Al principio todos desconfiaban de la obra, pero fue un suceso inmediato; anécdotas, peleas, recuerdos y cifras de la comedia que destronó a Brujas
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Los éxitos teatrales en la Argentina a veces no tienen explicaciones, pero todos tienen un comienzo. El de Toc Toc, la comedia del dramaturgo francés Laurent Baffie sobre un grupo de personas que sufren distintos trastornos obsesivos compulsivos, es, por lo menos, singular. “Yo sabía que la obra se había estrenado con éxito en París, en 2005, y luego repuesto en 2008, y que al año siguiente había debutado la versión española en el Teatro Príncipe Gran Vía de Madrid”, empieza relatando Carlos Rottemberg, productor teatral y dueño de los complejos Multiteatro y Multitabarís, entre varias salas. “A mediados de 2010 me enteré de que la obra llegó también a América Latina, concretamente a Santa Fe, en México. Entonces viajé con mi mujer hasta la capital mexicana y de allí nos fuimos en taxi hasta ese distrito, bastante alejado de la ciudad. La obra se daba en un shopping, el Plaza Zentrika, y como era sábado había dos funciones. Sacamos entradas para la segunda y nos metimos en una pizzería, ubicada justo frente a la sala, a la espera de que apareciera la gente que salía de la primera. Era tal mi curiosidad por saber qué opinaba el público, que llegué a pedirle a mi mujer que cuando aparecieran las espectadoras fuese al baño a escuchar qué decían. No hizo falta tanto. Entró un montón de gente riéndose, que se sentó en cuatro mesas contiguas y fue notorio lo bien que hablaban de la obra que acababan de ver. Esa fue mi primera aproximación al efecto que causaba la comedia. Cuando finalmente entramos a ver la función me pareció increíble el acercamiento de los actores al público, incluyéndome a mí que no los conocía. El valor agregado de la comedia era que la dirección había estado a cargo de nuestra compatriota Lía Jelín; por lo tanto, razoné: si esa obra se hacía en Buenos Aires no podía fallar la puesta. Simplemente había que pedirle que la copiara con actores argentinos”. Otro motivo de peso para confiar en el suceso local de Toc Toc fue la gran cantidad de psicólogos, gente psicoanalizada e interesada en temas afines que habitan la ciudad, como en pocos lugares del mundo, y el hecho de que aquí “siempre triunfan las películas de Woody Allen”.
Pero la historia de la versión nacional de Toc Toc no termina ahí: Rottemberg quería reproducir el fenómeno localmente, pero no ser el productor de la obra. Como se encontraba al frente de varios teatros, entendía que no podía hacerse cargo de las bocas de salas y cumplir paralelamente con las obligaciones que entraña la producción de espectáculos, “con el trato día a día con la compañías y sus artistas”. Pero sabía que el productor mexicano Morris Gilbert le había propuesto a asociarse en el desembarco de la comedia en la Argentina a Sebastián Blutrach y al matrimonio de Bruno Pedemonti y Eloísa Cantón y que todos ellos habían dicho que no. “Porque les parecía una mierda”, intercala Jelín. “Entonces, en cuanto salí del teatro, y desde el taxi, llamé a la una de la mañana a Bruno Pedemonti y le dije: acabo de ver Toc Toc y quiero que la obra debute el primer viernes de enero de 2011 en el Multiteatro, te anticipo que va a meter 3.500 personas por semana y que en el verano del 2012 la vamos a llevar al teatro Neptuno de Mar del Plata. Por favor decile que sí a Morrison, no te vas a arrepentir”, recuerda Rottemberg que le dijo a un semidormido Pedemonti. No se puede dudar de su poder de persistencia ni de su ojo entrenado para el éxito porque el viernes 7 de enero del 2011 Toc Toc se estrenó nomás en el complejo de la avenida Corrientes e inició un camino imparable de temporadas, que ya va por la décima. “Carlos no la produjo, es cierto, pero fue quien se enamoró de la obra desde el día uno y fue el factótum del proyecto, el que unió a todos para que la obra fuese una realidad en la Argentina”, afirma Jelín.
