
El Maipo quiere revancha con una nueva revista
Los números se suceden con las secciones de un diario; se luce Ximena Capristo y son muy largas las incursiones de Miranda! y Lanata
La rotativa del Maipo (Más que un diario... ¡una revista!). Una creación de Ricky Pashkus, Elio Marchi y Lino Patalano. Con Jorge Lanata, Miranda!, Ximena Capristo, Sergio Lois, Florencia Daneu y otros. Música original, arreglos y dirección musical: Mike Ribas. Coreografía: Gustavo Carrizo. Coreógrafos invitados: Ana María Stekelman y Miguel Robles. Producción artística: Lino Patalano. Dirección general: Ricky Pashkus. Teatro Maipo: Esmeralda 443. Funciones: los miércoles, jueves y viernes, a las 21.30; los sábados, a las 21.30 y a las 23.30; los domingos, a las 21. Duración: 100 minutos. Entradas: desde 50 hasta 150 pesos.
Nuestra opinión: buena
Que se queden tranquilos Pinti, Gasalla y Perciavalle: sus bien ganados laureles como más que eficaces capocómicos sobre un escenario no han sido puestos en discusión, en lo más mínimo, con la asombrosa llegada a las tablas de Jorge Lanata, que se dispersa en un kilométrico monólogo con temas muy difíciles de atar unos con otros y en los que el humor jugó de manera muy lateral, por lo menos en la primera función al público de anteanoche.
La aparición del exuberante periodista, ahora más multimediático que nunca, en La rotativa del Maipo , se hace desear. Forma parte del penúltimo y más largo número de los catorce cuadros que conforman la segunda propuesta en el género del teatro de revista que presenta en una misma temporada Lino Patalano, tras Maipo siempre Maipo , cuya exitosa repercusión resultó insólitamente tronchada por los continuos desplantes de Antonio Gasalla que obligaron a su prematuro levantamiento.
Estructurada a la manera de las distintas secciones de un periódico, se suceden con agilidad diversos cuadros cuyo común denominador es una danza colectiva, muy aeróbica, sin demasiados matices y previsible, que permiten exhibir repetidamente la agilidad del cuerpo de baile que va y viene por el escenario e, incluso, por sendas pasarelas que se extienden a los costados a lo largo de las primeras filas. Lo hacen con distintas consignas, a veces para ilustrar meras situaciones; otras, para desarrollar pequeños argumentos. No hay demasiados contrastes entre unas y otras coreografías (la mayoría de Gustavo Carrizo, uno de los más destacados coach de "Bailando por un sueño"), una sola de Miguel Robles y en la mejor, en cuanto a creatividad y armado, "Ama de casa desesperada", Carrizo recibe los aportes siempre valiosos en la materia de Ana María Stekelman.
Eliminados los baches de silencio entre un número y otro, y cierto gélido esteticismo que Claudio Segovia impuso al espectáculo anterior, ahora Ricky Pashkus sin aquel condicionamiento logra hacer avanzar el show con mayor velocidad y coherencia, sin regodeos pretenciosos, de manera amena, con un eje temático simple y claro que logra darles fácil cohesión a las variedades que se suceden, con oportunas y fugaces proyecciones introductorias. Sin embargo, falta resolver mejor las esperadas incursiones, por distintas razones, de Miranda! y de Lanata, que se estacionan en sendas y largas únicas presentaciones que, sin embargo, lucirían mucho mejor intercaladas en un mayor número de apariciones más breves.
Los siete hits del repertorio de la muy popular banda pop ratifican su habitual simpatía y profesionalismo, ya que despabilan al público con un minirrecital pegadizo, primera ruptura del ritmo que venía teniendo el espectáculo. Algo más tarde, los 40 minutos holgados durante los cuales Lanata, en soledad, se estaciona en el escenario del Maipo en una farragosa ilación de temas extraños entre sí termina por dislocar los tiempos, y el clima de la sala se desorienta. Los apuntes autorreferenciales mechados con un poco de actualidad dan paso a una árida comparación entre la memoria de una computadora y el cerebro de un chico para aludir a los efectos nefastos de la desnutrición. De allí salta a una descolocada y larguísima biografía informal de Manuel Belgrano, que a más de uno disgustará. Antes habrá mostrado un par de videos y animado un simpático momento para demostrar cómo la mayoría de los inventos argentinos en verdad no lo son, asistido por amenas proyecciones y asido, como siempre, a una parva de papeles. Lanata pretende abarcar tanto que su bienintencionado y generoso esfuerzo se desluce. Es urgente operar allí para podar lo que sea necesario a la búsqueda de una síntesis que explote mejor y de manera más redonda las cualidades de su inefable personalidad (ver aparte).
Lo mejor por lo sorprendente y por lo original, muy festejado por el público, son los dos óptimos números de destreza y plasticidad de Veniamin Shows, de Las Vegas ("Peligro en el fondo del mar" y "El resorte humano").
Ximena Capristo es la única vedette, prolija y profesional, sobre el escenario. Juega parte de su gran potencial con un cuerpo contundente y trabajado de morocha argentina no siempre beneficiado por el juego de luces. Y vuelve a demostrar sus dotes de eximia patinadora (ahora no sobre el hielo, como en ShowMatch , sino sobre rueditas), muy bien acompañada por el "soñador" Sergio Lois.
Hay mucha y buena materia prima sobre el escenario del Maipo. Con rápidos y necesarios ajustes sobre la marcha, todo podría potenciarse mucho mejor. Por cierto, hacer más ostensible y recurrente el humor a lo largo y a lo ancho del espectáculo no sólo entonará mejor al público, sino que resulta del todo indispensable para que el conjuro mágico del teatro de revista se logre en toda su dimensión.