El cuarto de Verónica: un divertido juego macabro
★★★★ Autor: Ira Levin. Intérpretes: Silvia Kutika, Fabio Aste, Antonia Bengoechea y Adrián Lázare. Vestuario: Pablo Battaglia y Miriam Manelli. Escenografía: Leonardo Altamirano. Luces: Gisela Marcheti. Música: Martín Bianchedi. Dirección: Virginia Magnago. Sala: La Mueca, Cabrera 4255. Funciones: sábados y domingos, a las 21. Duración: 80 minutos.
El cuarto de Verónica, de Ira Levin (El bebé de Rosemary), fue visitado más de una vez en Buenos Aires, después de su estreno en Broadway en 1973: en 1977, con María Vaner y Susú Pecoraro, y hace dos años en el Picadilly, con Esther Goris y Flor Otero, dirigidas por Virginia Magnago, la misma que ahora vuelve con esta pieza que le fascina pero con otros protagonistas (el único que repite es Adrián Lázare) y en una sala renovada de Palermo. Que en el circuito off se presente una obra de género, de suspenso clásico y efectivo, con una estética realista y, a cargo del papel principal, una actriz asociada a las telenovelas como Silvia Kutika, es una excelente sorpresa.
Porque hay una apuesta que no permite medias tintas. Si el mecanismo no engancha, si las capas no se suman con coherencia lógica una a la otra, el thriller no funciona. No hay modo de camuflarlo. Como una imparable línea de montaje, la narración debe avanzar hacia su triturador final.
La directora Magnago –que fue asistente del director Jorge Azurmendi en La ratonera, de Ágatha Christie, en el Multitabaris–, consigue el ritmo de goteo incesante para evitar distracciones entre los espectadores que, de la mano de dos inofensivos ancianos, suben a un viaje que divierte como los ancestrales cuentos de miedo. La música original de Martín Bianchedi colabora en la angustia.
Muy buen trabajo del experimentado Fabio Aste, de la joven Antonia Bengoechea y, en especial, de Kutika que juega a la dulzura y la maldad con un placer que atrapa: imposible dejar de mirarla.
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