El negro no puede, la obra con la que Alberto Olmedo marcó un récord de público en Mar del Plata que no se supera desde hace 36 años
La temporada 1986/7 fue única por la cantidad de entradas vendidas, claro que los actores emblemas del teatro argentino no siempre tienen las de ganar: a los pocos años Alfredo Alcón tuvo que dar de baja una obra por falta de espectadores
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Como sucede todos los años en la ciudad que sea, a lo largo de la temporada de teatro de verano siempre hay algún espectáculo que se convierte en el favorito del público mientras que a otros, silbando bajito, no les queda otra que bajar el telón mucho antes de lo previsto. En este misterioso marco de situación que hace a la actividad teatral, durante la temporada 1986/7 se marcó un récord de público en Mar del Plata que todavía no ha sido superado. La obra la protagonizó Alberto Olmedo. Se llamó El negro no puede. El cómico vendió 118.500 entradas con esa comedia que llevaba la firma de Hugo Sofovich. Alrededor de ese fenómeno pasaban cosas extrañas. Por ejemplo, era común que luego de la segunda función de los sábados, según recuerda Carlos Rottemberg –uno de los productores de la obra junto a Guillermo Bredeston– se instalara gente con sus reposeras y mates para hacer cola a la espera de que al otro día, a las 10 de la mañana, se abrieran las puertas. El “fenómeno Olmedo” sucedía mientras una amplia variedad de propuestas conformaran una verdadera temporada única. Claro que las grandes figuras de la escena no siempre contaron el aval del público. A los pocos años, Alfredo Alcón, otro emblema de la actuación como lo fue Olmedo en lo suyo, tuvo que bajar su obra de cartel antes de lo previsto porque muy poca gente iba a verlo en Los caminos de Federico, esa elogiada obra que había sido un éxito en el Teatro San Martín en 1987.
Al año de aquel éxito histórico Olmedo volvió a Mar del Plata para encabezar el elenco de Éramos tan pobres. Esa vez el espectáculo tuvo un andar más silencioso en términos de público y un final trágico y abrupto que captó las primeras planas: la madrugada del sábado 5 de marzo de 1988, Olmedo murió luego de caer del piso 11 del edificio Maral 39, ubicado en la costa de la ciudad. Semanas antes, Carlos Monzón había asesinado a Alicia Muñiz en la casa que le facilitaba Adrián “Facha” Martel, amigo de Olmedo. Fue, con signo opuesto al del año anterior, otro verano que pasó a la historia.
Volvamos al inicio de 1986, a la previa de El negro no puede. Como era costumbre, ese año presentó a su fiel audiencia televisiva a personajes como El Manosanta, la dupla Álvarez y Borges y el mucamo Perkins. También hizo una serie presentaciones en Michelangelo junto a Javier Portales, Beatriz Salomón, Divina Gloria, el cantante Guillermo Guido y los grupos Bottom Tap y Caviar, en algo así que era como una mezcla entre lo popular y lo glam.
En la previa a esa temporada única en lo que hace al teatro en Mar del Plata, Hugo Sofovich no quiso volver a producir el nuevo título de Olmedo. En la temporada anterior, su obra El bicho tuvo la culpa no había funcionado como se esperaba y Sofovich decidió dar un paso al costado y mantenerse como director y autor de la nueva obra. Guillermo Bredeston fue el que le propuso a su amigo y socio Carlos Rottemberg producirla y programarla en algunas de las salas que tenían. En medio de una cena pensaron qué espectáculo programar en el Neptuno, el teatro más grande, con algo más de mil localidades. Estaban entre la comedia de Olmedo y Johnny Tolengo, con Juan Carlos Calabró. Rottemberg no recuerda si fue tirando una moneda o una apuesta lo que definió la cuestión. Lo concreto es que el jueves 18 de diciembre de 1986 se estrenó en Neptuno El negro no puede. El efecto, según evoca el experimentado productor en diálogo con LA NACION, fue inmediato. Ese mismo sábado agregaron una segunda función. “La tendencia no cambia más”, dijo en aquel momento Bredeston. Así fue.
En escena, Olmedo estaba acompañado por Javier Portales, César Bertrand, Adrián “Facha” Martel, Silvia Pérez, Susana Romero, Beatriz Salomón, Nancy Herrera y Divina Gloria (del grupo tradicional, la única que no estaba en la obra era Adriana Brodsky). Hasta fin de la temporada ellos protagonizaron un hito de taquilla que, todavía, no ha sido superado y es la vara contra la que se miden todos los espectáculos teatrales de La Feliz. Como yapa, la obra se llevó el Estrella de Mar. Tuvo una mala crítica en LA NACION de la que, según recuerda Rottemberg, Olmedo se reía durante la obra.
