El Liceo recuperará su esencia
Carlos Rottemberg planea devolverle aspectos de su arquitectura original
Ya transcurrió mucho más de un siglo desde que en el solar que enfrentaba a la vieja plaza Lorea, de Rivadavia y Paraná, se inauguraba un gran barracón de madera llamado Eldorado, donde el mítico empresario francés monsieur Tourneville le ponía un poco de desparpajo a la ciudad con sus variétés. En 1877, el teatro pasó a llamarse Goldoni; en 1893, Rivadavia; en 1907, Moderno, hasta que en 1911, un grupo de intelectuales que se reunían en la confitería ubicada junto al pullman decidieron llamarlo Liceo, por el sitio de reunión en Atenas, donde Sófocles daba sus conferencias.
Para conmemorar su posible 140° aniversario, el empresario Carlos Rottemberg, que se hizo cargo de la sala en 1993, decidió devolverle algunos de sus aspectos originales, además de reacondicionarla tal como lo merece por ser el teatro más antiguo de América latina. Curiosamente, Adrián Incarnato, uno de los electricistas del teatro y apasionado con su historia, comenzó una investigación que contribuyó con datos importantes y esenciales para el empresario. "Tengo dos caminos con mis teatros: o refundirlos o refundarlos. Y defiendo la preservación de los edificios. No concibo la actividad teatral si no defendemos los ámbitos", aclara Rottemberg.
Las obras comenzarán el próximo lunes y finalizarían el 1° de marzo. Están a cargo del arquitecto Ariel Aidelman y contemplan notorios cambios que no modificarán el valor histórico de la sala sino que, por el contrario, se resaltarán. "Vamos a acentuar los valores arquitectónicos originales del edificio, renovando los mármoles de la fachada y el acceso. A su vez, el foyer recobrará la espacialidad acorde a la escala del teatro y se reforzará el carácter teatral de la sala, renovando butacas, alfombras y cortinados", explica Aidelman. Las incómodas puertas interiores que dividen el hall en dos, serán eliminadas y sólo quedarán las dos columnas principales, dándole mayor amplitud. A su vez, la boletería volverá a atender desde la calle, en lugar de estar en el interior de la sala, como en la actualidad.
"Un aspecto importante será la renovación total de la iluminación para volver a destacar el arte de los frescos del cielo raso. Asimismo, rescataremos los mosaicos de estilo colonial en los pasillos de los palcos. Se van a rehacer las piezas que faltan y eso es importante para completar los dibujos que forman", agrega el arquitecto. Entre otros cambios, se renovará completamente la marquesina y su cielo raso, con una estructura que reflejará la original, con molduras doradas que acentúen más el estilo actual, iluminación embutida y molduras perimetrales en bronce. Acorde con la remodelación del edificio, será reconstruida toda la vereda, con mosaicos graníticos de calidad, que darán realce al acceso al edificio.
"Todos hablamos de la calle Corrientes, y los dos éxitos históricos del teatro argentino, en convocatoria y recaudación, fueron «Salsa criolla» aquí, en Rivadavia y Paraná, y «Brujas», en Paraguay y Suipacha. Es mentira eso que dicen algunos de que el éxito de las obras radica en la ubicación de las salas", asevera Rottemberg, a su vez, dueño del Multiteatro, el Lorange, el Tabarís (alquilado a un grupo evangélico), en Buenos Aires, y el Mar del Plata, las salas de Corrientes y ahora también dueño del Atlas y el América, todas en Mar del Plata.
Una servilleta
El empresario no piensa en una inauguración rimbombante, con faros que iluminan el cielo o alfombras rojas. Sólo planea utilizar la misma tijera de podar que usó en la inauguración del Mar del Plata y el Multiteatro para cortar la cinta. Con el Liceo tiene un amor especial. Lo salvó de que en 1993 fuera convertido en un lugar de apuestas hípicas. En aquel entonces, Buddy Day, empresario de la sala, lo llamó para ofrecérselo y evitar venderlo a los ofertantes hípicos. "Firmamos el acuerdo en una servilleta, en un bar de Paraguay y Suipacha, en diagonal al Ateneo. Decía tres cosas: que lo podía pagar en tres años, que era «a tranquera cerrada», es decir, con todo adentro, y que me lo entregaba esa misma noche, cuando terminara la función. A las 18, llamé a mi mujer [Linda Peretz] y le dije que a las 2 de la mañana iba a ser empresario del Liceo. Le pregunté por qué me lo vendía y me respondió que el médico le había recomendado que no trabajara porque tenía la presión muy alta. Buddy es un gran hombre de teatro."
Aún no está confirmado qué espectáculo reestrenará la sala, pero es casi seguro que sea el musical "Jack, el destripador", de Juan Rodó y Mariano Taccagni, con dirección de Daniel Suárez Marzal. Cabe recordar que en el Liceo actuaron las mayores figuras del espectáculo argentino: Jerónimo y Pablo Podestá, Angelina Pagano, Blanca Podestá, Orfilia Rico, Camila Quiroga, Eva Franco, Pierina Dealessi, Paulina Singerman, Luisa Vehil, Eleonora Duse, Luis Arata, Pepita Díaz, Ana Lasalle, Francisco Ducasse, Salvador Rosich, José Gómez, César Ratti y, más recientemente, Thelma Biral, Enrique Pinti, Jorge Rivera López y Oscar Ferrigno. Asimismo, allí se estrenaron obras como "Las de Barranco", "Libertad de sufragio", "Los devotos", "Caín", "Bohemia criolla", "Los mirasoles", "Los invisibles", "El rincón de los besos", "La mano negra", "Amadeus" y la mencionada "Salsa criolla".
El teatro ya estuvo a punto de caer a manos de la piqueta en 1977. Un aviso en un matutino anunciaba la venta de sus 600 metros cuadrados, por la suma de 120 millones de pesos. Los sucesores de José A. Gerino, dueño de la sala y fallecido en 1955, no tenían interés en el teatro. Pero el ámbito cultural se movilizó enseguida, y Buddy Day y Julio Werthein adquirieron la sala.
"He viajado mucho por Europa y Norteamérica de muy joven y, hace cincuenta años, me encontré con un libro que decía que el teatro Liceo era el más antiguo de Sudamérica. Leí que el techo es plano y fue pintado por pintores de Europa. Lo primero que hice fue dirigir cuatro reflectores para arriba y el público siempre miraba para arriba. Daba la sensación de curva, pero era plano. Berni decía que esos frescos eran una maravilla", explica Buddy Day, hoy con unos flamantes 93 años. "Me lo salvó el público, que no paró de llenarlo, igual que al Odeón. En ocho días arreglé con Rottemberg. No dudé: era la vida o la muerte. Los médicos me dijeron que si quería vivir, no podía seguir en el ámbito teatral. El Liceo significa para mí la culminación de mi vida: lo último que hice y, para colmo, con «Salsa criolla», que está siendo considerada la de mayor duración en habla castellana", agrega.
Uno de los últimos testigos de la gran Buenos Aires teatral de principios del siglo pasado volverá a brillar como antes.
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