El Gran Hermano de Orwell, en los polémicos tiempos de Donald Trump
La obra basada en la novela 1984, que se había estrenado en Londres hace tres años, llegó a Nueva York y generó gran polémica y lecturas que la ligan con la actualidad
NUEVA YORK.- La adaptación teatral de 1984, la novela distópica de George Orwell, se estrenó en 2013 y se representó durante tres exitosas temporadas en el West End londinense y a lo largo de varias giras internacionales por Boston, Los Ángeles y Washington DC. Se habló de llevarla también a los escenarios Broadway, pero no parecía haber ningún apuro. Pero entonces llegó la asunción de Donald Trump y, sobre todo, los ya famosos comentarios de la consejera presidencial Kellyanne Conway sobre los "hechos alternativos". Las ventas de la novela se dispararon hasta alcanzar el tope de todos los rankings en los Estados Unidos.
Duncan Macmillan, que escribió la adaptación y dirigió la obra junto a Robert Icke, le envió un mensaje de texto a uno de sus productores que decía simplemente "84 NY?". Y en menos de dos semanas se anunció oficialmente el estreno en la Gran Manzana, que se concretó hace unos días. "Creo que todos sentimos que el momento era ahora -recuerda Macmillan-. Que si no lo hacíamos, perdíamos nuestra oportunidad."
La obra -protagonizada por Tom Sturridge en la piel de Winston Smith, el hombre común que se rebela contra el Gran Hermano, y Olivia Wilde como Julia, su compañera, con quien mantiene un romance prohibido-, tal vez haya llegado a Broadway en el momento justo, tal vez incluso demasiado justo, dada la visceral reacción del público en algunas funciones.
Desde la asunción de Trump, se han estrenado varias obras que refieren directa o indirectamente a su presidencia. Algunas de ellas, como Building the Wall, de Robert Schenkkan, incluso ya han bajado de cartel. Y el unipersonal de Michael Moore, The Terms of My Surrender -"¿Puede una obra de Broadway derrocar a un presidente?", se preguntan sus carteles publicitarios-, se estrenará este mes.
La publicidad televisiva de 1984 usa las imágenes de Trump, Conway, y el vocero de la Casa Blanca Sean Spicer, así como eslogans de la neolengua orwelliana como "La ignorancia es fuerza". Macmillan dice que durante los ensayos con público, más de un espectador se puso a gritar "¡A resistir!"
Pero si esta adaptación -que no ha sido modificada en su dramaturgia para hacer referencia explícita a Trump- fue pensada para resistir contra algo, eso es, en todo caso, nuestras propias interpretaciones literales, según recalcan sus creadores. "Nuestro trabajo es mantener abierta la interpretación, y no reducir todo a un único significado -dice Icke-. Trabajamos mucho sobre ese punto desde que nació la obra, y cuatro años después podemos decir que el equilibrio sigue siendo exactamente el mismo."
El espectáculo combina el súbito y renovado éxito de un libro publicado hace 68 años con la impronta de dos luminarias en ascenso del teatro británico, que llegaron a la adultez mucho después del año de su profético título. En 2016, Icke, de sólo 30 años, se convirtió en el ganador más joven del premio Olivier a la mejor dirección, por su moderna adaptación de La Orestíada. Su Hamlet, protagonizado por Andrew Scott, es actualmente una de las obras más exitosas del West End. Macmillan, que tiene 36 años y es principalmente un dramaturgo, obtuvo gran reconocimiento por textos salidos de su pluma, como People, Places and Things, -que se estrenará próximamente en Estados Unidos-, y por adaptaciones para la escena de novelas como Ciudad de cristal, de Paul Auster, que acaba de terminar su temporada en Londres.
Ambos empezaron a trabajar en 1984 en 2013, cuando Icke buscaba un texto no teatral para completar la temporada del Teatro Headlong, la compañía de la que era director asociado. Revisando su biblioteca, de pronto sus ojos se detuvieron en la novela de Orwell, por razones que a él mismo le cuesta explicar. "Es bastante parecido a enamorarse: uno puede racionalizarlo sólo mucho después", confiesa. Entonces se contactó con Macmillan, que no había vuelto a leer la novela desde que era un adolescente. "Es mucho más extraña de lo que recordaba -dice Macmillan-. Parece casi de David Lynch, con esas transiciones osmóticas entre realidades distintas."
Las conversaciones avanzaron y la producción se fue centrando en la espeluznante secuencia que se desarrolla en la infame cámara de torturas, la Habitación 101. El mes pasado, Olivia Wilde pidió disculpas en Twitter a algunos espectadores que al parecer se habían desmayado durante una de las funciones (que curiosamente, duran exactamente 101 minutos).
Pero la adaptación de Macmillan y Icke fue creciendo a partir de una sección del libro mucho menos espectacular y que pocos recuerdan: un apéndice académico, llamado "Los principios de la neolengua", supuestamente escrito mucho después de la caída del Gran Hermano, que explica el modo en que el régimen controlaba la realidad a través del manejo del lenguaje. Y aunque los lectores suelen salteársela, para Orwell esa sección era tan importante que amenazó con no concederle los derechos al Club del Libro del Mes, a menos que el grupo la incluyera en sus debates.
La nueva obra teatral, que incluye proyecciones en pantallas gigantes, entreteje la historia de la rebelión de Winston con algunos de sus recuerdos y sueños, y con escenas de un grupo de lectores, al parecer actuales, que discuten si deben creer -ellos y nosotros- en lo que están leyendo. El apéndice "es un verdadero giro drástico contra el resto del libro", dice Macmillan. "Porque el libro finalmente cuestiona si podemos confiar en la palabra escrita en realidad."
Macmillan y Icke no pueden desconocer las resonancias políticas inmediatas que tiene para el público que va al teatro. La producción original de 2013 en el teatro Nottingham Playhouse, se estrenó justo después de las revelaciones de Edward J. Snowden sobre la vigilancia de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, y después de que un soldado británico fuera de servicio fuese muerto a puñaladas en una calle del sudeste de Londres. La obra, señala Icke, también habla "del proceso de radicalización de un terrorista".
El primer ensayo con público en Nueva York, dice Macmillan, fue el mismo día en que un hombre arremetió deliberadamente con su auto contra la gente en Times Square, con el saldo de un muerto y 22 heridos. Desde entonces, dice, se han ido sumando las noticias, como el atentado con explosivos durante un recital en Manchester, el críptico "covfefe" del presidente Trump, y el anuncio del retiro de Estados Unidos del acuerdo sobre cambio climático, acontecimientos que según Macmillan han ido "infectando" al público de diversas maneras.
Tal vez los espectadores lleguen a la obra pensando que habla sobre política, pero los creadores esperan que al salir, también se queden pensando en lo que significa confiar "sólo en la evidencia de nuestros propios ojos y oídos" -como dice la famosa frase de la novela-, cuando gran parte de lo que sabemos nos llega filtrado a través de pantallas y textos que seleccionamos nosotros mismos.
"Todos somos contradictorios, criaturas de doblepensar -dice Macmillan-. Al leer la novela, la gente tiende a buscar la confirmación de lo que ya pensaba. Nosotros preferimos pensar que el texto es mucho más simple y directo que eso."
Traducción de Jaime Arrambide
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