Dos piratas y un tesoro: una divertida aventura para toda la familia con el sello de los MDQ Sebastián y “Culini” Weinbaum
El debut teatral de los hermanos se convierte en un grato momento que permite pensar en el inicio de una nueva faceta del histriónico dúo de deportistas extremos
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Dos piratas y un tesoro. Idea: Eugenio y “Culini” Weinbaum. Libro: Eugenio, “Culini” y Karol Weinbaum. Dirección: Luciano Brindisi. Sala: América (Av. Pedro Luro 2289, Mar del Plata). Funciones: martes a domingos a las 22. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Nunca habían hecho teatro, con lo cual la aventura no solo reside en el relato de ficción, sino también en la propia experiencia vivencial de los hermanos Eugenio y Sebastián “Culini” Weinbaum, los conocidos surfistas marplatenses que cobraron popularidad con sus aventuras deportivas extremas, recorriendo exóticos destinos internacionales en el programa televisivo MDQ para todo el mundo.
Dos piratas y un tesoro, tal el nombre del espectáculo, se convierte en una suerte de parodia de todo aquello que los deportistas suelen mostrar frente a las cámaras, con mucho humor y un hilo narrativo sumamente naif, algo que se agradece, ya que permite que el show sea disfrutado por un público familiar sin riesgo a encontrarse con momentos de incomodidad ante la presencia de menores.
Eugenio y “Culini” llegan a escena con un mandato, seguir las pistas que van encontrando en su derrotero por diversas geografías, buscando un tesoro que se develará sobre el final. Este hilo conductor permite que el dúo -única presencia en escena- apele al humor y despliegue su enorme potencial físico -trepan hasta la parrilla de luces, se montan en patinetas y “levitan” en una gran escena sostenida con la técnica de “teatro negro”.
La comunicación que establecen con el público es otro de los pilares del espectáculo. Una platea “entregada” los ovaciona y cumple a rajatabla con las consignas, como la “ola” que se improvisa entre los espectadores. Hay algo de atmósfera de viaje de egresados en todo esto. Y está muy bien que así sea.
La narración en off de Facundo Arana “pone orden” ante estos eternos e insurrectos adolescentes. Y hasta Carlos Rottemberg, dueño del teatro, se da el gusto de brindar su voz, toda una osadía para el productor de histórico y estricto bajo perfil.
La dirección corresponde a Luciano Brindisi, un destacado teatrista de la ciudad, quien también es actor y mimo -con una trayectoria que contempla piezas como Tres viejos bardos, una recordada perla del teatro local- y que le aportó una multiplicidad de lenguajes poéticos y estéticos a la idea de los Weinbaum, quienes encuentran en una pantalla de fondo a un tercer compañero de escena.
Sobre las imágenes proyectadas se van creando atmósferas. Sobre el final, aparecerá Herminia, la simpatiquísima madre de los hermanos, que se hizo popular en el ciclo de televisión. La mujer, que falleció en 2021 a sus 89 años, se roba un aplauso cerrado del público, que conmueve.
Es cierto que Eugenio y “Culini” aún tienen que terminar de “amigarse” con el espacio escénico, pero su soltura a lo largo de una hora de show permite pensar que llegaron al teatro para quedarse. Artistas de oficio y con muchos años de trayectoria no se enfrentan a los espectadores con la soltura con la que ellos lo hacen.
Una hora es suficiente para pasarla muy bien y salir por Luro y Corrientes con una sonrisa de oreja a oreja. No es poco.
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