El elenco
No obstante, Lía Jelín se las vio difíciles para armar el elenco original. Probó suerte con actores populares como Luis Brandoni y Coco Sily . Ninguno aceptó. Y si bien Roberto Carnaghi empezó a ensayar sobre el escenario del teatro Liceo (donde originalmente iba a representarse Toc Toc), al poco tiempo desertó porque “no sentía la comedia”. Entonces la estrategia fue buscar intérpretes del teatro independiente o con un perfil más bajo. Así fueron apareciendo los nombres de Mauricio Dayub, Daniel Casablanca, María Fiorentino, Melina Petriella, Gimena Riestra, Diego Gentile y Jorgelina Vera, y finalmente el septeto protagonista quedó conformado. De todos modos, cuenta la leyenda que todos tuvieron sus dudas y que, por eso, los productores se vieron obligados a ofrecerles, para que finalmente aceptaran, un porcentaje de la taquilla (en vez de un mero sueldo). “Cuando leí por primera vez la obra no me reí nada, me pareció una buena idea y nada más. La verdad es que no confiábamos en que fuera a funcionar, ensayábamos y nos mirábamos con cara de horror, pensábamos que después de esto no íbamos a trabajar más. Así que sí, a los productores no les quedó más remedio que darnos un arreglo de puntaje”, se sincera Diego Gentile. “Pero en cuanto hicimos el primer ensayo general con amigos, nuestra impresión cambió. Ahí la obra duró diez minutos más de lo previsto, por las risas que no paraban. Y ahí mismo se armó la magia, fue como epifánico”, agrega.
Y aunque la campaña de avisos callejeros “falló por un traspié y los afiches nunca fueron pegados en la vía pública”, según recuerda Rottemberg, el espectáculo vio colmada la sala desde el primer día. “No sé cómo se produjo el boca en boca si Toc Toc aún no había estrenado, pero que ocurrió, ocurrió, como esas cosas mágicas que uno no termina de entender”.
“Fue como un reguero”, apunta Lía Jelín, “la gente aparecía por que sí y formaban colas interminables”. A su turno, Gentile agrega un dato de color que reafirma el explosivo éxito de la obra desde un comienzo: “Se sabe que Víctor Hugo Morales es un gran espectador de teatro y que le gusta pagar las entradas. No va él en persona a comprarlas porque sabe que los elencos no se lo permitiríamos, entonces suele mandar a su mujer. Bueno, cuando se estrenó Toc Toc la mandó una y otra vez y no consiguió ni una porque siempre estaban agotadas”. A los seis meses la obra ofrecía ocho funciones semanales, de miércoles a domingos, con dobletes los viernes, los sábados y los domingos. Siempre a sala llena. “Hubo gente que intentó coimear a los boleteros y en la calle se revendían entradas, fue una locura lo que pasó al comienzo, nadie quería quedarse afuera del fenómeno”, recuerda Jelín.
El humor es cosa seria
Para Lía Jelín el éxito tuvo mucho que ver con la adaptación de su marido Jorge Schussheim, con su puesta y, fundamentalmente, con lo que descubrió en el texto. “Debo haber estado iluminada en ese momento porque descubrí que la obra tenía adentro a Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y A puertas cerradas, de Jean-Paul Sartre. Era un mundo de angustia terrible y contenía un tema extraordinario. Soy una gran estudiosa de Shakespeare, de Chejov y del grotesco argentino y sentí que Toc Toc tenía un poco de todo eso. Me pareció muy original. Luego, con Jorge hicimos una adaptación de la versión española: la cortamos al máximo, ya que duraba como dos horas y media, y nos acercamos a los tocs sin reírnos de los personajes porque siempre entendí que se trataba de gente enferma, gente que sufría y estaba invadida por el dolor. En fin, nunca traté a Toc Toc como si fuese una comedia”. Y cuando habla de sujetos sufrientes se refiere a Alfredo (Mauricio Dayub), un empleado de una editorial, que padece el síndrome de Tourette (el único toc que no tiene cura porque no es de origen psicológico sino neurológico y que consiste en la repetición de movimientos o sonidos no deseados) y no puede parar de emitir insultos (la variante más estigmatizante de la citada afección denominada Coprolalia); a Camilo (Daniel Casablanca), un taxista obsesionado por las cifras de todo tipo, que se la pasa haciendo cuentas; a María Auxiliadora (María Fiorentino), la mujer religiosa que se persigna constantemente y teme haber dejado abierto el gas y prendidas las luces de su casa; a Liliana (Melina Petriella), la joven aniñada que repite dos veces sus frases y, cuando no, dos veces la última sílaba de las de sus interlocutores; a Blanca (Gimena Riestra), la empleada de un laboratorio que se ve impulsada a sanitizar todo y a luchar sin descanso contra virus y bacterias; y a Otto (Diego Gentile), el diseñador gráfico que tiene fascinación por el orden y la simetría y no puede pisar las rayas del piso. Junto a ellos se encuentra Ana (Jorgelina Vera), la secretaria del Dr. Cooper, el psiquiatra al que todos acuden en busca de ayuda “porque no podemos vivir más así”.
