Hace mucho frío en Buenos Aires por estos días, pero las plazas, los parques, los alrededores de la Rural y de los teatros de la calle Corrientes, no acusan recibo: están copados por niños -y adultos responsables- en busca de diversión para sus semanas sin clases, y no hay viento ni llovizna intensa que los amedrente. La ciudad, afortunadamente, ofrece una buena variedad de propuestas. Pero hay una que es imbatible desde hace 15 años: allí donde empieza la Broadway argentina y se eleva el Luna Park, es donde se arman todos los años sin excepción extensas y alborotadas filas para ver Disney on ice. Para la mayoría de los porteños, más que un clásico, este espectáculo es un sinónimo de las vacaciones de invierno .
El año pasado, el show estuvo durante un mes en escena y convocó a 170 mil personas, un número que respalda el título de fenómeno masivo que supo ganarse desde 2003, año en que llegó al Luna Park para reemplazar un espectáculo similar llamado Holiday on ice. Algo está claro: el patinaje artístico, la música y los personajes del universo infantil se llevan muy bien y trascienden generaciones.
En su versión 2018, Feld Entertainment, compañía estadounidense que tiene los derechos de Disney para usar sus personajes y películas más famosas y montarlas en un espectáculo musical sobre hielo, preparó El maravilloso mundo de Disney on ice con un asombroso popurrí que repasa momentos de El Rey León, Blancanieves, Aladdin, La Sirenita, Rapunzel, Toy Story, Buscando a Dory y Frozen, adaptados a las coreografías de patinaje. Este espectáculo gira por el Cono Sur (Argentina y Chile, y muy pronto Paraguay y Uruguay también) de la mano de RGB Producciones, que supo ver la oportunidad de ofrecer al público familiar al que siempre apuntaron sus trabajos un show único que lograron convertir en un clásico: "Hay mucho boca en boca, el producto sigue vigente y sigue siendo bueno, ese es nuestro mayor mensaje. A veces la gente no sabe qué personajes vienen, pero saben que van a ir con la familia a pasarla bien", explica Tomás Giaquinto, director comercial de RGB.
La apuesta de la productora liderada por Gustavo Yankelevich es grande. Para la llegada de este espectáculo viajaron desde Córdoba, la ciudad que antecedió a Buenos Aires en el tour, cuatro colectivos transportando a los 125 trabajadores del espectáculo, entre equipo técnico, productores y los 47 patinadores (de orígenes tan diversos como Ucrania, Rusia, Estonia, Finlandia, Japón, Reino Unido, Brasil, Australia, Canadá y los Estados Unidos), más 12 camiones cargados con 6.5 toneladas de elementos para una escenografía impactante: el castillo de Frozen pesa unas 2 toneladas, la piedra en la que se alza el Rey León mide casi cinco metros de altura mientras que el sol que se pone en el horizonte de la sabana africana tiene un diámetro de casi tres metros. Ocho kilómetros de cables para las luces, 500 globos luminosos, 1188 metros de tela para el vestuario y 200 mil cristales Swarovski para bordarlo todo, 5000 cierres para 300 trajes, 2 lavarropas y 2 secarropas. La pista de patinaje mide 1.828 cm por 4.267 cm. Para montar todo se requieren entre 10 y 14 horas. Para desarmarlo, tres o cuatro. Para hacer Disney on ice en Buenos Aires, 120 millones de pesos.
Recuperar una inversión semejante en un contexto en el que el teatro argentino está viviendo sus horas más críticas tras un preocupante mes de junio, que vivió una caída en las taquillas del teatro comercial del 25% con respecto al año pasado, es un gran desafío. Sin embargo, según RGB se trabajó para que la coyuntura no hiciera que el precio de las entradas se disparara: "Empezamos a vender las entradas seis meses antes. Nueve meses antes, largamos la campaña de marketing. La estrategia fue clara: los precios tenían que ser competitivos pero no podían ser muy altos. Quisimos evitar trasladar toda la inflación al ticket, porque creemos que es preferible vender más entradas a un precio que no hubiésemos querido, a vender menos entradas a un precio más caro. Parecen caras. Parten de los 2000 pesos. Pero las más baratas salen 300. Esa gama amplia permite que se pueda acceder. Decidimos no hacer un show elitista. Eso requiere un esfuerzo. Ofrecemos un show internacional, probado, con 60 personas en escena, con música espectacular a un precio razonable", explica Giaquinto.
Desde su estreno, el viernes 13, hasta el 29 de junio, día en que bajan el telón para seguir rumbo a Santiago de Chile, esperan recibir 150 mil personas. Las funciones no están agotadas, pero son muchas: 35 en 17 días (de lunes a domingo hay shows a las 15 y a las 19). "Sigue siendo un negocio.Tenemos que traer algo que sea muy bueno, y la masividad permite que sea negocio. Lo que hacemos es poner muchas funciones, que vengan todos los que quieran ver el show, e instalar una marca. Hay años mejores y peores, como todo. Tratamos de ser solventes, pero dar un buen espectáculo. No resignar calidad", aclaran desde RGB.
El fenómeno se palpita desde los alrededores del Luna Park, copados por vendedores de todo tipo de objetos asociados a los personajes de Disney, aunque el merchandising oficial se consigue solo en la puerta del estadio. Hay clientes para todos: los niños mandan cuando de cumplir fantasías se trata. Vestida de pies a cabeza de Rapunzel, una nena le pide a su mamá que le haga la trenza más larga, como la de la princesa. Más allá dos juegan a ser Elsa y Anna, pero es cuando entran a la platea y se topan con la pista de hielo cuando comienza la maravilla: "¡Estamos en el Palacio de Hielo de Frozen!", gritan fascinadas. Y frío hace, por la pista helada y los efectos del show -con tormenta de nieve incluida-, por lo que no está de más advertir a los que debutarán este invierno en la experiencia Disney on ice que no van a poder quitarse el abrigo durante la función.
Se apagan las luces y hay una ovación. Entran Mickey, Minnie, el Pato Donald y Goofy y hablan de la búsqueda del tesoro "más grande del mundo". Las historias más rutilantes del universo de Disney irán mostrando que ese tesoro no existe en forma de monedas doradas sino de afectos, y los ojos fascinados ya no de los niños sino de todos los presentes serán testigos de esa magia visual y sentimental que hacen de Disney un "mundo maravilloso", y un éxito a todas luces inagotable.
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