Todo lo que hay detrás de la icónica obra de Hugo Midón y Carlos Gianni, que tuvo un recorrido pleno de variaciones en torno a su filosofía, y que marcó las carreras de Roberto Catarineu, Andrea Tenuta, Carlos March y Ana María Cores
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Hugo Midón ya era en 1989 una figura reconocida en la escena local cuando lanzó a pantallas y escenarios Vivitos y coleando, un título acuñado en forma espontánea que perdura a través de décadas y generaciones. Una consigna existencial que se expresa en el juego de los payasos, en sus ansias de encuentros en libertad. Midón ya había renovado el teatro para chicos con la década ininterrumpida en cartel de La vuelta manzana, iniciando uno de los caminos más fecundos de la comedia musical, en la dupla creativa que formaba con el músico Carlos Gianni. El Imaginario (1980) y sobre todo Narices (1984) marcaron luego el rumbo que tuvo su desarrollo central en las tres ediciones de Vivitos y coleando a partir de 1989, precedidas por su versión como programa televisivo en ATC, la actual Televisión Pública.
Andrea Tenuta, protagonista junto a Roberto Catarineu y Carlos March de la etapa fundacional de esa saga, recuerda desde España, donde reside, el momento preciso en que nació Vivitos y coleando:
“No existían los teléfonos celulares. Estábamos pasando las vacaciones de verano, en una casa que había alquilado en Marindia, el balneario uruguayo de mi infancia y adolescencia. Hugo había venido con su novia de aquel entonces a quedarse unos días y junto a otros amigos lo estábamos pasando genial. Antes de venir lo habían llamado de ATC, para proponerle hacer un programa, para niños, claro. Y Hugo les había pedido tiempo para pensar una propuesta. La casa tampoco tenía teléfono, y las comunicaciones significaban 5 kilómetros de taxi hasta Atlántida y la espera correspondiente hasta que te asignaban una cabina y llamaban al número que habías pedido. El plazo se cumplió y llegó el momento de la llamada para concretar el programa. Me gusta imaginar a Hugo durante la peripecia pensando en esas maravillas que se le aparecían en la cabeza. A las horas volvió a la casa, y dijo: ‘Me preguntaron cómo se iba a llamar, y me di cuenta de que no lo había pensado, así que dije lo primero que me salió: Vivitos y coleando’. El título retumbó en las paredes, y hasta me pareció escuchar unos acordes triunfales improvisados por el maestro Gianni cuando lo dijo. Inolvidable.“
Vivitos en la televisión
El programa se comenzó a emitir en ATC a comienzos de la temporada de 1989, iba todos los días de lunes a viernes. “Entrenamos una disciplina de escribir y componer con lo que salía, casi improvisando, para poder luego tener tiempo para ensayar y grabar. Cada programa era sobre un tema de la vida cotidiana, los panes, los espejos, sombreros, valijas, temas que disparaba escenas y canciones del conjunto de narices rojas.“
“En la televisión no estábamos solos“, rememora Gianni. “Estaba el mago Emmanuel, que siempre hacía un truco y Andrea Tenuta le decía: ¡Qué inteligente que es el mago!‘“. También protagonizaban secciones del programa los perros títeres Rito y Unito, manipulados por Silvina Reinaudi y Roly Serrano, en sus tiempos de titiritero. Según Gianni eran los favoritos del público: “Cantábamos un tema con ellos, yo al piano, sobre el tema del día, tipo ‘me gustan mucho las cajas sin candado, jugar a la pelota y comerme ravioles de ricota’. Y venía Midón, se ponía atrás, grandote como era, y les decía: ‘¿Qué están haciendo acá?’... ‘Perdón, estamos cantando una canción con el maestro’, replicaban. Luego, él los echaba“.
También participaban el gran promotor del cine para chicos que fue Víctor Iturralde, presentando cortos de animación de la escuela canadiense. Y un grupo de cinco chicos, alumnos de la escuela de teatro Río Plateado, que dirigía Midón. Uno de ellos era su hijo, Julián Midón, por aquel entonces de 12 años, hoy músico y difusor de la obra de su padre. “Al principio teníamos una escena individual, cada uno un día a la semana, con mi viejo, que hacía de papá de todos nosotros; y luego otra con todo el grupo. Pero las jornadas de grabación eran muy extensas y agotadoras para nosotros, nos olvidábamos la letra. Así que, al poco tiempo, quedó sólo la escena individual“, recuerda Julián Midón.
