El circo en versión teatral
"Duendes, un espectáculo circense". Por el circo de los Hermanos Trivenchi, con música en vivo por Los Alvenci. Malabares, acrobacia y actuación, Hermanos Trivenchi: Laura Aguiló, Ignacio Sánchez y Roque Lizondo (duendes), Rodrigo Moller (duende encantado), Ileana Pastorino (hada), Uriel Cabello (Ketamina), Mercedes Martín (arañita), Ignacio Masneri (brujo), Gastón Sánchez (Nicki), Mariano Sánchez (Nikito), Mariano Di Yorio (Luciérnaga). Músicos: Carlos Espósito (bajo), Christian García (batería), Mariano Cortez (vientos), Fernanda Molina (teclado). Maquillaje: Jazmín Meligeni. Vestuario: Malimé Suárez. Escenografía: Gonzalo Acevedo y Mariana Abbatizi. Asistente de dirección: Maximiliano López. Dirección Trivenchi: Ignacio Masneri. Dirección general: Daniel Viola. Sábados y domingos, a las 17, en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551, 4° piso. Entrada $ 2.
Nuestra opinión: muy bueno
Siempre es gratificante volver al circo. Su despliegue, con entusiasmo y humor, de distintas destrezas, en un marco donde la fantasía y la magia se instalan como convenciones a priori, donde el espectador está dispuesto a mirar y asombrarse y aplaudir y el actor va a demostrar, jugar, maravillar, deslumbrar, apoyado en esa complicidad, tiene que ver con la esencia del teatro, con las raíces básicas del espectáculo, de todo espectáculo.
El circo desafía a su público a volver a ser niños. Cuando se logra, es inolvidable. Para eso hace falta, como en toda comunicación, el aporte de ambas partes. El espectador pone su candor, y el espectáculo, su mejor oficio para que la magia no se rompa.
Todos, espectadores y protagonistas, aceptan dejar fuera de la sala lo que son, lo que les pasa y jugar, ser ingenuos, creer, entregarse al "hagamos de cuenta", el "dale que..." de los juegos infantiles.
El circo en versión para sala teatral, aunque participa de muchas de las características del tradicional, tiene a su vez carencias y ventajas propias del hecho de haber cambiado la arena por un escenario. No habrá corridas con caballos ni domadores de animales, y el trapecio tendrá una limitada altura; tampoco podrá haber exhibiciones peligrosas de ser imitadas por los niños. Pero tiene la ventaja de cierta proximidad, el recurso de las luces, la escenografía, otros trucos válidos para la ilusión.
En "Duendes", Daniel Viola encara un guión donde el relato mágico, sin palabras, se desarrolla mediante lo visual, lo gestual y la música, protagonista muy importante.
Valiosa sincronización
Es interesante percibir -y sin duda no fue sencillo- cómo se ha logrado una ajustada sincronización entre la banda y los actores, no sólo en sus diferentes destrezas y movimientos, sino en los distintos climas que van desarrollando una trama, más o menos evidente, pero siempre sugestiva, cambiante, envolvente.
Mientras los actores van dibujando en el escenario un constante ballet de acrobacias y malabares, dentro del marco de personajes -duendes cómplices o antagónicos, que se desafían, compiten se ayudan y sorprenden con el humor-, la música va dando pie a imágenes, entradas, climas, suspenso y culminación, jugando también con la comicidad, en una ajustada pista donde cada movimiento tiene su sonido, todo el tiempo en vivo.
El circo de "Duendes" es un verdadero "sin parar", tanto en la actuación como en el sonido.
Otro tema para destacar es el aspecto visual. Más allá de los dibujos corporales en el espacio es muy interesante la imagen dada por los colores, las texturas de los decorados y las máscaras.
Finalmente, no por menos excelente puede apreciarse un buen trabajo circense, con cintas, columpios, trapecios, redes, sogas, monociclos y malabares con clavas y esferas. En fin, para disfrutarlo de principio a fin con los niños. Y para volver, cada vez que se sienta que la alegría, la fantasía y la magia se están volviendo a descascarar.
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