El mundo íntimo de Evita: sus joyas, su máscara mortuoria y un unipersonal de Esther Goris, en el museo de Juan Carlos Pallarols
Todos los lunes, el orfebre Juan Carlos Pallarols abre las puertas de su museo-atelier para que 25 personas conozcan las joyas, la maqueta del sarcófago y la máscara mortuoria de Eva Perón, y asistan a un apasionado unipersonal de Esther Goris
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Para los amantes de la historia, la experiencia puede ser atrapante. Es de suponer que para los peronistas de la primera hora lo sea aún mucho más. No todos los días se pueden ver (¡y hasta tocar!) las joyas originales que usó Eva Perón en sus actos ni mucho menos acceder a lo que, hasta ahora, se desconocía que existiera: su máscara mortuoria y una maqueta del sarcófago aprobada por Juan Domingo Perón. El evento, restringido a un público limitado, se completa con una nutrida picada y un unipersonal de Esther Goris, titulado Evita, la más amada, la más odiada, en el que pasa revista a la vida y obra de “La abanderada de los humildes”.
Todo esto sucede los lunes a las 19 en el museo-atelier del orfebre Juan Carlos Pallarols (ubicado en Defensa 1094, en el corazón de San Telmo), previo pago de 50.000 pesos, en el caso de los asistentes locales, o de 100.000 pesos, si se trata de turistas, y luego de haber hecho las reservas de rigor escribiendo con suficiente anticipación a museopallarols@gmail.com. A la velada sólo pueden asistir hasta un máximo de 25 personas por lunes. El mismo Pallarols en persona da la bienvenida y ofrece una charla al paso sobre la inusual memorabilia que atesora en cada cuarto de su propiedad.
La que más impacta está guardada bajo cuatro llaves, en un cuarto secreto, que abre y cierra cada vez que aparecen los invitados: la maqueta del sarcófago de Eva Perón, que remite a una larga historia –en parte truculenta– atravesada por los fuertes vaivenes políticos de mediados del siglo pasado. La misma podría abreviarse así: producido el deceso de Eva Perón, el 26 de julio de 1952, el médico español Pedro Ara trata su cuerpo con sustancias químicas y parafina para recuperar y conservar la belleza original de su rostro y luego, por solicitud de Perón, se le encomienda al orfebre Carlos Pallarols Cuni (padre de Juan Carlos) la confección de un sarcófago de plata. Se trataba de una tapa forjada y cincelada que cubriría el cuerpo de la esposa del presidente, “realizada en láminas de plata con algunos detalles en oro, que una vez al año, cada 26 de julio, se levantaría para que la gente pudiera ver el cadáver momificado”.
Para llevar adelante la obra, Pallarols Cuni fundió todo el metal que tenía y comprometió su capital personal para adaptar su taller y conseguir todos los elementos necesarios para la realización de una obra de grandes dimensiones. Luego, para poder avanzar con el trabajo tuvo que recurrir a préstamos privados. No le pidió al gobierno ningún adelanto monetario ni le exigió un contrato porque consideraba que “la palabra tenía más valor que cualquier papel”. El sarcófago de plata iba a ser incorporado a los pies de una gigantesca figura de un trabajador de 45 metros de alto, titulada Los descamisados. La idea estaba tomada del monumento a Los inválidos, de París, donde descansan los restos de Napoléon Bonaparte.
Durante tres años dedicó tiempo completo a la labor, hasta que en 1955 estalla la Revolución Libertadora y el golpe militar destituye al presidente Perón. Al año siguiente, el nuevo gobierno emite el decreto 4.161 que obliga a deshacerse de todo elemento relacionado con el peronismo. Pallarols Cuni no sólo se vio obligado a destruir años de esfuerzo sino que quedó sumido en una terrible deuda, ya que no alcanzó a cobrar nada por el trabajo realizado hasta ese momento.
Fue en ese contexto, explica hoy Juan Carlos Pallarols a LA NACIÓN, que “mi padre tuvo que olvidarse de la palabra empeñada y fundir la plata –¡130 kilos!– de toda aquella obra”. No obstante, y aquí aparece el factor sorpresa, la familia –que había sido dueña del Café Tortoni– logró preservar la maqueta a escala reducida del sarcófago, de 1,20 m. de largo (la mitad del tamaño original), trozándola en varias partes y envolviéndola en distintos manteles y canastos (del reducto gastronómico de Av. de Mayo), que luego fueron enterradas en la quinta familiar de Rafael Calzada. Recién tras el advenimiento de la democracia, en 1983, fueron desenterradas, restauradas y pegadas hasta que la maqueta recobró el formato original. Fue para ese entonces, también, que Pallarols hijo decidió homenajear a su padre (que murió en 1970) rescatando del olvido otro objeto invalorable de su padre: la máscara mortuoria de Eva Perón. La misma había sido realizada por Pallarols Cuni a partir de un molde tomado del rostro de Evita durante el proceso de conservación llevado a cabo por el Dr. Ara. Luego, a partir de ese molde celosamente guardado, Juan Carlos Pallarols resolvió darle luz en una obra renovada: La Máscara de Evita.
