El amor es una mierda: la separación, en voz y cuerpo de una gran actriz
El amor es una mierda
Nuestra opinión: muy buena
Libro y dirección: Cecilia Meijide. Intérprete: Vanesa Maja. Luces: Ricardo Sica. Vestuario y escenografía: Laura Poletti. Coreografía: Diego Rosental. Sala: El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Funciones: sábados, a las 18. Duración: 45 minutos.
De los miles de temas a los que puede referir el arte, en el fondo siempre hay dos cuestiones que son ineludibles: la experiencia de estar enamorado y el miedo a morir. No hay conflicto político, relato heroico o caso policial que pueda superar o ignorar la importancia existencial que tienen el amor y la muerte y sus múltiples formas de contarlos.
La directora y dramaturga Cecilia Meijide, que en 2014 renovó la escena con Cactus Orquídea, decidió escribir sobre el amor, con un monólogo desgarrador sobre el final de una pareja, desde el punto de vista de la mujer. El argumento de El amor es una mierda es simple: una mujer se prepara para encontrarse con su reciente expareja para firmar su divorcio. Antes de terminar legalmente con su matrimonio, ensaya formas para aparentar estar bien. Reducir este relato a una historia más de una pareja que se termina sería un error. Pensar: "¿Por qué tanta angustia? A todos nos pasó alguna vez", sería una subestimación. Esta mujer se pregunta: "¿Y todo eso de lo que me dejaste afuera? ¿Y toda esa vida en común? ¿Y todos los proyectos que teníamos?". El monólogo de Meijide reconstruye algo del dolor que implica dejar un modo de vida y verse obligado a construir uno nuevo. Su texto aporta detalles sutiles que enfrentan las personas que pierden un amor: hábitos que hay que dejar, recuerdos que golpean, sensaciones que no se pueden repetir, un vacío difícil de asimilar para quienes sienten que perder ese vínculo es lo mismo que perderlo todo. Aunque ese desconsuelo, por suerte, también se termina.
Y como los momentos de mayor angustia también generan situaciones tragicómicas, el monólogo recurre a los lugares comunes a los que se cae durante una separación: la astrología, el gimnasio, las citas obligadas. De ese miedo y el cercano nuevo impulso por la vida también se nutre esta historia.
La economía de recursos en la puesta, los climas de las luces y la coreografía aportan abstracción y belleza a la obra. No hay que perderle el rastro a Vanesa Maja, actriz intensa y sensible que atraviesa su personaje como en un trance. Una actuación de puro presente, que con su mirada, su emoción y su cuerpo construye en la imaginación del espectador todos sus interlocutores, sus miedos, sus dolores y la necesidad vital de agradecer ese amor que pasó y salir a buscar lo que está por venir.
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