El conventillo como escenario de pasiones desatadas
La pasión de Toto, un retrato costumbrista a un paso de la Bombonera
Hay que dejarse llevar por los vestigios del añoso conventillo de La Boca donde se sitúa la acción de La pasión de Toto, por sus personajes, colores y aromas. Allí aflora la diversidad de criaturas y matices que enriquecen una puesta coral: el leve acento genovés que recupera la gloria de la lengua cocolichesca; el pintor que otea desde el borde de la escena, como mudo testigo de las pasiones suburbanas; la grácil pareja de tango que "firuletea" los compases que marca un trío musical cuya voz cantante, cuándo no, es el bandoneón. Aparecen también la prostituta y el cartero; la precoz promesa futbolera que reniega del viril deporte porque prefiere otros hábitos subliminalmente menos varoniles; el chisme que corre de boca en boca de las vecinas, recelosas y sibilinas; el doctor que despierta la controversia entre la confianza y el desprecio por pertenecer a los de "la vereda de enfrente". Y también, sobre todo y antes que nadie, el hincha. El personaje que le da al conventillo identidad, raíz y pertenencia. El hombre que es Boca y a la vez cualquier otro equipo, y que si se raspa la superficie es el abanderado de la clase proletaria, y entonces es -somos - el hombre común. El hombre que habla con el corazón, destejiendo y desterrando las intrigas, los oportunismos y las tentaciones del dinero.
La pasión de Toto rinde tributo al género centenario en la descripción costumbrista de tipos y escenarios, y a partir del fútbol reactualiza el eterno choque de intereses entre la tradición y el progreso. Aunque el puntapié inicial haya sido, justamente, una pelota?
"Todo comenzó dentro del mismo club -reconoce Maximiliano Cesto, empleado del Departamento de Cultura de Boca Juniors-. Asistí a un curso de historia de la institución y allí comprendí la mística que rodea el barrio. Entonces proyecté una obra para que diera nuevos significados a los lazos sociales que tienen el club con el barrio y el deporte con la cultura. La pensé desde la dirección y la producción. Y llamé a otro hincha para desarrollar el texto."
"A comienzos de año me convocó Maxi para proponerme escribir un texto dramático -dice el dramaturgo Eduardo Grilli-. El disparador fue la gira a Europa de 1925. Primero la plasmamos en un conventillo, para situar a Boca en el marco de una estructura teatral. Me entusiasmé tanto que terminé el primer boceto en menos de veinte días."
Nacido en Justiniano Posse, Córdoba, y emigrado a Buenos Aires hace veintidós años, Cesto amanece tomando mate en el balcón de su departamento con vista a la Bombonera. Allí renueva su amor por la divisa y, por extensión, al barrio. "Junto a Barracas y San Telmo, son barrios que me dan un sentimiento de pertenencia, me contienen. Como proyecto mi carrera como actor y director, y me gusta mucho ver a actores trabajando en obras, fui encontrando once actores que le dieron marco a esta propuesta escénica. Desde ya, aparecieron artistas de La Boca, que se contagiaron de mi entusiasmo. Además, ensayamos en un club de Barracas y en los mismos conventillos".
Aunque su barrio natal es Liniers, Grilli es un hincha rabioso de Boca. Por extensión, de su barrio, su cultura y sus expresiones artísticas. "Me gusta el tango, escribí una obra sobre fútbol llamada «La pelota se mancha» y también estrené una obra en un festival nacional de sainetes presentado en el Teatro Astral. El desafío fue ensamblar once voces respetando sus momentos, para que funcionara como un todo."
¿Cómo convencerían a un hincha de otro equipo, o un espectador al que no le gusta el fútbol, para que vaya a ver una obra que habla de Boca?
"Uno de los actores me dijo que creía que no se iba a emocionar porque no era de Boca -arriesga Cesto-. Pero se metió en ese mundo del barrio, el conventillo, el baile, los conflictos humanos. Y reconoció que se había involucrado más allá del disparador, que es el fútbol."
Grilli asiente: "Cuando Toño hace su monólogo, que trae el recuerdo de El hincha, la película de Manuel Romero en la que actuaba Discépolo, con un tango de fondo, juro que me emociona. Y eso que lo escribí yo. Porque aunque la excusa sea el amor a los colores, esto es teatro. Es una obra sentimental. Tiene los elementos de la comedia, pero siempre se ponen en juego los sentimientos: si querés más a los colores o a la familia, ¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?".
Cuando se los consulta si en el fondo se trata de dos futbolistas frustrados que subliman su deseo, los dos aceptan.
"¡Totalmente! -dice Grilli-. No te quepa la menor duda. Soy un wing izquierdo frustrado. Y también un periodista deportivo frustrado. Después me dediqué al arte."
Cesto concluye: "Yo soy un hincha que cumplió el sueño de dirigir una obra atravesada por el amor al barrio y al club. Es mi manera de devolverle a Boca todo lo que me dio y me sigue dando".
La leyenda del jugador Nº 12
La pasión de Toto está protagonizada por once actores cuya figura más representativa es Julio Marticorena, en el rol de don Toto. Alude, aunque en forma superficial, a Victoriano "Toto" Caffarena, aquel hincha veinteañero que se embarcó junto con la delegación de Boca que viajó a Europa en 1925 para disputar 19 partidos por el solo gusto de ver jugar a su equipo. A su regreso, fue ungido "jugador Nº 12", dando lugar a ese título honorífico que en la actualidad lleva, por extensión, la hinchada de Boca.
Noventa años más tarde, la pasión de este simpatizante llegó al circuito comercial. Pero llamativamente no se presenta en el barrio que lo vio nacer. "Nuestro sueño es que se represente en La Boca -se entusiasma Cesto-. En el club, o en salas emblemáticas como el Teatro de la Ribera. En principio, está programada una función en el conventillo Magallanes. Hay que darle tiempo a la obra y que comience a difundirse por el barrio".
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