Algunas escenas salían de las dificultades que se le presentaban a Midón para armar lo que pretendía. “Hubo textos de canciones que surgían de la relación entre el productor a cargo de ATC y Midón. Hugo pedía algo: ‘Para mañana necesitamos pan flauta, porque vamos a hacer como que tocamos la flauta’. Pero aparecían unos pancitos pequeños nomás. Ante la protesta, el productor siempre contestaba: ‘¿Sabe lo que pasa, Midón?’. Entonces lo trasladó a una canción, la conocida ‘Me pongo los zapatos’, en la que dice: ‘El problema, el mayor de los problemas, es quedarse sentadito, sin buscar la solución’”, recuerda Gianni.
Fueron 90 programas. Durante el transcurso de los mismos se produjo el turbulento fin del gobierno de Raúl Alfonsín y el ascenso al poder de Carlos Menem. “Mientras grabábamos en ATC veíamos en los monitores los saqueos de los comercios“, señala Carlos Gianni. Uno de los temas emitidos en Vivitos y coleando giraba en torno a Aladino, su alfombra y la cueva de los ladrones. Gianni refiere que en algún lado no cayó bien y se produjo un corte abrupto: “No nos renovaron el contrato“.
Coleando al teatro
Así es que se interrumpió una de las experiencias más ambiciosas y creativas registradas en la pantalla chica local para los chicos. Midón y los payasos, imperturbables en el poder de convocatoria de sus narices rojas, continuaron su trayectoria en el teatro, ya sin la compañía del cine, la magia y los títeres que los acompañaba en la televisión.
Seguían bien vivitos y coleando. El estreno en el teatro Metropolitan tuvo su continuidad con Vivitos y Coleando 2 y 3, que hicieron pie en el Complejo La Plaza, sumando cinco temporadas. Comenzó con el trío formado por Tenuta, March y Catarineu, junto a la troupe de payasos que integraban Victoria Vieyra, Marina Svartzman, Daniela Fernández, Robertino Loras y Diego Jaraz. La salida de Andrea Tenuta –que iniciaba en 1992 el exitoso musical de boleros de Arráncame la vida, de Betty Gambartes y Diego Vila, junto con Chico Novarro– implicó el reingreso a la troupe de Midón de Ana María Cores, que ya había integrado un elenco de La vuelta manzana. El vestuario, un elemento particularmente cuidado en las puestas de Midón, estuvo a cargo de Mónica Toschi y la coreografía era de Ricky Pashkus.
¿Cómo formaba Midón esos elencos que tenían un enorme carisma escénico? Tenía una mirada particularmente atenta para identificar a los artistas que podían ser parte de la constelación óptima para sus obras. Roberto Catarineu (Sugar en sus dos ediciones, Madera de Reyes) ya era un actor conocido cuando lo convocó Midón. “Me fueron a ver al teatro con Gianni y me ofrecieron hacer Narices, Midón me dijo que quería que hiciera todo lo que sabía hacer“, rememora Catarineu, quien venía de la música, el mimo y la danza, antes de incursionar en el teatro de texto.
Andrea Tenuta era, en cambio, en 1980, una joven actriz del primer elenco de La Galera Encantada, el grupo dirigido por Héctor Presa, que se presentaba con la obra Callejeando al concurso de espectáculos para chicos de la Feria del Libro. “Midón se presentó también, creo que con La vuelta manzana, ¡y le ganamos!“, recuerda la actriz. “Ahí me vio Hugo. Al tiempo me llamaron para ofrecerme la conducción del programa de Margarito Tereré. No me sentía capacitada y dije que no. Entonces ellos llamaron a Mónica Núñez Cortés, que actuaba en El Imaginario, de Midón. Como aceptó, Hugo me llamó a mí para reemplazarla.“
El descubrimiento de March por Midón fue menos convencional. “Juego al fútbol desde casi antes de nacer. Los miércoles unos actores nos juntábamos a jugar al fútbol en Ríver. Iban Hugo Arana, Ulises Dumont y también Hugo Midón. Ahí me preguntó: ‘¿Vos sos actor? Estoy en un proyecto…‘ Le pregunté por qué me lo proponía: ‘Porque viéndote jugar al fútbol me despertó mi curiosidad tu forma de moverte‘“.
“Midón fue quien descubrió a mi payaso, fue a sacarlo, yo lo tenía, porque soy quien soy gracias a que mi viejo me llevó de chico a ver a Chaplin al cine. Pero Hugo me puso la nariz y me autorizó“, dice March. “Me pongo la nariz, me transformo y me animo a todo, pero también respetando mucho. El payaso midoniano es un ser muy sensible, lo dice la canción: ‘Para ser un buen payaso, mis amigos, no es cuestión de ponerse una nariz, hay que dejar de mirarse el ombligo y aprender de a poquito a vivir’“.
