Efecto Tolcachir: el secreto de un boom que se instaló en Madrid como teatro argentino de exportación
Timbre 4, la cooperativa liderada por Claudio Tolcachir, sobrevivió a todas las crisis económicas, creció y hoy tiene, además de la sede porteña, dos escuelas en España; por qué los actores de moda y los estudiantes de teatro famosos y anónimos sueñan con ser dirigidos por quien logró llevar a Europa las claves de una pedagogía nacida en Boedo, en 2001
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Claudio Tolcachir tenía 25 años y se sentía fuera de toda convención. “Era pelirrojo, disléxico, tímido y maricón”, cuenta ahora, a sus 48, y le sonríe a aquella versión lejana de sí mismo que estaba, en 2001, a punto de encontrar en cada uno de sus estigmas, una revelación. “No entraba en ninguna etiqueta, no era cool, no era moderno, no era clásico; así que tuve que terminar armando mi propio espacio, a mi manera, con mis amigos”. Ni él, ni su teatro “encajaban” en ningún lado cuando se propuso algo contraintuitivo en plena crisis económica: hacer. Bajo esa premisa, Tolcachir fundó una escuela de teatro en un PH en el barrio de Boedo.
Lo que impulsó el proyecto liderado por Tolcachir, más que una ambición, fue una “pulsión de vida”. Por aquellos años no había forma de predecir que ese pequeño -gran- movimiento iba a ser el puntapié de una forma de entender y estudiar teatro que había transitado como alumno en los talleres de Alejandra Boero. “No había lugar para nosotros en un país que se estaba cayendo. Teníamos amigos que se iban y muchos con sus carreras anuladas. Entonces empezamos a hacer. Eso nos rescató”. Ningún economista que entienda las leyes de oferta y demanda le hubiese aconsejado invertir en un teatro en 2001. Nadie podía imaginar que 21 años más tarde, y con el mismo espíritu inicial, Timbre 4 se iba a expandir a Madrid y se iba a convertir en un fenómeno de exportación que no para de crecer.
Una tarde de marzo, Tolcachir, que divide su tiempo entre las tres sedes de la escuela en Buenos Aires y en Madrid y en la dirección de Mejor no decirlo -protagonizada por Imanol Arias y Mercedes Morán con estreno el 22 de marzo en Paseo La Plaza, recibe a LA NACIÓN para conversar sobre las particularidades de su método de enseñanza y la repercusión de Timbre 4 del otro lado del océano.
“El teatro siempre va en contra del mundo”
En el motor que impulsó la primera sala de Timbre 4, en Boedo, reside una de las claves del éxito del “método Tolcachir”. El director y profesor insiste en la importancia de invitar a sus estudiantes a hacerse cargo del propio destino, enarbolar los defectos y hacerlos virtud porque “el teatro siempre va a en contra del mundo”. El arte se alimenta del fracaso y lo reconfigura, y eso Tolcachir lo reconoce en su propia historia: “Cuando el mundo tira para abajo, lo mejor es subirse a un escenario y enfrentar las adversidades con creatividad”, resume. Esa capacidad de gestión es, sin dudas, uno de las características más impregnadas en el clan argentino que lleva adelante Timbre 4 y que está compuesto por Tolcachir, el también actor y director Lautaro Perotti, y la actriz y directora Mónica Acevedo, Diego Faturos, Maxime Seugé y Jonathan Zak.
Una marca personal
El Timbre 4 español abrió sus puertas como escuela en el barrio madrileño de La Latina, en 2021. Y dos años más tarde, a fines de 2023, sumó otro espacio en la zona de Palos de la Frontera. La escuela ya está más que instalada y el próximo objetivo es empezar, por supuesto, a producir obras.