Una de las actrices fetiches de Olmedo fue Silvia Pérez. En 1974, había sido elegida Miss Siete Días y, luego, Miss Argentina. Se convirtió en una de las mujeres más bellas y sensuales de la farándula local. Olmedo la convocó para el programa No toca botón. Junto a Susana Romero, Beatriz Salomón y Adriana Brodsky fue una de las llamadas “chicas de Olmedo”. En conversación con LA NACION, traza un pantallazo sobre aquella emblemática temporada con El negro no puede. “No recuerdo para nada de qué iba la obra. Pero tampoco recuerdo la historia de las otras obras que hice con Olmedo -apunta en plan de “honestidad brutal”–. Era todo una suerte de improvisación a partir de las 10 páginas que escribía Hugo Sofovich. Había ciertos temas que siempre aparecían, como la infidelidad, las chicas atractivas y el matrimonio. En perspectiva, aquella fue la escuela de teatro más importante de mi vida. Era la maravilla del actor presente, conectado con el aquí y el ahora. En escena no había posibilidad de distracción. Muchas veces, en medio de una escena, Olmedo me decía al oído que todo era una clase de improvisación. Y era así. En lo personal, el tiempo de El negro no puede fue una sumatoria de momentos relajados, de ser feliz y, claro, de estar preocupándonos por el aspecto físico. Reconozco que en ese momento no me daba cuenta de nada, recién con el tiempo empecé a tomar noción de aquello vivido”.
De aquella temporada recuerda al público sentado en los escalones del teatro Neptuno. Se le viene a la mente que, para el saludo final, el resto del elenco tenía que esperar largos minutos hasta que bajara la intensidad de los aplausos que la platea le dedicaba al Negro Olmedo. O que a la salida como a la entrada al teatro siempre había un gentío esperándolos en medio de patrulleros y patovicas que intentaban contener la euforia popular. Pensar que, como ella misma evoca, antes de llegar a Mar del Plata el mismo Olmedo se preguntaba si iría gente a verlos.
El fin de semana pasado, Silvia Pérez presentó en Mar del Plata La última Bonaparte, elogiada propuesta que dirige Dennis Smith que entrelaza su propia vida con la de Marie Bonaparte. Desde la muerte de Olmedo que no había vuelto a La Feliz. No quería, no podía. “Mar del Plata me dejó un sabor amargo. Fue muy movilizador volver y hacer esta obra en la que también relato la muerte del Negro. Pasaron muchas cosas que estoy aprendiendo a vivir, a transitar. Por suerte, volví esta vez a una sala pequeña que estaba llena de gente receptiva. Me dio mucha felicidad”, apunta todavía conmovida por la experiencia.
La temporada feliz que pasó al recuerdo
Más allá del caso Olmedo, hay que reconocer que la temporada teatral 86/87 fue sumamente poderosa, heterogénea, casi única. En el Astral, Thelma Biral y Nora Cárpena protagonizaba la comedia Chispas. En el Lido, estaba Juan Carlos Calabró. En el Corrientes, fue el segundo año de Made in Lanús, con Luis Brandoni, Marta Bianchi, Leonor Manso y Patricio Contreras. En el Atlas, estaban Charo López y José Sacristán.
Hay un dato macro que pude ayudar a entender aquella temporada. En el verano de 1986/87, Mar del Plata recibió 3.558.794 visitantes, lo cual implicó un récord de gente en comparación con el año anterior y el siguiente. Eran tiempos en los que desde Constitución a esa ciudad se llegaba en tren en “4 horas y un ratito”, como prometía la publicidad, y no en 6 horas, como sucede en la actualidad. Rottemberg traza un paralelismo entre movimiento turístico y movimiento en las boleterías teatrales. “En nuestra actividad, tiene que darse un carambola que es lo que pasó el verano 86/87: convivieron un récord de movimiento de gente en plan vacacional y el interés de la cartelera. A veces pasa una cosa, pero no la otra. Cuando pasan las dos, hacés una carambola. Para trazar una comparativa, 30 años después de aquella temporada en la que se vendieron 760.000 entradas, el número total de tickets vendidos no llegó a 200.000 en el verano de 2016/7″, apunta el productor.
Números en mente, como es común en él, destaca otra particularidad sobre el movimiento de público en La Feliz. Es Brujas, la obra que se estrenó el 3 de enero de 1991 y que esta semana se repuso en Buenos Aires, la que ostenta la mayor cantidad de entradas vendidas en Mar del Plata. Claro que, dato no menor, a lo largo de siete temporadas y no de una, como sucedió con El negro no puede. Hay otra comparación posible, plantea el productor que este temporada festeja sus 45 años de actividad ininterrumpida en Mar del Plata, y pone su GPS en lo sucedido en la temporada 2011/2 en Villa Carlos Paz, a 1200 kilómetros de Mar del Plata. En aquella temporada, Stravaganza, la creación de Flavio Mendoza, logró vender 160.000 localidades, convirtiéndose en la obra más vista en la historia del teatro de verano de la Argentina. Fue tal el arrastre que tuvo ese montaje que, por primera vez, Carlos Paz tuvo más entradas vendidas que Mar del Plata, la histórica capital del teatro de verano en nuestro país. En tren de futurología y comparando temporadas de verano: ¿acaso Casados con hijos marcará un nuevo récord? Por el momento, por capacidad de salas y su movimiento en boletería, la hipótesis tiene su peso.