En 2011 Toc Toc no sólo arrasó en las boleterías sino a la hora de los trofeos. A mediados de año se alzó, por ejemplo, con cuatro Premios ACE: el de mejor comedia, el de mejor director de comedia (Lía Jelín), el de mejor actor protagónico (Mauricio Dayub) y el de mejor actor de reparto (Daniel Casablanca). Y como el suceso resultaba imparable, en 2013 los productores decidieron armar un segundo elenco para salir de gira y extender el suceso a todo el país. “Desde entonces no quedó ciudad ni pueblo por recorrer, Toc Toc llegó a todas las provincias, y un sábado se produjo una situación atípica, algo que nunca había ocurrido en la historia del teatro local: que mientras en la Capital se podía ver la obra con un elenco, a sólo media hora, cruzando el puente que comunica con la provincia, también se podía ver, pero con otro, en el Teatro Colonial de Avellaneda. Y las cuatro funciones de esa noche estuvieron abarrotadas de gente”, recuerda Rottemberg. El primer elenco de gira estuvo conformado por Claudio Da Passano, Osqui Guzmán, Patricia Echegoyen, Malena Figó, Mara Bestelli, Juan Grandinetti y Leticia González Lellis. A las sucesivas giras nacionales deben sumarse tres temporadas completas de verano en Mar del Plata (la primera en el Teatro Neptuno, la segunda en el Mar del Plata y la tercera, nuevamente en el Neptuno) y dos en Villa Carlos Paz (la primera en el Teatro Melos y la segunda en el Teatro Del Lago).
Dejar el éxito
Con el correr de los años el elenco original de la avenida Corrientes empezó a sufrir bajas. Las primeras, a los tres años del estreno, fueron las de María Fiorentino y Melina Petriella. Luego, a los seis años y medio, la de Diego Gentile; a los ocho la de Mauricio Dayub (cuando la producción dio de baja momentáneamente la obra) y a los nueve, la de Daniel Casablanca. Mención aparte para Gimena Riestra, quien debutó embarazada y, como era previsible, a los pocos meses debió dejar la obra para dar a luz; regresando tiempo después en otro papel (el de María Auxiliadora) para beneplácito de sus compañeros y de la directora. “Cuando se fue María Fiorentino fue duro porque fue la primera en irse y porque nos habíamos hecho muy amigos”, recuerda Gentile. “Fue todo un duelo...”. Algo así sintió Gimena Riestra cuando el que se marchó fue Gentile. “La noche de su última función –dice– no pudimos parar de llorar, ¡no podíamos hablar de la emoción! Es que Diego es uno de esos actores que, sin estridencias, ocupan mucho espacio, en escena y detrás de ella”. En su momento cada uno fue reemplazado por Eugenia Guerty, Laura Azcurra, Natacha Córdoba, Juan Grandinetti, Claudio Da Passano, Osqui Guzmán, Ernesto Claudio, Miguel Ángel Rodríguez, Malena Figó, entre varios otros intérpretes. Aunque la obra siguió siendo la misma, la rotación de actores impuso otra dinámica y a partir de ahí cada intérprete atesora para sí un grupo de compañeros preferido. “Como yo confío en la mística de lo que sucede mágicamente con lo original, mi corazoncito va a estar siempre con lo conmovedor y sorpresivo que fue el arranque, así que más allá del amor que tengo por los distintos compañeros, mi amor fundacional está con el elenco de los primeros tres años”, sostiene Gentile.
