El inquietante universo de David Mamet visto por la lupa erudita de Hugo Urquijo
El director y psiquiatra está inmerso en una cruzada por rescatar los mejores textos de grandes dramaturgos; ahora aborda una pieza que expone al individuo frente a las instancias de poder
Con una vasta trayectoria tanto en la escena oficial como en la comercial y la alternativa, el director Hugo Urquijo sigue apostando al teatro de texto. Le interesan las historias y mediar para que el público se entregue a ellas. A lo largo de su carrera, dice que se ha dado grandes gustos. Montó textos de Luigi Pirandello, Samuel Beckett, Antón Chéjov, Federico García Lorca, Bernard Shaw y Harold Pinter, además de muchos autores nacionales. Mantiene un profundo interés por la dramaturgia norteamericana. Uno de sus autores preferidos es Tennessee Williams, de quien llevó a escena Un tranvía llamado Deseo, El zoo de cristal y De repente el último verano. Entre los creadores contemporáneos, David Mamet le provoca una fuerte fascinación. De él dirigió Oleanna, en el Teatro San Martín (2000).
Y ahora vuelve a Mamet. En el Centro Cultural de la Cooperación acaba de estrenar La culpa, un texto sumamente inquietante que expone la historia de un médico psicoanalista que es convocado a declarar en el juicio que se le sigue a un muchacho, expaciente suyo, que mató a diez personas. Él se protege en el juramento hipocrático, en el secreto profesional, y decide no hacer ninguna declaración. Pero esa actitud complica su vida de una manera inusitada. Está interpretada por Adriana Salonia, Diego De Paula, Martín Urbaneja y Gabo Correa.
El texto retoma una línea muy importante que aparece en la dramaturgia de Mamet: el individuo frente a las instancias del poder. En el caso de La culpa, el poder mediático, el judicial, el de una corporación médica. "La situación llega hasta la instancia que el Estado le quiere sacar la matrícula a este médico -explica el director-. Me atrajo mucho esa beta de la obra. El individuo frente a las corporaciones, en lucha con ellas. Este psicoanalista se protege, incluso busca refugio en la religión, en su rabino, para poder aguantar ese golpe que es brutal, muy arrasador. Uno podría quizá criticarle esa tenacidad y casi terquedad a la hora de no hablar, no declarar, porque esa actitud le cuesta la carrera, su mujer, se le va vida en eso".
Dos cuestiones relacionadas con la escritura de David Mamet le resultan a Hugo Urquijo sumamente atractivas. Por un lado cierta particularidad que presenta a la hora de construir la estructura dramática en la que una escena no lleva a la otra o un conflicto al siguiente. "De pronto tiene saltos donde vas viendo a los personajes desde distintos ángulos y no siempre hay una continuidad lógica de una escena con la anterior", explica el director.
También hay rasgos de su manera de organizar los diálogos que lo atrapan. "Mamet es el inventor de la superposición en el habla -dice-. Escribe con puntos suspensivos. Un personaje no termina una frase y ya está hablando otro y luego el siguiente. En cuanto la idea está clara los personajes no terminan de hablar. Esta cosa de la replica superpuesta me gusta mucho y ahí encuentro un trabajado muy intensamente a la hora de encontrar el ritmo justo para que la acción progrese".
Hugo Urquijo es psicoanalista y esto lo lleva a poder comprender al protagonista de La culpa de una manera particular. El creador comenta que le ha dado elementos al actor Diego de Paula para que defienda a su personaje. "Este hombre puede ser muy criticable pero el actor que lo interprete no puede caer en eso. Por otro lado en general se tiende a considerar que Mamet puede tener una escritura muy intelectual y que los suyos son dilemas que se debaten racionalmente, intercambios de ideas pero sin que esté jugada la emoción. Yo me preocupé de lo contrario. Expongo el intercambio de ideas pero con un contenido emocional importante".
Dos obras que Urquijo llevó a escena anteriormente definen exactamente el modelo de teatro que está interesado en recrear sobre un escenario en la actualidad. Ver y no ver, del irlandés Brian Friel, y La mujer justa, una versión de la novela de Sándor Márai que realizó con Graciela Dufau. "Me gusta mucho el teatro que incluye un nivel narrativo importante. Ver y no ver eran monólogos, los intérpretes (Dufau, Arturo Bonín, Nelson Rueda) interactuaban muy poco y en La mujer justa extrajimos del original tramos que vehiculizaban la acción y de esa manera aparecía la dimensión dramática del relato".
El director tiene en cuenta que en el marco de la realidad argentina actual hay un sector de público que no está interesado en este tipo de propuestas. Convencido de que la retracción de espectadores en los últimos cuatro años ha sido muy grande entiende que de manera paralela se ha dado un avance, en el teatro comercial, de comedias muy livianas y esto ha llevado a que el teatro de texto se refugie en las salas alternativas.
"Soy bastante optimista y tiendo a pensar que hay un porcentaje de gente que dice, 'ya bastante drama tengo en lo cotidiano, si voy a un teatro es para reírme' -comenta-, pero esta es una parte del público y no creo que sea mayoritaria. Hay una porción muy grande que todavía aprecia el buen teatro y no necesariamente quiere ir a una sala a reírse, quiere ir a entretenerse que es distinto. Este Mamet no es una comedia pero es una obra muy entretenida porque te tiene en vilo durante una hora. Entonces el entretenimiento puede ir de la mano".
La culpa
- De David Mamet
- Centro de la Cooperación, Corrientes 1543
- Viernes y sábados, a las 22.15
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