Discepolín, con altibajos
"Discepolín y yo", de Betty Gambartes y Bernardo Carey. Con Diego Peretti, Claribel Medina, Roberto Carnaghi, Lidia Catalano, Rodolfo Valss, Claudio Martínez Bel y Chino Laborde. Arreglos y dirección musical: Diego Vila. Coreografía: Nélida Rodríguez. Iluminación: Roberto Traferri. Vestuario: Miní Zuccheri. Escenografía: Oria Puppo. Dirección general: Betty Gambartes. Duración: 90 minutos. En el Teatro Alvear.
Nuestra opinión: bueno
"Discepolín y yo" parece un trabajo a mitad de camino. A priori, la presencia del dramaturgo Bernardo Carey hace presuponer que habrá una historia de peso en diálogo permanente con la producción del genial Discépolo. Se puede también suponer que la presencia en escena del cantante Chino Laborde y de un sólido grupo -entre los que se destacan el bandoneón de Luciano Jungman o el violín de Damián Bolotín- conformarían la otra "pata" del espectáculo, la exclusivamente musical. Sin embargo, ni uno ni otro aspecto logran un diálogo potente entre la trama y los tangos del propio Discépolo.
El espectáculo, dirigido por Betty Gambartes, tiene como idea rectora transformar en material escénico la vida y la producción poética de Enrique Santos Discépolo. Algo de eso se vislumbra en la primera parte del espectáculo (¿o show?) en medio de acotaciones sobre su vida de un tono cercano al biográfico. En la segunda parte el montaje se afirma en la relación entre las dos mujeres que marcaron sus pasos: Tania, mujer dominadora, y Raquel, joven que le da un hijo.
Ahora bien, ni al inicio ni cuando el acento está puesto en el enfrentamiento entre ellas y la manera en que Discépolo se "para" ante ese conflicto no surgen escenas de peso. Todo supuesto crecimiento en la tensión y los climas hasta es quebrado por las canciones como si fueran universos distintos. Esa misma debilidad hace que el vínculo entre Discépolo y su amigo, Anselmo, no tenga más fuerza y lucimiento interpretativo, aunque para darles vida a esos dos personajes estén dos actores del talento de Diego Peretti y Roberto Carnaghi, respectivamente.
Mujer contra mujer
La otra dupla, a cargo de Lidia Catalano y Claribel Medina, como Tania y Raquel/Tania joven, juega con fichas más ganadoras. Por lo pronto, y cada una en su estilo, actúan y cantan, lo cual imprime otra dinámica a sus trabajos. Y como los estilos de ellas son casi opuestos, Medina aporta su calidez en un contrapunto interesante con una Catalano que posee una forma de decir los tangos sumamente atractiva (es más, entre ellas se produce la escena más inquietante actoralmente con esa risa burlona e hiriente de Tania cuando se topa con la "frágil" de Raquel).
Más allá de estos reparos, "Discepolín y yo" es un trabajo sólido en sus aspectos formales. Austero en la puesta, se afirma en lo musical, con los arreglos y dirección de Diego Vila o en la potente voz de Roberto Valss. A Carnaghi, como el interlocutor de Discépolo, le toca hacer de un personaje entre chanta y entrañable que no presenta ninguna dificultad para el actor que tantas veces ya transitó ese perfil. Peretti, el que todos los lunes hace capote con "Los simuladores", compone a un Discépolo al estilo de un Fred Astaire con "champán en las venas", como se decía de las vedettes en la época dorada de la revista porteña.
La prolijidad de la puesta, el sólido soporte musical y básicamente las actuaciones femeninas se convierten en las "patas" fundamentales de este montaje con algunos problemas en su concepción original.
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