Volvamos a Mar del Plata. Luego de aquella temporada histórica, la programación prevista para el verano 1987/8 fue con todo. La presentación de la temporada la condujeron Sergio Velazco Ferrero, Juan Alberto Mateyko y Julio Lagos, tres figuras claves de la época. En medio de tantos despliegue, famosos fumando en las mesas (otro detalle de la época) y brindis, el momento musical estuvo animado por Jairo. Entre los entrevistados, Norma Aleandro y Emilio Alfaro hablaron de las expectativas de presentar La señorita de Tacna, basada en un texto de Mario Vargas Llosa. En el Neptuno, Susana Giménez iba a presentar Sugar. En el Lido, estaba Antonio Gasalla. En el Hermitage, Emilio Disi. Y, claro, Alberto Olmedo, quien el año anterior habría arrasado. Nadie imaginó que sería la temporada marcada por la tragedia.
La otra cara de la moneda: el fracaso de Alfredo Alcón
Durante 1987, Alfredo Alcón estaba haciendo temporada de Los caminos de Federico en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín. Aquella puesta del catalán Lluis Pasqual, quien justamente estuvo hasta hace unos días en Buenos Aires, fue un verdadero éxito de público y de crítica. Rottembeg fue a verlo y le propuso hacer temporada en La Feliz a poco tiempo de aquella temporada. “Carlitos, yo creo que en Mar del Plata no me va a ir a ver nadie”, le dijo el gran actor argentino. El productor, un experto en estrategias de marketing casero, le preguntó a cien personas que suelen ir a Mar del Plata si estaban dispuestas a ver un recital poético durante los meses de verano. “De las 100 personas consultadas, 99 de ellas, seguramente por cliché, me dijeron que por supuesto irían. La única persona que tuvo la honestidad intelectual de decirme que no iría a ver a Alcón haciendo un monólogo poético sobre textos de García Lorca fue la señora amiga Nora Cárpena”, trae al recuerdo aquella situación.
Para el montaje, el productor había alquilado un equipo de sonido para el Atlas, en donde se presentó la obra, con replicadores de parlantes cada 10 filas. A los 3 días, dejaron de alquilar los de la fila 30, la más alejada del escenario. A la semana siguiente, los de las fila 20. El 20 de enero, lo de las fila 10, porque el público no aparecía. Al parecer, la segunda quincena de enero fue el mismo Alcón que se comunicó el productor para ponerle fin a la temporada. “¿Por tu imagen es que querés bajarla?”, le preguntó Rottemberg. “¡Qué imagen! Bajémosla y listo”, le contestó. El 31 enero dio de baja a su temporada en Mar del Plata. El mismo Alcón escribió una carta abierta para anunciar se acaba la temporada por falta de público.
Se podría pensar que acaso una obra protagonizada por un actor trágico –categoría que Alcón no compartía en absoluto– no era la adecuada para una cartelera dominada por comedias. Pero la misma historia de las temporadas en Mar del Plata pone en duda esa idea. El mismo Alcón había debutado en 1973 en esa ciudad con Las brujas de Salem, de Arthur Miller. Lo dirigió el gran maestro de actores Agustín Alezzo y en el elenco estaban Alicia Bruzzo, Leonor Manso y Milagros de la Vega. Durante el mes de febrero, la sala estuvo colmada de público. Algo similar sucedió cuando presentó en La Feliz La historia del Zoo, dirigida por Omar Grasso y junto a Jorge Rivera López.
Después de Los caminos de Federico Alcón, quien falleció en abril de 2014, una de las veces que volvió a Mar del Plata fue en la temporada de 2005 con El gran regreso, obra en la que actuaba junto a Nicolás Cabré. Esa vez, obtuvo el Estrella de Mar de Oro. Se llevó el mismo premio en 2011 cuando presentó Los reyes de la risa, junto Guillermo Francella y Peto Menahem, que fue el éxito de dicha temporada. En el momento de recibir el máximo galardón se lo dedicó a los que creyeron en él “porque yo no creo mucho, no me tengo confianza”, dijo ante el aplauso de todos. Fue, si se quiere, su revancha con ese público que le había dado la espalda.
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