El mito del Fausto, en títeres
Fausto Criollo. Autor: Mario Esteban, basado en la obra de Estanislao del Campo. Dirección general: Mariano Cossa. Dirección musical: Mario Esteban. Intérpretes: Sandra Antman, Ema Fernández Peyla, Mariano Cossa y Miguel Rur (titiriteros), Melina Salem, Carolina Fernández, Analía Castro, Lorena Rojas, Mario Esteban, Jonathan Tótoro, Federico López, Walter Uranga, Lucho Sellan, Damián Tepman y Nicolás Tindiglia (músicos). Música: Mario Esteba. Escenografía y títeres: Rodrigo Milanesio y Gerardo Porión. Luces: Leandro Rodríguez. Sala: Raúl González Tuñón, Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1561. Funciones: sábados 16 y 23, a las 19.30. Duración: 60 minutos.
NUESTRA OPINIÓN: MUY BUENA
El relato del gaucho Anastasio sobre su visita a la gran ciudad, entreverado con algunos tragos de ginebra, causa asombro a su amigo Laguna. Es que no es para menos, si ha visto al mismo mandinga en ese edificio imponente, "el gran tiatro de Colón". Ilustrando el diálogo de los dos actores que representan a los gauchos se abre el frente del teatro, dejando a la vista el escenario sobre el que se desarrollará la versión del Fausto criollo de Estanislao del Campo subtitulada opereta folclórica.
En ese retablo de la memoria de Anastasio el Pollo cierra el Doctor Fausto su pacto con Lucifer para que lo ayude a conquistar a la rubia de sus amores. Los personajes son presentados como protagonistas de una fábula campestre, de zorro diabólicamente astuto y quirquincho poco agraciado y un tanto ingenuo. El relato de la acción está en gran parte a cargo de un coro de cámara que recorre los versos de Del Campo en los más diversos géneros y ritmos folclóricos, desde gato y chacarera, hasta cielito y chamamé. Del coro, ubicado a ambos lados del retablo, se desgajan las voces solistas de los parlamentos de los títeres.
En los entreactos de la ópera de Gounod, representada siempre según la visión de Anastasio, reaparece el intercambio de opiniones y tragos en tono de pulpería entre los compadres. Mariano Cossa y Miguel Rur asoman para ello sus cabezas entre los telones del escenario lírico, aportando humor vivaz en las pausas del desarrollo titiritesco y esencialmente musical de la obra.
La transmutación del texto satírico de Estanislao del Campo en fábula a cargo de títeres, con actores y músicos en vivo, lo abre a un público amplio, a partir de los diez años quizás, que está dispuesto a tomarse con humor incluso el final tremebundo de la fallida relación de Fausto con la bella Margarita. La adaptación escénico-musical de Mario Esteban y la puesta de Mariano Cossa logran así ser fieles a la intención humorística del texto original.
Por momentos se debilita un tanto el papel de los títeres, al ser subsidiarios en su accionar del canto coral. Parecen reclamar un poco más de voz propia, como la lleva por tramos el zorro-diablo con énfasis convincente. Los personajes graciosamente delineados toman, cuando llevan la voz cantante, el rol de contrapunto necesario para alternarse en el protagonismo frente al coro y a los comentarios de Anastasio y Laguna, formando así una tríada de dinámica interesante. Un hallazgo es la pequeña pantalla que reproduce los versos cantados –un tanto ajenos sin duda al habla de los chicos de la ciudad contemporánea-, al estilo de las grandes producciones teatrales internacionales.
El acercamiento de un clásico de nuestra literatura, del lenguaje gauchesco y a la vez de todo un despliegue de los géneros folclóricos en una sumamente cuidada interpretación vocal, tamizado todo a través de la mirada humorística forma un combo atractivo y poco frecuente. Y aun con todos los filtros que lo mediatizan, ofrece incluso una referencia, no tanto a la ópera como género –más allá de la presencia del gran teatro lírico porteño-, pero sí al mito fáustico anclado por Goethe en la literatura universal.
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