Más adelante, en el recorrido por el taller-museo de Pallarols, en uno de los livings de la propiedad de tres plantas, el público se encontrará con una enorme vitrina. En uno de los extremos aguarda otra de las sorpresas de la visita: las joyas de Eva Perón. Todas fueron adquiridas por el dueño de casa –que paradójicamente se jacta de no ser peronista “ni de ningún otro partido”– en diferentes ocasiones. Se destacan un broche del escudo del Partido Justicialista, “que Evita usaba habitualmente en la solapa de sus trajes, que luego lució durante el velatorio y que más tarde, misteriosamente, desapareció hasta que lo encontré y lo compré en el Monte Pío de Madrid”; la orden de Mérito, que le otorgó Franco durante su viaje a Europa, adquirida a la familia Guardo; el primer diseño de la Orden del Libertador “que hizo mi papá en 1948″ (en realidad para Perón) y una espectacular gargantilla de oro, diamantes y rubíes “que le regaló el empresario naviero Alberto Dodero luego de venderle al Estado la flota de ultramar”. Cuenta Pallarols que después de recibir semejante presente, Eva Perón le envió una esquela a Dodero: “Hoy usted y su señora me han hecho sentir una reina”. “Y está bien que lo haya hecho –opina el orfebre– porque esta es una joya que ni la reina de Inglaterra habría esperado”.
A los 45 minutos de haber arribado al lugar -después de recorrer las distintas salas (donde también aparecen exhibidas copias de las piezas que Pallarols creó para Lady Di y Máxima Zorreguieta) y disfrutar de la picada regada con buenos vinos- el público visitante es invitado a ingresar al comedor principal de la casa. Y a presenciar una verdadera función teatral privada, estilo tertulia. Allí se producirá el momento más emocionante de la noche, cuando aparezca Esther Goris y retome el personaje que la consagró en 1996, cuando protagonizó el film Eva Perón, la verdadera historia, de Juan Carlos Desanzo.
“En realidad se trata de una charla sobre su vida, que mecho con algunos de sus discursos y fragmentos de la película, que escribí en 2019 cuando se cumplió el centenario de su nacimiento. En el verano Pallarols me llamó y me preguntó si tenía ganas de hacer algo en torno a la figura de Eva, porque él quería acercársela a los turistas que visitan su museo. Yo le ofrecí hacer Evita, la más amada, la más odiada y ahora la experiencia está dirigida a todo el mundo, tanto a los extranjeros como a los argentinos”, comenta la actriz. Para los extranjeros que no entiendan el idioma español, se ofrecen auriculares en los que se escucha –otra gran novedad de la cita– a Goris hablando en inglés gracias a la IA, “que me traduce y hasta reproduce la cadencia de mi voz”, comenta la actriz.
“Esta es una experiencia muy única, y desde ya exclusiva, ya que es para apenas 25 espectadores que se sientan alrededor de una mesa para escucharme, en un mano a mano conmigo y con la historia. No niego que lunes tras lunes la situación me genera nervios, pero el resultado siempre termina siendo positivo y la devolución de la gente es maravillosa. Sean extranjeros o locales, todos terminan con los ojos humedecidos. Y yo también, por qué lo voy a negar”, reconoce la intérprete, quien a lo largo de una hora recorre con pasión los momentos esenciales de la vida de Eva Perón, aquellos que forjaron su carácter y luego la convirtieron en mito.
“Cada lunes, cuando me vuelvo a poner en la piel de Evita, siento la misma emoción que viví el primer día de filmación de Eva Perón, la verdadera historia, hace tantos años. Aunque nadie me lo crea, encarnar a Eva Perón es una tarea muy fácil porque no hay más que poner sus palabras en boca de uno para que la emoción aflore y todos terminemos conmoviéndonos”, confiesa la actriz, que reconoce que a lo largo de todos estos años, desde que se estrenó el film, el público no dejó de recordar su labor en él. “Aunque haya interpretado muchos roles, incluso a otras figuras que hicieron historia, como Coco Chanel, la gente me identifica con este personaje. Pasan los años y, como me sucede aquí todos los lunes, sigo recibiendo el cariño del público por haber encarnado a Evita, lo cual para mí es un honor”, concluye Esther Goris.
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