Los tres –March, Tenuta y Catarineu– formaron parte del elenco con que se grabó un especial de El Imaginario para la televisión, en 1981. Allí estaban como protagonistas Berugo Carámbula, que venía de hacerla en el teatro, y Ana María Cores, en lugar de Dalma Milevos, que la había estrenado en el Odeón.
Ese trío de actores secundarios eran la semilla del lanzamiento de la aventura de narices rojas de Midón. En un primer momento, en Narices, concentrados en el dúo Tenuta-Catarineu. March iba a todas las funciones de los domingos con sus tres hijos. “Eran chicos y yo les decía que íbamos a misa. Y yo de verdad lo sentía así, era algo religioso.“
Al armar el proyecto de Vivitos y coleando incorpora Midón nuevamente a March, quien define a su personaje, Camar, como un mediador entre Ante y Rocat, los que encarnaron Andrea Tenuta y Roberto Catarineu.
March habla de “mi don“ cuando se refiere a alguna cualidad que se reconoce a sí mismo, atribuyendo de alguna manera cierta paternidad al autor de Vivitos y coleando: “Para mí, Hugo apela a Camar para generar un trío, un conflicto, que se grafica en la canción ‘Y sé por qué', en la que ambos, Rocat y Camar, están enamorados de Ante. Rocat es ahí el más conservador, no puede entender que puedan dos payasos enamorarse de la misma payasa y Camar es el más abierto, open minded, y está siempre mediando, buscando una tercera mirada más conciliadora. Hugo la pegó porque después, con los años, me di cuenta de que ése es uno de mis dones: juntar gente, más allá de las diferencias y conflictos que pueda haber“.
“Midón sabía armar elencos que se llevaban bien, nos divertíamos mucho“, destaca Catarineu. “Confiaba en nosotros como actores, nos dejaba hacer a partir de que agarrábamos la idea que estaba en las canciones, que eran la síntesis perfecta. Midón y Gianni, que formaban una dupla descomunal, entendieron la dramaturgia del musical“.
Al ciclo de Vivitos y coleando le siguió a modo de epílogo Locos ReCuerdos, en 1995, con un popurrí de las mejores escenas de las tres versiones de la obra, protagonizado por Ana María Cores, Divina Gloria, Favio Posca y Carlos March. Los acompañaban en el escenario del Teatro San Martín Diego Jaraz, Diego Reinhold, Marina Svartzman y Victoria Vieyra. El vestuario, siempre brillante, era nuevamente de Mónica Toschi, en tanto que Doris Petroni se sumaba a Pashkus en la coreografía.
“Fue maravilloso, lo disfrutaban tanto los grandes como los chicos“, recuerda Ana María Cores. “Nunca me voy a olvidar, en el San Martín para entrar a la función subíamos en un ascensor que llega hasta el nivel de la sala Martín Coronado. Cuando subía por ese ascensor, agradecía todos los días por hacer la función. Decía: ‘Gracias, Dios mío, por darme esto’. El espectáculo era fantástico. Haber trabajado con Midón y Gianni ha sido un hito en mi carrera.“
Los orígenes de las narices rojas
Narices fue el inicio de las historias de payasos en la dramaturgia de Midón. Dos payasos, interpretados por Andrea Tenuta y Roberto Catarineu, salían de la buhardilla en que se habían ocultado largo tiempo, “para que se vean las cosas del color de las mariposas, para que se vea la vida una vez y otra vez encendida“, según cantaban. “Los payasos son los que pueden hablar de todo, un payaso es una persona que respira por los demás“, resume Gianni parafraseando la letra de alguna otra canción, “los hombres serios eran los anteriores. Y ahora se desempolvaba los muebles, se les sacaba las fundas y quedaban al aire.“ La obra estrenada en el entonces Teatro Lorange (hoy Apolo) generó una explosión de alegría y emoción singular, en la que se veían involucrados los adultos junto a sus niños.
“Narices fue la primera obra que vi de Hugo Midón –dice el director teatral Manuel González Gil, quien muchos años más tarde, entre 2015 y 2018, volvió a poner en escena Vivitos y coleando 1 y 2–. Esa obra me conmocionó. Lloré, lo abracé a Midón sin conocerlo. A partir de ahí fui su eterno admirador”. González Gil no era un admirador más. Era otro referente del teatro para chicos en la década del 80 y poco después pasó a ser uno de la cartelera principal de la calle Corrientes con la legendaria Los Mosqueteros, originalmente estrenada como un infantil.
