El español Yoska Lázaro le rinde homenaje a Philip Seymour Hoffman, el gran actor que se suicidó en 2014
Llegó a Buenos Aires porque admira a Ricardo Darín y ahora dirige une escuela donde se enseña la técnica Meisner, de la que Hoffman fue justamente un exponente destacado
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En febrero del año que viene se cumplirán diez años de la muerte de Philip Seymour Hoffman. Ganador de un Oscar por su protagónico en Capote (2005), biopic dedicada al célebre autor de clásicos de la literatura norteamericana como Desayuno en Tiffany’s y A sangre fría, Hoffman tuvo una carrera actoral brillante y un final trágico: lo encontraron muerto en su departamento de Manhattan, víctima de una sobredosis. Dejó un gran legado artístico y una fortuna de 35 millones de dólares que heredaron su ex esposa, la diseñadora de vestuario Mimi O’Donnell, y los tres hijos que tuvo con ella. Anticipándose al aniversario redondo, el español Yoska Lázaro creó un espectáculo teatral que le rinde homenaje. Se llama Off Man, los últimos días de Philip Seymour Hoffman, fue escrito por Iván Cerdán Bermúdez y lo dirige Fernando García Valle. Ya se estrenó en Lima, y ahora desembarca en Buenos Aires, los sábados, a las 22.30, en el Complejo Teatral Ítaca. “Es una obra que tiene como protagonista a un hombre que intenta descifrar los enigmas que lo llevaron a cortar todos los lazos que lo amarraban a este mundo. Trabajé mucho sobre la película Sinécdoque en Nueva York (2008), que para mí alude de una manera muy clara al propio Philip Seymour Hoffman. En esa película interpretó a un personaje atravesado por las dudas existenciales que lo atravesaban a él mismo”.
Nacido en España, Yoska Lázaro vive en Buenos Aires desde hace veinte años. Es quien se pone en la piel de Hoffman en esta obra, en la que también aparece en escena Fernando Domínguez, a cargo del papel de un asistente del actor estadounidense. Al trabajo de caracterización, Lázaro le ha sumado toda la investigación que hizo en torno a la gestualidad y los movimientos del cuerpo del artista neoyorquino. “Me llamó la atención que en las entrevistas él hablara tanto de la honestidad de su actuación –explica–. Estaba obsesionado con eso. Me interpeló especialmente porque desde que soy actor y formador de actores, ése es justamente mi objetivo: encontrar la honestidad de la actuación. Y esa creencia está relacionada con la técnica de Sanford Meisner, de la cual Hoffman es uno de los principales exponentes”.
Lázaro fundó el Congreso Internacional de Técnica Meisner y los dos centros de formación de actores que funcionan hoy aplicando esa metodología en Lima y Buenos Aires. Nacido en Nueva York, como Hoffman, Stanford Meisner creó una técnica basada en las emblemáticas investigaciones sobre la actuación que llevaron a cabo Konstantin Stanislavski y Lee Strasberg. También tuvo en cuenta las revelaciones de Stella Adler, otra actriz y docente famosa, sobre los usos de la imaginación. “Cuando mi personaje habla de la actuación en el espectáculo, se genera una simbiosis perfecta –dice Lázaro–. Es como si, de pronto, se estuvieran uniendo mi pasión por la docencia, mi pasión por la actuación y las palabras de un tipo que me representa totalmente en esta profesión”.
¿Cuáles son los fundamentos de la técnica Meisner? Para Lázaro, “sobre todo se trata de que la emoción sea una consecuencia de una transición honesta por una situación”. Como herramientas claves para llegar a ese objetivo, señala “el trabajo de la intuición y de la percepción, la tarea de no quedarse con lo lógico y de reaccionar como reaccionamos en la vida, con sensaciones e intuiciones que nos hacen avanzar”. Encarar un trabajo actoral con esas premisas, advierte, no implica desatender algunos fundamentos importantes: “Trabajar con la intuición no significa cualquier cosa. Hay tiempos, marcaciones, textos que llevan determinada luz… La idea es descubrirte haciendo, pero en una lógica que no es la propia, sino la del personaje”.
Lázaro se formó en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), con maestros como Raúl Serrano y Ricardo Bartís, luego abrió su propia escuela y se fue quedando en Buenos Aires. Había llegado con el plan de estudiar y volver a su país, pero las circunstancias fueron otras. Hoy, sin embargo, duda sobre su futuro inmediato: “A mí me encanta vivir aquí, pero los cambios económicos constantes de la Argentina no ayudan. Me fui a Lima tres meses y cuando volví estaba casi todo al doble de precio. Estoy en una edad en la que debo decidir dónde echar raíces”, argumenta.
