El musical de hip hop que hacen chicos y chicas de barrios carenciados, ahora en la calle Corrientes
Jóvenes y talentosos, disfrutan de la mutua compañía y festejan encontrarse allí reunidos para sacarse fotos y ser entrevistados. El entusiasmo les corre por las venas. Son los destacados artistas urbanos que integran el elenco de El arrebato, obra de teatro musical sobre la transformación de un grupo de jóvenes a través de la cultura hip hop, que debutó en el 13er. Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) y, luego de continuar su temporada en el Método Kairós con localidades agotadas cada semana y cosechar diez nominaciones a los Premios Hugo al teatro musical, desembarcó en el Metropolitan Sura de la calle Corrientes.
"Estar en uno de estos teatros tan grandes y tan lindos, donde hemos visto tantas obras, es realmente un sueño, pero, a la vez, es un desafío ser una de las primeras obras que vuelven a hacer funciones, con todo el vértigo que significa cambiar de teatro y generar una nueva escenografía", cuenta su director, Juan Martín Delgado.
"Incluso hubo algunos cambios en el elenco y lógicamente tuvimos que ensayar para ponernos a tono después de un año parados. Fue un gran reencuentro, confiando en que a la gente le va a gustar y que vamos a poder seguir ahí", agrega quien fue también director de La desgracia.
Más allá de la idea original de Angélica Villagómez que da cuenta de la transformación de un grupo de jóvenes marginados a través de la cultura hip hop, es interesante el proceso que llevó a la conformación del elenco original, mayormente integrado por chicos y chicas de barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires que fueron seleccionados entre más de cien artistas.
Lo cierto es que a la hora de llevar adelante las audiciones, tanto el director Juan Martín Delgado, como el autor, Emiliano Dionisi, el compositor Martín Rodríguez y la coreógrafa Maia Delgado, no tenían una expectativa muy concreta de lo qué se encontrarían. Sabían que era una obra de teatro musical, que tenía que ser llevada adelante por actores y cantantes, y que el estilo iba a ser el hip hop. Buscaban gente que rapeara, que actuara, hiciera beatbox y bailara breakdance.
El equipo creativo evaluó a los jóvenes en las distintas disciplinas, y enseguida descubrió que las herramientas con las que contaban eran infinitas. Finalmente, luego de un largo confinamiento y algunos cambios en el elenco, lo elegidos para desembarcar en la calle Corrientes fueron Nahiara Muchico, Alberto Troncos, Luis María Peña Maciel, Víctor Corro, Elizabeth González, Facundo Giordano y Simón Tobías, que hoy conforman el elenco junto al actor experimentado Nahuel Quimey. "Uno que hace teatro musical lucha toda su vida por actuar, cantar y bailar, y ya se jacta de que hace las tres cosas. Entonces no podíamos creer que estos pibes pudieran encarar veinte disciplinas", cuenta el director de la pieza musical, una coproducción de FIBA, Arte en Barrios (el programa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que promueve la actividad cultural en barrios vulnerables) y la sala independiente El Método Kairós.
Del encuentro surgieron condiciones muy propicias para el teatro musical, un gran aporte en términos del género que significa un empujón hacia adelante, más allá de lo que se ve en el teatro comercial. "Ese fue el germen inicial, luego la idea fue mutando un poco, hicimos una visita a Ciudad Oculta para ver uno de los talleres de rap que se hacía por Arte en Barrios, y comenzó a cobrar forma la historia de Mateo, personaje que no vemos, pero que tiene la posibilidad de elegir entre dedicarse al arte o seguir el camino que lo lleva a delinquir, a consumir drogas, otro tipo de cosas. Más que aleccionar, se trata simplemente de mostrar esta realidad y no juzgar, sino entender y comprender", sigue Delgado.
Por su parte, Nahuel Quimey (que participó en obras como In The Heights o Caso de éxito, entre muchas otras) cuenta su experiencia: "El primer encuentro fue un poco raro para mí. Los chicos, todos de hip-hop, tiraban vueltas en el piso, cosas de las que no tengo idea cómo se hacen, y entendí que era otro plan de obra. Me costó un poco al principio, me sentía medio como un sapo de otro pozo. Pero después nos fuimos conociendo, todo empezó a fluir de una forma muy hermosa y llegamos a esto que es El arrebato, y es una bomba", asegura. Fue uno de los dos actores convocados especialmente por fuera de las audiciones. El segundo, Facundo Giordano, entró como reemplazo de Zacarías Fraga.