La mirada de González Gil sobre la obra de Midón se reafirmó más adelante: “Algo similar me pasó con Vivitos y coleando. Yo estaba haciendo Los Mosqueteros en una sala de La Plaza y Vivitos estaba en otra del mismo complejo teatral. Esos payasos salían por atrás y te decían: ‘Te quiero contar que después de tantos años, volverse a encontrar es muy necesario’. Y nos daban la mano. Todos sabíamos que veníamos de un Proceso feroz y tremendo, y de esta necesidad de volverse a encontrar cara a cara, de mirarnos nuevamente… Después decían: ‘Te veo bien. Estás siempre buscando. Te veo bien, vivito, vivito y coleando’. Todo tenía otro significado, que iba mucho más allá de las palabras, que eso era Hugo Midón. Todo iba, siempre, mucho más allá.“
La letra del tema central de Narices escondía ya el título que se le vino a la cabeza a Midón en el teléfono público de aquella playa uruguaya: “En cada payaso hay mil payasos subidos al mismo escenario (...) porque seguimos los payasos juntos, los mil payasos, vivitos y coleando. No tenemos nada que perder, no tenemos nada que ocultar, no tenemos nada, y sin embargo, tenemos más.“
Andrea Tenuta va un poco más allá aún para rastrear la línea conceptual que llevó a Vivitos y coleando: “Creo que Vivitos y coleando es la conclusión natural de una trilogía que empieza con El Imaginario durante la dictadura, donde Hugo imaginaba cómo podrían ser las cosas, si no estuviera El Guardián de la Plaza prohibiéndolo todo. En Narices, con el advenimiento de la democracia, los payasos que habían permanecido ocultos en un desván, sacaban a relucir sus narices rojas, antes prohibidas por El Guardián, para olfatear, tímidamente, cómo iba a ser la nueva vida. Hasta que, a pesar de las incontables dificultades que tuvimos para reaprender cómo era el asunto de la democracia, llegamos vivitos y coleando a disfrutar de la incipiente libertad de expresión. Hugo seguía un hilo, un hilo de oro con el que iba tejiendo una red amorosa. Tenía unos anteojos con los que veía la profundidad de los ‘objetos maravillosos’, una escoba, un pupitre, un pan, una cucharita. Podía crear un mundo entero con un plumero. Sólo con un pan flauta lanzaba ideas al aire, de esas que te acompañan y te alegran toda la vida.”
Después de la partida de Midón
Tras la temprana muerte de Midón, a los 67 años en 2011, se reedita al año siguiente Locos ReCuerdos, en el Cervantes, con puesta en escena de su asistente de largos años Lala Mendía, con Omar Calicchio, Karina K y Osqui Guzmán en los papeles protagónicos.
En 2015 Manuel González Gil retomó Vivitos y coleando buscando mantener una fidelidad absoluta al espíritu original de la obra. Y también a sus protagonistas: “Cuando me vinieron a buscar Carlitos March y Roberto Catarineu a casa y me dijeron que ellos querían que los dirija en la nueva versión, llamamos a Andrea Tenuta a Madrid, donde vivía, a ver si se animaba a cruzar el charco. Había dicho que sí, pero después se le hizo imposible. Empezamos a buscar quién podía ocupar su lugar y los tres nos inclinamos primero por Laura Conforte (La novicia rebelde, Casi normales). Hacia allí fuimos y la convencimos“. Para Vivitos 2, como Conforte estaba embarazada, retomaron la búsqueda, que no demoró mucho. “Pensamos en Laura Oliva al unísono“, confirma el director.
“Desde la absoluta admiración que siempre tuve por Hugo a partir de Narices, traté de rodearme de su equipo, lo único que quería era ser respetuoso, que ese nuevo Vivitos y coleando fuera lo más fiel a Hugo que yo podía hacer. Quería dejarme de lado a mí mismo, ni aparecer, tan sólo llevar eso adelante con la misma estética con que Hugo la soñó y la escribió. Por eso reuní a todo su equipo creativo: su vestuarista Mónica Toschi, su coreógrafa Doris Petroni, a Jorge Ferrari, que trabajó escenográficamente muchos años con él. Y, obviamente, las músicas de Carlos Gianni“.