En ese viaje a Lima para presentar esta obra que ahora llega al Complejo Ítaca del barrio del Abasto, Lázaro tuvo una experiencia que lo gratificó particularmente: “Se acercaron dos norteamericanos que me dijeron que habían conocido a Hoffman y que en muchos aspectos era tal cual lo interpreto yo –cuenta–. Me puso contento porque, lejos de buscar una imitación, yo pongo en escena mi percepción personal sobre este personaje, un hombre cercado por la vulnerabilidad y el dolor que le generaba el día a día y la presión que sentía por todo lo que tenía que hacer, por estar obligado a cumplir con su profesión y con su familia, aunque estuviera cansado o deprimido. Pero es mi visión, mi hipótesis”.
En 2012, Hoffman protagonizó en Broadway Muerte de un viajante, la famosa obra de Arthur Miller, y volvió a tener problemas con el consumo de alcohol, algo que no había ocurrido en los veinte años previos a ese papel, que notoriamente lo estresó. “Esa obra lo torturaba”, aseguró el guionista David Katz, que fue a ver a Hoffman a su casa el 2 de febrero de 2014 y se encontró con el cadáver del actor. “Estuvo muy triste durante todas las funciones. Hiciera lo que hiciera, sabía que a las ocho de la noche tenía que hacerse eso a sí mismo... Si lo hacés continuamente, ese papel te altera la mente, y él lo hacía cada noche. Fue demasiado”, opinó Katz. Hoffman cautivó al público y la crítica con su notable interpretación de Willy Loman, un hombre agobiado por las deudas y frustrado por no poder conseguir una vida mejor para sus hijos. Pero el precio que pagó por meterse de lleno en ese papel fue caro. “No se suicidó, se pasó con la dosis de droga, pero su idea no era el suicidio –afirma Lázaro–. Buscaba estar más relajado y creía que la heroína podía ayudarlo”.
En Off Man..., Lázaro trabaja específicamente sobre un momento crítico de la vida del gran actor norteamericano. “En la obra, el personaje cae en una serie de ensoñaciones sobre su papel en Muerte de un viajante y sobre la relación con sus hijos, pero no es una biografía, sino una hipótesis de ficcionalidad que a mí me permite entrar en ese imaginario –analiza el actor español–. Mi objetivo es que el personaje nos permita pensarnos. Los temores que atraviesa él son los que atravesamos todos, en definitiva”.
En su rol de docente, Lázaro pone el foco en lo que él llama “la invisibilización del actor” y promueve que la actuación tenga en cuenta siempre el equilibrio: “No hay un actor más importante que otro –resalta–. Hay que tener en cuenta eso y estar siempre en función del proyecto. En eso, el de Ricardo Darín es un gran ejemplo. Yo vi Nueve reinas y El hijo de la novia en España y después decidí viajar a Buenos Aires para formarme como actor. Darín me cautivó porque es un actor que hace lo que tiene que hacer. No inventa demasiado, no hace grandes construcciones actorales, hace lo que tiene que hacer para que vos lo veas y digas ‘éste podría ser’. Tiene mucha precisión para estar siempre al servicio de la situación, es uno de esos actores que desaparecen, que se vuelven invisibles y ayudan a que la historia avance. Me volvió a pasar viéndolo en Argentina,1985. No se pierde en pretensiones muy elaboradas que puedan distraerlo de la interpretación de su personaje y siempre es funcional al relato”.
La fascinación con Darín, entonces, lo trajo a Buenos Aires cuando tenía apenas 24 años. El plan era estudiar y volver, pero Lázaro conoció a Alejandro Doria y a Juan José Campanella, pudo trabajar con ellos y empezó a relacionarse con el mundo del teatro porteño, que nunca pierde intensidad y lo sedujo. Trabajó en el San Martín, fundó su propia escuela de actuación y quedó embrujado por la vida cultural porteña. “Me sorprendió la teatralidad que respira la ciudad. La cantidad de maestros que hay: Serrano, Bartís, Savignone, Angelelli… Hay tantos estímulos artísticos que cuesta despegarse”.
PARA AGENDAR
Off Man, los últimos días de Philip Seymour Hoffman, de Iván Cerdán Bermúdez, sábados a las 22.30, en Ítaca Complejo Teatral, Humahuaca 4027. Dirección: Fernando Garcia Valle. Elenco: Yosak Lázaro, Fernando Domínguez. Duración: 50 minutos. Entradas: 2.300 pesos.
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