El hipervínculo (prueba 7): juegos intelectuales y experimentación
Buena / Dramaturgia y dirección: Matías Feldman / Intérpretes: Mara Bestelli, Delfina Dotti, Eddy García, Paco Gorriz, Walter Jakob, Javier Lorenzo, Vanesa Maja, Ariel Pérez de María, Paula Pihchersky, Claudio Rangnau, Valentino Alonso, Martín Bertani, Pablo Brignoccoli, Gonzalo Carmona, Nicolás Gerardi, Augusto Ghirardelli, Juan Jiménez, Lucila Kesseler, Lina Lasso, Glenda Maislin, Agostina Maldino, Dora Mils, Aldana Nasello, Julieta Raponi, Pilar Rozas, Néstor Segade, Norberto Simone / Escenografía: Cecilia Zuvialde / Vestuario: Lara Sol Gaudini / Iluminación: Alejandro Le Roux / Sala: Teatro Municipal General San Martín. Corrientes 1530 / Funciones: miércoles a domingos, a las 20 / Duración: 160 minutos.
En un famoso artículo de 1936, el ensayista Walter Benjamin notaba que grabaciones, impresiones y filmaciones implicaban una relación distinta con lo artístico. Afirmaba, también, que el teatro era "la contrapartida más resuelta respecto de una obra de arte captada íntegramente por la reproducción técnica". Lo aurático del teatro se da en la unión de personas que conviven en un aquí y ahora irreemplazable. Matías Feldman pone a prueba este presente intenso de la enunciación teatral y lo cruza con un mundo de posibilidades infinitas que ofrece la tecnología con sus procedimientos de simultaneidad y adición.
El hipervínculo presenta una serie de escenas breves con escasa progresión: una entrevista de trabajo en un bar, un cuadro de Rembrandt, una serie estadounidense con acento de doblaje, soldados romanos, clérigos medievales, viajes a Marte, un largo etcétera. Es una dispersión en la que no se puede armar sentido de totalidad. El bombardeo de situaciones hace que el tratamiento de cada una de ellas sea, siempre, liviano. Desde lo teatral, entonces, se reproduce la confusión que alberga el vivir en un mundo hiperconectado, en el que a pocos clics de distancia se puede saltar de una imagen a otra. Este proyecto da escala y dimensión humana al caos. Son 29 actores, una escenografía con plataformas que entran y salen, unos 180 cambios de vestuario y proyecciones que arman un movimiento frenético el cual no siempre implica acción dramática. Predomina en el primer acto la floritura intelectual y la extensión puede volver la experiencia agotadora. En el segundo hay un cambio. Lo que al principio era abrir ventanas que se acumulaban, empieza a proponer fusiones y a hacer réplicas cada vez más fuertes. Llegan así los mejores momentos de la pieza, como el desopilante programa de chimentos en el que Felipe el Hermoso discute los problemas de alcoba de la realeza. Ahí el enlace ya parece haber alterado la percepción y lo que antes funcionaba por suma ahora empieza a pasar en simultáneo.
El poner lo teórico tan por delante puede hacer que buena parte del público rechace la propuesta y que otro se fascine con igual intensidad por el juego de referencias. Es un riesgo que se corre a conciencia. La pieza es la séptima de las diez partes del proyecto Pruebas, que Feldman lleva adelante hace años. El programa de mano advierte que estas "pruebas" no son exclusivamente obras. Tienen, también, bitácoras (redactadas por Juan Francisco Dasso y que pueden pedirse por mail), workshops e investigaciones, además de la forma escénica concreta.
Que la mayor sala de uno de los principales teatros del país presente una obra que busca experimentar es auspicioso. Es un tipo de trabajo que no podría albergarse en ningún otro lado. Asimismo, la compañía está compuesta por actores con recorrido en el circuito independiente, muchos de los cuales tienen aquí su primera experiencia en el teatro oficial. La elección de los mismos es óptima, sería muy difícil armar algo así sin grandes intérpretes dispuestos a seguir el juego.
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