El Nacional se renueva al cumplir 100 años
Se engalana para "Víctor-Victoria"
En el escenario de El Nacional, todo es normal. Un ensayo, con bosquejos de escenografía sobre los que se mueven Valeria Lynch (con cabello corto), Raúl Lavié (con el pelo oscuro), Fabián Gianola (con jogging), Karina K (rubia) y Omar Calicchio (más flaco), los protagonistas de "Víctor-Victoria". Bajo el escenario, les da las órdenes Gustavo Zajac. Pero más atrás, el paisaje es atípico y de despojo total. No hay ninguna butaca en la platea y el piso, desnudo de alfombra, deja ver las estructuras de madera que le dan la elevación natural a la sala. Es que "Víctor-Victoria" viene como anillo al dedo para conmemorar los cien años de este emblema teatral porteño.
Alejandro y Diego Romay dispusieron llevar las 645 butacas de la platea a un depósito en La Boca para alfombrar de nuevo y darle a la sala un aspecto de cabaret de los años 20. Con mesitas y sillas, incluso en los palcos.
Esos cambios le quitarán a la sala cien lugares (la capacidad de la platea será de 540 localidades), pero el cambio bien vale para celebrar en forma diferente. Se había hablado de una revista, de un show especial, de tantas cosas... pero finalmente los dueños de esta sala dispusieron festejar con un comienzo de temporada atípico y su clásica comedia musical de todos los años.
Un poco de historia
En 1904, uno de los patriarcas del teatro argentino, Jerónimo Podestá, adquirió unas caballerizas ubicadas en la calle Corrientes, a metros de lo que hoy es la avenida 9 de Julio. Le costó dos años transformar ese lugar en un teatro para 940 personas, al que llamó Nacional. Decía que no podría llamarse de otro modo, ya que su finalidad era brindar una sala en la que pudieran actuar compañías criollas con obras de autores nacionales.
Lo inauguró el 5 de abril de 1906, con un triple programa: un pericón nacional, la revista "Risas de careta", de
Ricardo Levene, y un clásico del teatro argentino: "Locos de verano", de Gregorio de Laferrère. En los respectivos elencos, estaban Jerónimo, Arturo y José Podestá, Enrique Muiño, Elías Alippi, Francisco Ducasse y Guillermo Battaglia.
En este punto surge un nombre importantísimo para el teatro nacional: Pascual Carcavallo. Era secretario de los Podestá hasta que, en 1910, decidió comprarlo y se mantuvo al frente como director-empresario hasta 1933. Enseguida tuvo la iniciativa de transformar al Nacional en "catedral del género chico criollo". Fue un productor con un gran olfato comercial y respetuoso seguidor del gusto popular. A su vez, fue el responsable del acceso a la ansiada calle Corrientes de muchos autores, hasta entonces marginados. Su gran clásico: el concurso de obras nacionales. Al primero, de 1911, se presentaron 300 aspirantes. La ganadora fue "Los escrushantes", de Alberto Vacarezza. Pero sus mayores éxitos fueron los sainetes "Tu cuna fue un conventillo" y "El conventillo de la Paloma".
El Nacional se convertía en el teatro donde se desarrollaban célebres autores como Nemesio Trejo, Carlos María Pacheco y Florencio Sánchez, y hasta 1933 sólo se representarían allí piezas de autores nacionales. Allí se representaron "Así es la vida", "San Antonio de los Cobres", "Mateo", "Mustafá" y "El carro de la basura", entre otras.
En esa sala se estrenaron dos de las primeras comedias musicales tangueras: "La cumparsita" (1932) y "La muchachada del Centro" (1932). Luego, muchas otras, como "Mi bella dama", "El otro yo de Marcela", "Pippin", "Así como nos ven", "Chicago", "Yo quiero a mi mujer", "El diluvio que viene" y "A Chorus Line".
Pero a Carcavallo lo unía una gran amistad con el presidente Marcelo T. de Alvear y no deseaba ver a su amigo y a otros políticos conocidos caricaturizados en alguna revista de su sala. Así fue como se alejó del ambiente artístico sólo por un tiempo.
Entretanto, las dificultades económicas y la guadaña del remate judicial cayeron sobre los cimientos del Nacional. Pero el teatro quedó en manos del empresario Enrique Muscio, que contrató obras de muy diferente color durante una década. Durante muy poco tiempo, en 1936, los asesores culturales del entonces presidente militar Agustín P. Justo le sugirieron a Muscio que el nombre Nacional sólo correspondía a una sala controlada por el Estado, por lo que debió rebautizarlo National. Cosas de aquellas épocas, pero afortunadamente el absurdo duró muy poco y se lo llamó El Nacional.
En 1952, Muscio se unió a Carlos A. Petit y transformó a El Nacional en el segundo templo de la revista porteña. Por ese escenario pasaron figuras como Tita Merello, Libertad Lamarque, Gloria Guzmán, Azucena Maizani, Sofía Bozán, Tania, Nélida Lobato, Nélida Roca, Pepe Arias, Zulma Faiad, Tato Bores, Susana Brunetti, Adolfo Stray, Osvaldo Pacheco, Blanquita Amaro y Tito Lusiardo, entre muchos otros. Nélida Roca una vez confesó en un reportaje que "había que triunfar en El Nacional para poder decir que se había triunfado en la revista".
Alejandro Romay se hizo cargo del teatro en 1961, hasta que, en la mañana del 22 de julio de 1982, la sala ardió en llamas. Se representaba "Sexitante", una revista con Susana Giménez, que parodiaba al gobierno militar en un sketch. Algunos dijeron que la causa del siniestro fue un cortocircuito, pero otros aseguraron que fue un atentado.
Pero el amor de Romay por el teatro hizo que el 1° de marzo de 2000 reabriera sus puertas con una nueva versión de "Mi bella dama", instalando la tradición de poner en escena por lo menos una gran comedia musical por año. Le siguieron "Tanguera", "Fiebre de sábado por la noche", "Zorba", "Aplausos", "Nativo" y "El hombre de La Mancha".
Pronto: "Víctor Victoria". De las 965 ubicaciones originales, para esta puesta habrá cien menos. Pero sus hacedores dicen que esos cambios, más otros que fortalecen lo técnico, son la mejor celebración.
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