Diario de un loco: una vigorosa travesía interpretativa
El trabajo de Cristian Thorsen en la obra de Gogol es sobresaliente, bajo la mirada atenta de Fabián Vena
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★★★★ Autor: Nikolái Gógol, en versión de Mariano Beitia. Intérprete: Cristian Thorsen. Dirección: Fabián Vena. Música: Pablo Porcelli. Funciones: sábados, a las 21. Teatro: Poncho Club Cultural, Leopoldo Marechal 1219. Duración: 60 minutos. Entradas: $800.- por www.alternativaentradas.com.
Aksenti Ivanovich, ese empleado ministerial al que su jefe acosa diciéndole: “¡Piensa en lo que eres! ¡No eres más que un cero!”, imaginado por el ucraniano Nikolái Gógol en 1835, en su relato breve Diario de un loco, irrumpe con intempestiva intensidad, en el escenario de la muy cálida sala creada por Fabián Vena, en Villa Crespo, a dos cuadras del Parque Centenario.
Ivanovich, al que hoy calificaríamos de antihéroe, es un personaje inmerso en una profunda frustración, que observa su mísera realidad y la contrasta con los beneficios de aquellos que ostentan el poder. Eso le provoca un estado de enajenación, de encierro emocional, que lo conduce a la locura, la que le hace creer que es el rey de España.
El texto de Gógol se nutre de una prosa exquisita y bienvenido sea haberlo rescatado del olvido. Con breves y espontáneos trazos realistas, el autor va describiendo hechos y situaciones que aluden a la sátira y la farsa, a las que suma una humorística dosis de surrealismo (el perro que habla). A continuación sorprende al espectador con un tono de ingenua sensualidad, cuando alude al deseo que en ese hombre despierta la presencia de la hija de su jefe.
En El inspector (1836), una de sus piezas más reconocidas, Gógol (Ucrania, 1809, Moscú 1852) también denunciaba la corrupción en el Estado, a través de ilustrar cómo la llegada de un inspector del gobierno a un pueblo, despertaba los temores de la mayoría de sus habitantes. Entre lo más destacable de este dramaturgo, es su natural forma de incluir en un contexto realista, elementos fantásticos que le aportan nuevos y atractivos colores al relato. El que en este caso iluminan la escena mediante el magistral vigor dramático de un actor como Cristian Thorsen (Los Soviets de San Antonio). Fabián Vena, director y Pablo Porcelli en música, redondean una travesía interpretativa en la que Thorsen, consigue transmitir un alto nivel de verosimilitud que mantiene expectante a la platea, mediante sus sólidos recursos dramáticos, en un escenario absolutamente despojado.
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