Todos aseguran que fue difícil abandonar la obra. Cada uno vivió un proceso distinto, pero la pérdida de un ingreso fijo e importante no fue un motivo menor a la hora de tomar semejante decisión. Algunos, incluso, hablan del “síndrome de la jaula de oro”: “de golpe te ves encerrado en un lugar de confort que no deja espacio para otros desafíos, y no me refiero sólo a la falta de tiempo sino a algo energético y a eso de ‘uy, con esto no tengo problemas para pagar las expensas’”, comenta Gentile, quien dejó Toc Toc a mediados de 2017 tras 2.204 funciones, después del éxito del film Relatos salvajes y por un ofrecimiento para protagonizar Joel, la nueva película de Carlos Sorín, que se rodaría durante seis semanas en el Sur. “Me ofrecieron volver después del rodaje, pero sentí que ya había cumplido un ciclo con el espectáculo, que yo le había dado mucho a Toc Toc y la obra me lo había devuelto con creces”, redondea. Gimena Riestra, en cambio, asegura que se sumaría otra vez a la obra, pero con una condición. “Debuté como Blanca y luego fui María Auxiliadora, volvería para hacer de Lili, el único papel que me falta interpretar para completar la paleta de personajes femeninos. Así que escucho ofertas, ¿eh?”.
Con la honestidad brutal que la caracteriza, y esa pasión por lo políticamente incorrecto que la acompaña desde sus tiempos de bailarina en el Instituto Di Tella, Lía Jelín asegura: ”Hay gente que al tercer año se fue de la obra porque se gastó, se secó. El trabajo del actor es renovar día a día la verdad de lo que está haciendo y si no lo logra... Cuando veo que algo así sucede hablo con ese actor y pueden pasar varias cosas: entre ellas, que se enojen y se peleen conmigo. Lo que más les señalo, después de un tiempo, es que no miren a la platea, porque algunos pasan a desvivirse por conseguir la complicidad del espectador. Por ejemplo, Daniel Casablanca terminó trabajando para el público, hacía tantas morisquetas que ya era imposible corregirlo. Miguel Ángel Rodriguez, quien lo reemplazó, en cambio, estuvo fantástico. Lo de María Fiorentino fue distinto, ella tiene un gran problema con el poder, entonces empezó a caminar por el escenario como si estuviera paseando un perro; luego, solita se fue”. A la hora de elegir a sus actores favoritos de todas las temporadas, Jelín opta por dos nombres: el de Gimena Riestra (“una intérprete exquisita, que hizo el papel de Blanca como ninguna, mantenía el dolor y la ansiedad del personaje de una manera superlativa, como hacía Chaplin, que había comprendido que sin dolor no había humor”) y Mauricio Dayub (“es un tipo muy serio, toma su profesión con mucho respeto, cuida su cuerpo, no come turrones y chocolates antes de una función y hace precalentamiento antes de salir a escena, un gran profesional al que admiro muchísimo”).
Las anécdotas
En el inventario de anécdotas, producidas a lo largo de tantas funciones, se amontonan varias que rivalizan entre sí. Las hay tanto dramáticas como graciosas. Desde intempestivos cortes de luz hasta problemas de salud en algunos espectadores que obligaban al consabido “¿hay un médico en la sala?”. Toda una rareza fue lo que sucedió, en medio de la temporada marplatense, cuando ingresó un ave a la sala y, enceguecida por los focos, embistió a una de las actrices. O cuando “enloqueció” el sistema de luces “y tuvimos que hacer toda la función como si estuviéramos en un boliche, con las luces apagándose y prendiéndose intermitentemente, ¡y hasta cambiando de color!”, recuerda aún sorprendido Gentile. “El público nos gritaba ‘sigan, sigan’ y, al final, nos ovacionaron estrepitosamente”.