Luis María Peña Maciel llegó a la primera audición en Soldati por medio de un amigo. Baila hip hop, breakdance, y quedó seleccionado como integrante del elenco: "Por las características de El arrebato pedían personas directamente relacionadas con el hip hop, ya que en este último tiempo hizo mucho trabajo social, se metió mucho entre los jóvenes, y está bueno que se pueda desarrollar un arte donde los chicos se puedan expresar y comunicar. Justamente entra en los barrios marginados y en las villas donde se puede comunicar lo que está pasando, una situación real que se vive a través del hip hop, ya sea bailando, haciendo grafitis, rimando o componiendo música" asegura.
Por su parte, otro de los artistas urbanos seleccionados, el bailarín Alberto Troncos asegura: "Siempre me dediqué a la danza, pero esto era algo nuevo, porque es un musical, y hay que estar presente en todo momento, junto a estos chicos talentosos. Siempre viví en barrios vulnerables, y gracias a la danza no me fui para otro lado".
Nahiara Muchico es cantante y llegó a la primera audición atemorizada porque no sabía nada de la cultura hip hop, no tocaba, no tenía ese feeling. "Vi que todos rapeaban, bailaban break dance, tiraban beatbox, y me pregunté qué hacía acá. El primer día de ensayo fue una locura, un nivel de exigencia con el que yo nunca había laburado. Fue un reto para mí tener que rapear, pero también fue divertido investigar cada cosa, y ver cómo poder hacerlo", reflexiona.
Elizabeth González hace beatbox, dice que jamás hizo una coreografía y que la primera vez que fue a las audiciones pensó que era demasiado para ella: "Estaba muy dudosa en ir a las pruebas, tenía mucho miedo, y cuando llegué me dio más miedo aún, porque me encontré con toda la gente de la cultura hip hop. Personas muy ‘grosas’, pero intentamos dar todo. Creo que nos superamos un montón, fue una oportunidad para crecer", señala.
Víctor Manuel Corro Gamboa vive en la Villa 31, es venezolano y se inició como bailarín tropical en las calles de Caracas. "Me encanta el elenco con el que trabajo, todos ellos son unas personas maravillosas. El director me ayudó a expresarme como actor y de cada uno aprendí muchas cosas. Llegué a las audiciones por unos amigos, y aunque no soy del mundo del break, me dijeron que iba a ser una experiencia nueva para mí, y me propuse aventurarme".
En cualquier caso, ensayo a ensayo, tanto de un lado como del otro sigue sorprendiendo el encuentro de dos mundos. El mundo del teatro musical, quizá más riguroso y profesional, con el mundo del arte urbano y callejero, ese bagaje riquísimo que aportaron cada uno de los artistas seleccionados.
"Fue un tira y afloje. Nosotros les decíamos: ‘para mañana te tenés que saber esta letra y los pasos pulidos a la perfección’, y al otro día no sucedía. Al principio me enojaba, y después dije: tal vez no sea por este camino, hay que aflojar un poco. Y ellos también, se ponían a estudiar y llegaban con el texto más o menos aprendido. Esa sinergia se fue construyendo entre ambas partes y llegamos a una dinámica de comunicación muy especial y única, porque no sabíamos para dónde iba esta relación. Y fue para un lado muy lindo. Dos mundos distintos unidos por la pasión", concluye Delgado.
La obra, además, tendrá su versión local en Bahía Blanca, con dirección de Mariela Asensio, luego de haber sido seleccionada por la Comedia Municipal del Instituto Cultural de esa ciudad bonaerense, entre todos los proyectos presentados.
El arrebato
De Emiliano Dionisi y Martín Rodríguez. Únicas 6 funciones, los martes, a las 21. Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Valor de la entrada, $1000, a la venta por www.plateanet.com
MINIBIOS
Luis María Peña Maciel
Sus padres son uruguayos, vinieron a Argentina hace más de 40 años, y se instalaron en una casa en Caballito. Tiene 28 años, es bailarín de hip hop y danzas urbanas. "Comencé a bailar con mi hermano. Me introduje en lo que es el breaking, y todo lo que hago me lo trabajé solo, me formé prácticamente solo, en el encuentro con personas que ya estaban metidas en la cultura hip hop, o estaban bailando. Era reunirme con ellos, juntarme a entrenar, compartir momentos", recuerda. Comenzó a bailar con un grupo en Plaza Irlanda, y más tarde en el Centro Cultural La Paternal, de Gaona y Caracas. Desde hace 10 años participa del taller de breaking que se dicta en el lugar. "Ahí recurrí bastante tiempo a hacer un entrenamiento libre, había música y bailabas, te nutrías de los que estaban ahí, y así me fui curtiendo", asegura.
Alberto Troncos
Es peruano y vino a radicarse en Argentina hace 4 años atrás. Son 10 hermanos, su padre se dedica a mantenimiento y su madre ama de casa. Ahora vive solo en la Villa 31 y se dedica a la danza. Comenzó haciendo acrobacia con sus hermanos mayores y sus amigos, y a los 11 años empezar a trabajar en los semáforos de Lima y ganar su primer dinero en la calle. "La danza es mi salvación, mi pasión y mi refugio. La danza es mi mayor motivación, la que siempre está ahí cuando más la necesito y me da muchos momentos de alegría", asegura.