Además tomó como asistente de dirección a Marina Svartzman, la actriz que más actuaciones había tenido a lo largo de toda la trayectoria de la obra. “Pasan los años y me sigue sorprendiendo la actualidad que tiene Vivitos y coleando, así son los clásicos“, dice aún hoy Svartzman.
Para esas nuevas versiones de los dos primeros capítulos teatrales de Vivitos y coleando, representadas con gran éxito de público en El Picadero, González Gil sólo introdujo dos variantes: al esquema típico de la dupla Midón-Gianni de escena actuada, seguida de canción que hacía una síntesis con proyecciones significativas, le agregó anticipos musicales durante el sketch previo, para instalar la canción ya antes de que comenzara realmente. “Y aceleré un poco el relato. El ritmo del relato de las cosas ha cambiado año a año, es muy diferente el tiempo que podemos tener ahora de atención, de aguantar un relato. Ahora aparece el botón del WhatsApp para acelerar el mensaje. Pero, al mismo tiempo, me detuve en situaciones hermosas, como una en que los payasos quedan absortos escuchando un fragmento de ópera.“
“Fue un muy feliz retorno“, destaca González Gil. Y pasó algo que por una lógica de los tiempos no ocurría cuando se estrenó: los padres venían a ver la obra que habían visto cuando ellos eran chicos, y se la mostraban a sus hijos. “Los padres se sabían todas las canciones y se las habían trasladado a sus hijos: al final de Vivitos y coleando estaba todo el público candando las canciones. Era sumamente emocionante verlos“.
Y SIGUE LA FIESTA
Las grabaciones del programa de televisión que dio origen a Vivitos y coleando fueron consideradas perdidas hasta hace muy poco tiempo. Cuando Midón iba a pedirlas le decían que se habían sobregrabado, que no existían más. En realidad no era más que desidia de quienes lo atendían, falta absoluta de interés por rescatar ese material.
El productor teatral Roberto Bisogno, actualmente a cargo del departamento de Gestión Cultural de la Dirección de Cultura de la Cámara Diputados que dirige el también productor Ángel Gras, logró rastrear los viejos casetes con las grabaciones, que en verdad estaban aún archivadas en la Televisión Pública. Se inició en la emisora estatal la digitalización de los capítulos que estaban en soportes técnicos más accesibles y se rescató así diez episodios que serán emitidos por las redes de la Cámara de Diputados, de lunes a viernes, durante las vacaciones de invierno, a partir del lunes 19 de julio. Luego permanecerán allí libremente disponibles para quien quiera verlos. Diego Reinhold, actor de varias puestas midonianas, presenta los videos con poéticas referencias a la obra. Y el conjunto de los protagonistas de todo tipo de esta saga participarán de un conversatorio por Zoom que preludiará la emisión de las grabaciones históricas de Vivitos y coleando.
“Midón fue un adelantado, en 1989, en un episodio que se llama ‘Muñecas y muñecos’, y que forma parte del material rescatado. Dice que no hay colores para niños y niñas, que no hay juguetes para niños y niñas, que el juego es uno solo, anticipando el tema del género que está hoy en el tapete“, dice Bisogno, que fue productor de varias obras de Midón como La Familia Fernandes, en La Plaza, en 2000 y de una remake de Vivitos y coleando, en el Auditorio San Isidro, en 2002, que salió de gira por España a una maratón de 60 funciones. El elenco de aquella gira estaba formado por Omar Calicchio, Diego Hodara, Jorge Maselli, Gaia Rosviar y Alejandra Perluski.
Junto a esta reaparición virtual de Vivitos y coleando se estrena en Buenos Aires un, por ahora, último episodio de la saga, que tuvo una primera fase en España: Vivito y coleando, así, en singular, un unipersonal del eterno payaso midoniano Carlos March, que subirá a escena este domingo en la coqueta sala El Alambique, en Villa Urquiza.
“Cuando terminamos en El Picadero a fines de 2018 tuve un tiempo de duelo, del que salí con un sentimiento de salir de la zona de confort, pateando el tablero y desafiándome a mí mismo. Saqué un pasaje a España y en el avión terminé de armar el unipersonal con las escenas que hacía en Vivitos y coleando“, dice Carlos March. Presentó su espectáculo en Barcelona y Madrid en 2019, antes de la pandemia, y ahora, tras la pausa obligada, lo retoma en Buenos Aires, introduciendo algunas variantes como romper la cuarta pared imaginaria del escenario, para dirigirse directamente al público. “Pero respetando siempre el espíritu de la obra de Midón –aclara–. Me siento vivito, más que nunca.“
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