De todos formas, la anécdota que más sigue rememorando Gentile es la que, muy a su pesar, le tocó protagonizar. “Yo estaba haciendo una dieta que incluía mucha papa y un día me agarraron unos retorcijones tremendos en escena; pensando que nadie se iba a enterar, solté unos gases, y fue tremendo, porque todos los compañeros empezaron a oler mi pedo y no pudimos seguir hablando durante tres minutos”.
En las antípodas se encuentra la anécdota que escoge Mauricio Dayub, sin dudas las más emotiva de todas, que a manera de relato titula: “Una noche muy especial”. “Una noche, a escasos minutos de comenzada la función, me pareció escuchar un sonido desde la platea. Estábamos haciendo la primera escena con Daniel Casablanca y, al rato, el sonido se volvió a escuchar más claro. Yo advertí rápidamente que se trataba de un paciente con Síndrome de Tourette, y evidentemente a medida que avanzaba el espectáculo el público también lo advirtió. Cuando la chica hacía sus sonidos yo trataba de sumar los míos al unísono para que no se advirtieran tanto y pudieran ser asimilados por todos. Algo mágico pasó esa noche porque hubo una convención extra teatral. El teatro consiste en que los actores y el público convenimos que unos vamos a contar una historia y otros la van por seguir atentamente, esa noche se agregó una convención más, porque todos entendimos que a la ficción le teníamos que agregar la realidad y la realidad se hacía sentir, era muy potente, sobre todo para mí, porque tenía una espectadora muy sensible a mi trabajo, muy especial. Me produjo una gran emoción trabajar frente a ella. Tomé real conciencia de la diferencia entre la vida y el arte. La solidaridad del público de esa noche me conmovió”, concluye el actor, quien hoy y desde que se alejó en 2018 de Toc Toc tras 2.753 funciones es el hacedor del galardonadísimo unipersonal El equilibrista.
El fenómeno continúa
En mayo de 2017 Toc Toc se convirtió en la comedia más exitosa de la historia del teatro argentino al superar el millón doscientos sesenta y tres mil de espectadores, récord que ostentaba hasta ese momento Brujas. En el proceso pasó de la sala del subsuelo del Multiteatro, a la de la planta baja y luego a la del primer piso. “Por lo tanto podemos decir que Toc Toc hizo una gira dentro del mismo edificio”, señala con picardía Rottemberg, “y ahora la prosigue en otro edificio de la empresa”. Y con esto último se refiere a que hace un par de semanas la obra retomó su décima temporada en la avenida Corrientes (que había comenzado en enero y luego quedó suspendida tras el último DNU), pero en otro complejo teatral de su propiedad, el Multitabarís, y ahora –finalmente– la producción es enteramente suya. “Por dos motivos –explica–, porque hoy cuento con mi hijo Tomás, que con sus 35 trabaja a mi lado con mucha fuerza y porque los productores independientes, que solían ocupar mis salas con sus proyectos, se encuentran bastante retraídos por la pandemia”. Ahora el espectáculo ronda las 2.500 funciones y está cerca de alcanzar el millón quinientos mil de espectadores. El actual elenco está integrado por Ernesto Claudio, Diego Pérez, Malena Figó, Natacha Córdoba, Diego Freigedo, Gabriela Grinblat, Gabriela Licht y Jorgelina Vera; y la temporada no tiene, por el momento, fecha de finalización. “Este éxito descomunal Toc Toc sólo lo tuvo y lo tiene en la Argentina. Ni en Francia ni en España ni en Brasil ni en ninguno de los otros 20 países en los que se representó obtuvo la misma repercusión que acá, y es porque nosotros no la tratamos como una comedia; la obra causa mucha gracia, sí, es cierto, pero definitivamente no es una comedia, es una obra muy seria que hace reír, en eso reside su suceso”, concluye Jelín.
Cabe acotar que Toc Toc tiene su propio libro con su historia. En 2018, Hugo Paredero y Carlos Ulanovsky editaron Siete personajes en busca de un Toc Toc: La historia de la comedia más vista en la Argentina de los últimos 25 años, de Ediciones B.
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