Elizabeth González
Tiene 29 años, vive en Mataderos y su especialidad es el beatbox. "Nosotros vivíamos en Ciudad Oculta, y mi viejo hizo todo lo posible para poder salir del barrio. El día que pudo terminar la casa lloramos. Recalco de mi familia el esfuerzo que hicieron", señala. Cuenta que su personaje se llama Ela, y la define como una mujer súper empoderada. "Creo que a todas las mujeres nos cuesta un montón llegar a ese nivel de empoderamiento y de fuerza, de sentirte segura de vos misma, de quererte y plantarte sin ningún drama. Por eso me siento muy identificada con ella", sostiene. También dice que siempre quiso hacer teatro y nunca pudo, hasta que recién hace dos años atrás pudo pagarse las primeras clases. "Me gustaría seguir el camino de la actuación, con esto me di cuenta de que quiero seguir por acá", asegura.
Facundo Giordano
Tiene 29 años, es de San Miguel, su especialidad es bailar hip hop y contemporáneo y desde hace ya unos años se dedica también a cantar. "Siempre me gustó rapear, tirar free, y cuando se presentó la oportunidad de reemplazar a uno de los chicos del elenco, el director con el que había compartido un laburo o anteriormente se acordó de mí, cuando en los ensayos y los baches tiraba free y jugábamos con eso y me llamó a una audición cerrada en la que fui, baile, rapee, por suerte les gustó y acá estoy", cuenta Giordano. Y añade: "Mi mayor expectativa es que podamos seguir contando esta historia, la verdad es que es una oportunidad hermosa. Yo iba a estrenar en marzo y justo cayó la pandemia así que tardé casi un año y medio en poder hacerla, y hoy es hermoso poder volver al teatro, recibir al público y contar una historia tan real, tan fuerte y de la que no se habla".
Nahiara Muchico
Cantante y actriz, tiene 19 años y vive en Villa Soldati con su madre y su hermano. "Empecé a cantar sola, de chiquita escuchaba mucha música, artistas virtuosos como Whitney Houston, Christina Aguilera, Michael Jackson o Freddie Mercury, cosas bien explotadas en voz. Y dije yo quiero ser igual", recuerda. Su personaje es María, la madre del protagonista. "Relacioné la historia de ese personaje con mi vieja, una mujer que siempre luchó por lo que quiso, trató de proteger lo suyo y a pesar de que siempre se hizo difícil siguió adelante y luchó porque no le falta nada. Es lo que siento que María hace en la obra", reflexiona.
Víctor Manuel Corro Gamboa
Es venezolano, bailarín tropical, tiene 30 años y vive en el Barrio Carlos Pedro Mujica (Villa 31). Hijo único, cuenta que llegó solo al Buenos Aires y luego trajo a su madre. "Llegué de Venezuela hace 3 años. En parte me trajo la crisis de allá, porque ya no se podía viajar, ni salir, ni estar tranquilo, te mataban por cualquier cosa. Estuve en una protesta y uno de esos policías disparó y me tocó en el brazo con una bomba lacrimógena. Estuve meses con un yeso muy mal, encerrado entre cuatro paredes, me costó mucho. Es una parte de la vida que quiero olvidar, estoy acá para hacer una vida nueva", cuenta. Se inició como bailarín en las calles de Caracas, y luego conformó un grupo de baile que le permitió girar por todo el país y hasta participó de un show con el productor musical, cantante y compositor Oscarcito. "Soy profesor de danza tropical, doy clases de salsa, bachata, merengue, zumba, y reggaetón en la villa. Me gano la vida con eso.
Simón Tobías
Tiene 22 años, es de San Martín, pero su infancia la vivió en Florianópolis, Brasil, donde aprendió a rapear y hacer Beatbox. "Con siete años ya rapeaba y hacía beatbox en una banda de rap que se llamaba Somos 1. Cuando volví a Argentina empecé a hacer comedia musical, a meterme más en el ámbito artístico y entrenar baile coreográfico y baile hip hop", cuenta Simón, el último en incorporarse al elenco, al que llegó hace apenas un mes atrás a través de audiciones. "Cuando empecé a conocer la obra me fascinó, me pareció increíble, muy emocionante, y hacerla en la calle Corrientes es un impulso enorme para seguir creciendo, para seguir puliendo y aprendiendo todo lo que tiene para enseñarme ese escenario, ese lugar donde nos encontramos como elenco y como obra. Lo veo como una oportunidad única, como un nuevo camino, algo que va a abrir nuevos puentes", reflexiona.
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