El nacimiento del primer clown criollo
El personaje de Pepe Podestá hizo historia
Si se habla del circo criollo no puede omitirse un gran referente como fue la familia de los Podestá. Pepe había nacido el 6 de octubre de 1858, en Montevideo. Desde chico se entusiasmó con las piruetas de los acróbatas que veía en los circos y comenzó a imitarlos, ensayando saltos acrobáticos en la cercana playa. Después de debutar, en 1874, en Buenos Aires, el Circo Francés, de Félix Hénault, viajó a Montevideo. Fue allí donde el destino se impuso al joven artista. Un trapecista, Enrique Caballé, tuvo un accidente y había que reemplazarlo. Pepe, de 17 años, fue convocado para hacer el número del trapecio y quedó contratado. Este trabajo marcó el debut de Pepe Podestá. Después de una larga temporada trashumando entre los circos, organizó el propio, con mejor elenco y variedad. Lo bautizó Circo Arena. Un día, faltó un payaso fundamental para el espectáculo. Sin dudar, Pepe Podestá, como director de la compañía, asumió otra vez el riesgo de cubrir la ausencia. Se confeccionó un traje de payaso con sábanas. De un viejo levitón paterno recortó dibujos negros con los que adornó el traje. Dos círculos negros se cosieron en la espalda. Debajo, otros dos círculos, algo más grandes, terminaron el conjunto, cuyas figuras daban forma al número 88. Había nacido Pepino el 88, una designación que pasaría a la historia. En 1882, de nuevo en la Argentina, Pepino el 88 se presentó en Rosario y no tardó en conquistar popularidad, que luego reeditó en Buenos aires. Pepe tenía 24 años.
Su famoso personaje introdujo una modalidad distinta en el género cómico desarrollado en la pista del circo. Hasta ese entonces, el público porteño estaba acostumbrado al clown inglés, como Frank Brown, con chistes preparados especialmente para los niños, con la ingenuidad propia de las mentes infantiles. Por el contrario, Pepino el 88 introdujo el chiste actual y la sátira política, e improvisó canciones y parodias. Sabía música y tenía ingenio. Fue, quizás, el creador de un nuevo género adoptado por infinidad de tonys criollos: la canción en broma, la parodia, la sátira política. Con estos atributos, tan gratos a nuestro público, creció la popularidad de Pepe. Por eso, muchos investigadores le atribuyen a Pepe la denominación del clown criollo. Este nuevo tipo de bufo en nuestra farándula sirvió de modelo para los grandes bufos y monologuistas que luego brillaron en los escenarios de la revista porteña como Florencio Parravicini, Pepe Arias, Dringue Farías, Adolfo Spray y Tato Bores, entre tantos otros.
El año 1884 marca otro hito importante, no sólo en la vida de Pepe, sino en la historia de nuestro circo: el estreno de Juan Moreira . Pero ésta es otra historia.