El lenguaje del básquet se pone a prueba en otro campo de juego
En Categoría mosquito, Andrés Molina toma el movimiento del baloncesto desde una perspectiva coreográfica en un desplazamiento que entabla vínculos con otras experiencias previas
No necesariamente el básquet, como tal, se circunscribe al mundo de la NBA, a las permanentes noticias que generan Manu Ginóbili o la liga nacional. Detrás de dos equipos cuyos jugadores deben introducir el balón en un aro en alto lanzándolo con las manos hay otros posibles territorios sobre los que algunos artistas escénicos locales vienen indagando.
Hace ocho años, la bailarina y coreógrafa Luciana Acuña presentó un obra que llamó, simplemente, B. En una salita ubicadas a pocos metros de la calle Warnes tenía lugar esta experiencia en la que una de las fundadoras del grupo Krapp compartía el desafío junto al actor Alberto Ajaka cuando todavía no era famoso y el basquetbolista Leonardo Calogero, de amplia trayectoria en el medio.
B tenía algo de ensayo abierto (o de entrenamiento abierto) del cual podían participar unos pocos espectadores que se ubicaban detrás de unas rejas para ver a una bailarina de 1,63 metros de altura desafiando, interactuando y poniendo en tensión las secuencias de movimientos de Ajaka, actor que de joven había practicado el baloncesto en Vélez, y Leonardo Calogero, basquetbolista ya retirado. En verdad, así lo recuerdo: en aquella experiencia cargada de tensión se producían varios desplazamientos, como apreciar ese mundo de volcadas que la televisión convierte en un show para millones de espectadores en una ceremonia teatral de extrema intimidad. Ese desplazamiento, como la variedad de capas que se iban articulando, tenía momentos mágicos.
En otra sala con magia propia, Gascón 104, los viernes, a las 21, el bailarín, actor y director Andrés Molina presenta Categoría mosquito. Andrés es un excelente intérprete formado tanto en lo actoral (Guillermo Cacace) como en danza. Lo demostró claramente en Villa Argüello, de Celia Argüello Rena, y en ¡Adentro!, de Diana Szeinblum. Hasta los 17 años, cuando se vino a vivir Buenos Aires, fue basquetbolista en La Pampa en los clubes All Boys y Estudiantes. Bajo estas perspectivas, tal vez haya que interpretar Categoría mosquito como un puente entre sus propio pasado y su presente, y otro puente expresivo que se nutre tanto del teatro y la danza como de lo deportivo.
La categoría mosquito, así lo especifica la Confederación Argentina de Básquet, es la que integran chicos y chicas menores de 8 años. Después de ver el montaje, lo de mosquito se puede prestar a otra lectura: como algo que sobrevuela y da vueltas todo el tiempo alrededor de los rígidos movimientos del básquet, sus reiteraciones ensayadas hasta el cansancio y las tensiones (¿poéticas?) de la situación de ataque y de defensa. En Categoría mosquito el lenguaje kinético del básquet revisitado por Molina, transpira teatralidad en medio de un espacio que tiene tanto de gimnasio como de sala de teatro, en medio de una propuesta que tiene tanto de partido oficial como de rito sudoroso de entrenamiento y que fue ensayada tanto en un club de barrio como en la sala ubicada en Gascón y la vía del tren, que resulta ser tan funcional y orgánica para esta propuesta. Es más: en las grandes dimensiones de ese espacio, que excede la rígida métrica de las típicas salas alternativas, la propuesta se expande con suma organicidad.
En el proceso creativo de esta experiencia, Andrés Molina evitó dos elementos vitales del básquet: la pelota y el aro. No se lo dijo a los 11 actores/bailarines hasta avanzado el proceso de ensayo porque quiso que el heterogéneo grupo de performers corriera detrás de la pelota para, luego, prescindir de ella, pulir el proceso, ponerlo en crisis. Son los cuerpos de ellos y ellas, en tensión o en situación de tiempo muerto, los que dan cuerpo a este universo domando driblings, repiqueteos, movimientos laterales y volcadas milimétricamente ensayadas como si fuera un actor que busca el tono exacto a un texto.
Los "mosquitos" de Categoría mosquito son once. Para algunos actores/bailarines se trata de sus primeros trabajos. Otros, como Lisi Gay y Diego Rosental, no. Con música en vivo de Gastón Poirier, el inquietante montaje tiene lugar en un espacio escénico en el cual están dibujadas las típicas líneas geométricas de una cancha de básquet. Las mismas típicas y rígidas líneas que el trabajo en sí mismo desdibuja para concentrarse en la abstracción del movimiento del baloncesto en una expansiva y concentrada recreación de la atmósfera de este deporte convertido en gran show mundial que, como alguna vez hizo Luciana Acuña o como hace Andrés Molina, lleva la pelota hacia otro seductor campo de juego.
Deporte escénico
En mayo de 2009, en un sala en el corazón de un barrio dominado por la venta de repuestos de automóviles tuvo lugar B, un experiencia teatral de Luciana Acuña, una de las fundadoras del grupo Krapp. En ella, la práctica del básquet era llevada, radicalmente, al territorio de lo teatral. Actuaban ella, el actor Alberto Ajaka y Leandro Calogero. Al tiempo, Luciana, junto a los Krapp, hizo Olympica, una obra en la que todos los integrantes repasaban disciplinas deportivas. Actualmente trabaja con tres gimnastas para una puesta diseñada en el CCK.