al teatro porque no es algo tan mediático. Justamente me gusta el teatro por ese motivo, podríamos decir que es algo fuera del sistema de la comunicación, de la información. Hacer teatro es una especie de acto de resistencia frente al poder principal de lo mediático.
— De las tres veces que se presentaron trabajos suyos en Buenos Aires en dos oportunidades estuvo aquí, ¿qué recuerda de esas visitas?
— Mi experiencia con Buenos Aires fue maravillosa. Me topé con una verdadera ciudad, una ciudad viva. Muchas capitales europeas son verdaderos showrooms en los que no puedes sentir la vida en las calles. En esas grandes urbes debés encontrar los lugares más interesantes en sitios escondidos. En contraposición, en Buenos Aires me encontré con la energía de una ciudad viva. Tal vez, seguramente, por la historia trágica vivida hace unos años. Lamentablemente, no tuve la oportunidad de encontrarme con muchos artistas argentinos porque en a los festivales uno va pocos días, no hay tiempo y eso, reconozco, es la parte fea de mi trabajo. Pero sí recuerdo fuertemente la reacción de la audiencia demostrando su pasión por el teatro, algo que es muy fuerte de percibir.
— Cuando estuvo aquella primera vez en 1991 comentó que su teatro era reconocido en Italia, su país, porque otras naciones europeas habían premiado su obra. ¿Lo mismo sigue sucediendo?
— Ahora no tanto por mi reputación internacional lograda. Las instituciones italianas se ven obligadas a reconocerme. Nadie es profeta en su tierra. Lo cual, debo reconocer, está bien, no me quejo porque siempre he propuesto otro tipo de teatro y en ese contexto las grandes instituciones teatrales de mi país no están tan felices con mi trabajo.
- De hecho, a lo largo de los años ha padecido intentos de censura en tiempos de Silvio Berlusconi como Primer Ministro y enfrentamientos con un grupo radicales de la derecha.
- Es cierto, durante el primer gobierno de Berlusconi intentó cancelar a nuestra compañía.
- ¿Y cómo es el panorama actual con Giorgina Meloni, líder del partido posfascista Hermanos de Italia, en el gobierno?
- No lo sé, todos esperaban lo peor pero es muy prudente, inteligente y tal vez no hay tanta diferencia entre ella y Mario Draghi, el anterior Primer Ministro. Meloni es una exponente de la derecha, pero yo puedo seguir diciendo lo que quiero.
Aunque Romeo Castellucci se trate una figura clave en el mapa de las artes escénicas de las últimas décadas, sus pasiones siguen siendo el cine y la literatura. La última película que recuerda que verdaderamente lo enfrentó con algo nuevo fue It`s difficult to be a God, del cineasta ruso Alexei German que nunca se estrenó en nuestro país. “Me gusta lo que me sorprende, lo extraño, lo difícil de catalogar”, reconoce. En lo que respecta a la literatura repara en dos escritores norteamericanos: Cormac McCarthy y Wallace Walter. En teatro eso de verse realmente sorprendido por algo no suele sucederle. “Cuando algo me shockea me pone tan feliz…, pero es muy raro que me suceda… Uno puede shockear en términos estéticos a la gente con algo violento, sexual o lo que sea, pero eso es aburrido. Es muy pero muy difícil toparse con una experiencia estética que realmente te sorprenda”.
Lo extraño, lo complejo de catalogar son parte de su marca. En las distintas ciudades en donde se presenta sus creaciones suele despertar reacciones diversas entre el público y la crítica. No se queja en nada de eso. Es parte de su ADN, su manera de sentirse vivo como creador. Decididamente, no le interesa dar respuestas. Lo suyo, a lo sumo, es abrir puertas, cavar en la tierra.
Para agendar
Resurrección, con puesta de Romeo Castellucci y dirección musical de Charles Dutoit. Desde el martes 7 al domingo 13, en La Rural, Pabellón Ocre, Santa Fe 4201. Entradas: desde 9500 pesos, en la página del Teatro Colón.
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