Efecto Covid-19 en el espectáculo y la cultura: una crisis devastadora
La pandemia “ha exacerbado las vulnerabilidades y las desigualdades del sector”, afirma un informe de la Unesco. Según un sondeo realizado en más de 50 países, el 65 por ciento de los artistas tuvo que buscar ingresos alternativos para mantenerse
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“¿Dejará la Covid-19 un desierto cultural en el mundo? ¿O 2021 y 2022 serán años de resurrección?”, se pregunta un artículo publicado por el diario El Mundo, de España. En medio de esta mapa marcado por la incertidumbre y la crisis del sector artístico y cultural, más allá de excepciones puntuales, en tiempos de coronavirus ha habido escasos conciertos, actuaciones teatrales, proyecciones cinematográficas y exposiciones en museos.
El subdirector general de Cultura de la Unesco, Ernesto Ottone, en un informe reciente sobre el efecto de la pandemia en la cultura, afirma que el coronavirus “ha sido una crisis de proporciones devastadoras, que ha impactado en las industrias creativas y del patrimonio, y ha exacerbado las vulnerabilidades y las desigualdades del sector”.
En otro informe de la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) que hace eje en el escenario del Mercosur, se afirma: “Las medidas de distanciamiento social y la cuarentena han afectado especialmente al sector cultural, afectando a toda su cadena de valor y fragilizando aún más la situación de los profesionales de la cultura, principalmente trabajadores de micro, pequeñas y medianas empresas, y por artistas y trabajadores independientes, muchos de ellos informales”. Ya hace un año, la entidad central había expresado su preocupación por la parálisis en la producción, cancelación de eventos y cierre de instituciones.
Según la misma fuente, en el mapa global la asistencia a museos ha caído un 70 por ciento a nivel mundial. Los ingresos por la música rock y pop en vivo, que venía de dos décadas expansivas, se hundieron en un 64 por ciento, según asegura la consultora Price Waterhouse Coopers. La industria del cine ha caído aún más: un 74 por ciento, a juzgar por estimaciones de la empresa británica Omdia, especializada en análisis de la industria del entretenimiento. Los ingresos de los músicos por actuar en directo cayeron un 80 por ciento, según los datos de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (CISAC). El organismo calcula que, en conjunto, los ingresos por derechos de autor de los artistas cayeron en 2020 en un 35 por ciento a escala mundial.
De contraponer estos datos macroeconómicos al plano de la ciudad de Buenos Aires, la crisis desnuda su lado democrático. Según un sondeo de las entidades que nuclean a los 120 teatros alternativos, clubes de música y centros culturales, que suelen ser inquilinos, solamente el 22 por ciento de estos espacios habían podido pagar el alquiler de abril. A más de un año de aquel escenario, y frente al actual confinamiento, el pedido de declarar la emergencia cultural volvió a activarse. En noviembre, Artei, una de las dos entidad que agrupa a las salas alternativas, viralizó una campaña en las Redes. “Nuestra actividad está agonizando y nuestras salas van camino al cierre definitivo”, afirmaban. La situación no ha cambiado: se ha profundizado.
En estos 15 meses, muchos de los contenidos pasaron a la Red. Sucedió en todos los países (o, en la mayoría) abarcando a todas las expresiones artísticas en vivo (desde la música al teatro pasando por los contenidos que imaginemos), pero las desigualdades se reproducen también en lo que implica el acceso a Internet. Según la Unesco, aporta el artículo de El Mundo, solo el 5 por ciento de los museos de África tiene sus contenidos en la Red. Y hay un dato macro más contundente: el 46 por ciento de la población mundial no tiene acceso a Internet. Hay otro dato no menor: en Europa y Norteamérica se concentra el 75 por ciento de los derechos de autor del mundo. “Si bien existen políticas públicas orientadas a abordar la brecha digital ante este nuevo escenario, se corre el riesgo de que la oferta de contenidos de streaming perpetúe la desigualdad de acceso a la cultura”, advertía Javier Ibacache, especialista chileno en audiencias, en una nota publicada en LA NACION, en abril, en momentos en que se produjo el pico de contenidos artísticos liberados en la Red.
Frente a estos datos en rojo, el streaming no llega a equilibrar la balanza. Netflix aumentó sus abonados un 18,5 por ciento en 15 meses. Spotify, en un 25 por ciento entre enero y diciembre del año pasado. Durante 2020, el streaming de música generó 20.500 millones de dólares a nivel mundial. Solamente el 5 por ciento fue a parar a los creadores para una actividad que, antes de este tsunami, el 75 por cientos de los ingresos de los músicos se generaba a partir de sus presentaciones en vivo.
El artículo de El Mundo firmado por Pablo Pardo pone sobre la mesa otro sondeo elaborado por la red de residencias de artistas Res Artis y del University College, de Londres, realizado en 52 países. El 12 por ciento de los encuestados ha dejó el mundo del arte debido a la crisis económica y el 65 por ciento tuvo que buscar ingresos alternativos. Como en las distintas facetas, el coronavirus no deja de exponer las diferencias estructurales que ya estaban presentes en tiempos de vieja normalidad.
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