El amor, a contramano
Los últimos cinco años / Letra y música: Jason Robert Brown / Versión: Marcelo Kotliar / Dirección musical: Hernán Matorra / Dirección general: Juan Álvarez Prado / Elenco: Germán Tripel y Luna Pérez Lening / Escenografía: Santiago Fernández / Iluminación: Álvarez Prado, Muñóz y Duarte / Vestuario: Alejandra Robotti / Asistente de dirección: Teresa Biafore / Sala: Teatro Metropolitan Citi / Funciones: martes, a las 20.30 / Duración: 80 minutos.
Nuestra Opinión: Muy Buena
Es una suerte de comedia musical de cámara. Lejos de las estridencias con las que, en general, se relaciona al musical, éste se presenta en escala "humana", pero con todos los condimentos que definen al género. Hay pequeños grandes cuadros en los que se lucen los intérpretes, sus voces, su actuación; hay músicos en escena que le dan ese toque vital del aquí y ahora que ninguna banda sonora puede reemplazar; hay una historia sencilla, pero tan bien contada, con tanta originalidad, que da placer seguirle los pasos.
Los últimos cincos años cuenta de adelante para atrás y de atrás para adelante la historia de amor de Jamie y Cathy. Él la narra desde el comienzo y ella, desde el final. Así, gran parte de la obra transcurre con ellos en soledad en el escenario contando distintos momentos (amor, desamor, éxitos, fracasos, traiciones). Jamie arranca con tonos más frescos, más altos que se van densificando con el paso del tiempo, y Cathy, exactamente al revés, de la devastación total va recuperando vitalidad y esperanza en ese amor que -cuando el espectador lo encuentra- indefectiblemente ya terminó. La historia es esa, nada rebuscada ni sorpresiva?, lo curioso, lo llamativo, es el modo de narrarla. Y el planteo a contramano va perfecto para estos seres que viven momentos distintos y a los que cada vez les cuesta más encontrarse.
Y allí juegan un papel muy importante los dos actores. Ella, Luna Pérez Lening, tiene la difícil tarea del desandar, y la lleva a la perfección, y él, Germán Tripel, descuella desde el minuto cero, cuando aparece en escena efervescente y enamorado pensando en lo mal que se pondrá su "idishe mame" cuando le cuente que ella no es judía. Los dos tienen bellísimas voces y este musical les da más de una ocasión para demostrarlo. En cuanto a la actuación, los dos juegan con solvencia los sutiles cambios que van marcando el paso del tiempo y el cambio de rumbos. Es cierto que es imposible no notar la diferencia en la seguridad con la que los dos pisan el escenario, Luna Pérez Lening lo hace más que bien (tiene una delicadeza y una fragilidad que enamora), pero Germán Tripel asombra. Parece que siempre estuvo allí. Tiene a su personaje anclado en el cuerpo y lo pasea con una comodidad y una fuerza pasmosa. Él corre con ventaja, hay que decirlo, no sólo tiene muchísima más experiencia que su compañera sino que a esta obra ya la interpretó hace cinco años; igualmemte, está para el aplauso de pie. Entre los dos tejen con gracia este musical que divierte un poco y angustia más.
Están bien guiados por el director Juan Álvarez Prado, que supo equilibrar los momentos y los tiempos de la narración para que los dos intérpretes llegaran al punto del encuentro (el más esperado) con naturalidad. Además supo rodearse de un buen equipo en escenografía, vestuario y -sobre todo- luces que no sólo acompaña sino que propone.
La música cumple un rol fundamental con canciones que marcan los tonos de cada momento. Probablemente el espectador no salga tarareando ninguna melodía, pero es porque, cuando el amor se termina, nadie tararea.
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