Mientras tanto, la sede original, la porteña, es un hervidero de historias y acentos. Lina Montoya es una antropóloga colombiana que encontró en Timbre 4 una comunidad de la que se siente parte: “Me dio sentido de pertenencia en la Argentina y además me brindó estrategias para producir nuestras propias creaciones. Eso es maravilloso”, destaca sobre el espacio creativo de Boedo. Cali Casella conoció a Tolcachir en su tierra natal, Perú. “Sus montajes me parecieron brillantes desde el primer momento”, cuenta. “Fue amor a primera vista”. Cuando emigró a la Argentina, no lo dudó y se anotó en sus talleres: “En Timbre 4, las múltiples voces y experiencias tejen y crean mundos. Nuestra historia de vida se articula a voces de otras regiones y construimos nuevos códigos. Timbre 4 construye arraigo”, coinciden las estudiantes Talía Baucer Bertini, oriunda de Perú; Adriana García y Carmen Zamora, ambas de Venezuela, y hasta una carioca, Olivia Sampaio, quien llegó de Río de Janeiro atraída “por la trayectoria, la calidad y el prestigio” del director y docente.
En su espacio de creación teatral, Tolcachir logró tender un puente fluido entre Argentina y España y también entre otros dos mundos: el de los actores reconocidos y el de todos los estudiantes anónimos que aman el teatro. “Me interesa mucho ahondar en ese diálogo, ser puente”, asegura Tolcachir, que remarca que el espíritu de Timbre reside en explorar las herramientas artísticas con rigor y compromiso, pero sin perder la ternura. Por sus clases pasaron amas de casa, ingenieros, policías, médicos y actores populares como Delfina Chaves -que encarnará a la reina Máxima en una nueva serie-, Soledad Silveyra, Franco Masini, Rodrigo Lussich y Matías Mayer, por citar solo algunos nombres de quienes quisieron profundizar su búsqueda artística allí.
Lenguaje propio
Para Tolcachir, durante el proceso artístico el error es tan inevitable como necesario: “Tenés que meterte en un cierto lugar de incertidumbre, de abismo. Tenés que equivocarte para empezar a pensar de una manera diferente y descubrir cosas nuevas en tu interior”. El autor reconoce que los estudiantes pueden sentirse expuestos durante esa exploración y que, por eso, es necesario acompañarlos con templanza. La actriz Delfina Chaves, en diálogo con LA NACIÓN recuerda su paso por el taller con gratitud: “Timbre 4 se preocupa por adaptarse al proceso, tiempo y miedos de cada alumno, sin presionar. La creatividad florece desde un lugar de seguridad y comodidad. En las clases de teatro, todos nos exponemos a miedos e inseguridades personales y en ‘Timbre’ uno se permite tomar riesgos porque se siente acompañado”.
La propuesta de Timbre 4 posee un sello que se plasma de distinto modo según cada profesor. Tolcachir ensaya una explicación: “En Timbre no hay ningún tipo de modelo de actor estético ni de estilo. Si yo veo un actor y ya me imagino de quién es alumno, algo falló, porque quiere decir que esa persona heredó o está reproduciendo un estilo que es de otro. Es importante que cada uno encuentre su propio lenguaje”.
“Hay muchas personas que no encajan en otros lados, pero en teatro se permiten ser de otra manera, no ser ‘eficientes’, perfectos”, sigue Tolcachir. “El teatro te permite otra libertad”. Chaves, desde su lugar de exalumna, aporta su mirada sobre el trato en las clases: “En muchos casos, las obras que produce Timbre 4 hablan sobre no sentirse solo, incomprendido, marginado. En las clases pasa algo similar: invitan a sanar en grupo y eso es de lo más lindo de estudiar ahí”.
Contra todo pronóstico, a más de dos décadas de su inauguración, la escuela se convirtió en un ícono del teatro independiente y un refugio creativo que trascendió el porteñísimo barrio de Boedo para compartir su sello con el mundo. En Buenos Aires o en Madrid, con famosos o anónimos, adolescentes o adultos, conserva la misma calidez y magia que el primer día. Y eso, aquí o allá, sus estudiantes, lo celebran.
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