El acompañamiento: un gran clásico nacional para el reencuentro
El acompañamiento. Autor: Carlos Gorostiza. Dirección: Luis Brandoni. Intérpretes: Luis Brandoni, David Di Napoli. Escenografía e iluminación: Héctor Calmet. Funciones: Miércoles a domingos. Sala: Multiteatro, Corrientes 1283. Duración: 55 minutos. Nuestra opinión: Buena.
Los textos tienen infinitos contextos. Hace casi 40 años, nacía El acompañamiento de Carlos Gorostiza en la resistencia artística que propuso Teatro abierto a la dictadura militar. Devenido clásico casi de inmediato, hoy su estreno presencial en el Multiteatro es algo distinto a una puesta elegíaca como, quizás, se planteó el proyecto original que rescataba el centenario del nacimiento del autor. Su conocida anécdota es el encuentro entre Tuco y Sebastián. Al primero lo ilusionaron con ser un cantante dotado y, maniáticamente, se recluyó en su habitación para ensayar a la espera de los músicos que le han prometido. Cortó vínculos con el mundo por lo que Sebastián, su mejor amigo, va a intentar sacarlo del engaño y llevarlo de vuelta a la sociedad. Pensar en un Brandoni militante de quedarse en su casa no deja de tener aquí cierta ironía que el público capta.
La escenografía ofrece una piecita que busca ser chica. La decadencia del espacio está dada por una pared acanalada de chapa y una aglomeración heteróclita de objetos gastados: bicicletas, cuadros de Gardel y maletas muestran a un Tuco anclado en el pasado convertido en espacio idílico. La convención de mantener a los actores a metro y medio durante la mayor parte de la obra, se respeta y a veces apenas se borronea con ocasionales palmadas entre ambos. El acompañamiento es una obra de vínculo, donde el nexo entre los que están en escena cuenta a veces más desde el silencios y las pausas. Todavía en las primeras pasadas, hay algo de ritmo que se resiente en la pieza. La urgencia de los personajes no termina de crecer y transforma las revelaciones finales un poco en golpes de efecto. De todas formas, Brandoni y Di Napoli cuentan con sobrados recursos para mantener el hilo. Se agradecen siempre los característicos guiños a público de Brandoni.
El acompañamiento es una forma de volver a poner en marcha un mecanismo que va del cuerpo del actor a la atención del espectador pero, también, a la maquinaria entera que ha mantenido y hace andar al muy golpeado teatro comercial. Los protocolos para el ingreso no resultan invasivos. Si bien hay medidas nuevas (firma de autorización, alcohol, tomarse la temperatura, filas vacías entre las ocupadas, constante atención del amable personal del Multiteatro para que nadie se quite el barbijo, etc.), nada de eso atenta contra el poder ver una obra. En ese sentido, más que un homenaje, las circunstancias transformaron a esta obra en una peculiar pieza de resistencia. No ya contra una dictadura, sino simplemente como un testimonio de la permanencia de la fantasía contra una realidad que oprime la posibilidad de realizar algo que recuerde al ritual del encuentro en vivo entre público y artistas. Volver al teatro después de estos meses, más allá de lo que uno vea, más allá de protocolos e incertidumbre, todavía emociona.
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