Del pasaje Rivarola al mundo
En 2005, Mariano Pensotti y su equipo estrenaron una experiencia escénica en plena calle que, contra toda lógica, ya se repitió en otras 13 ciudades
Hubo una vez una experiencia escénica que se llamó La m area. La dirigió Mariano Pensotti. Fue una producción del Festival Internacional de Buenos Aires, versión 2005. Durante tres noches, se expandió por el bello pasaje Rivarola del centro porteño. Eran nueve situaciones que duraban diez minutos y que se repetían diez veces por noche (o función). El público iba presenciando cada escena de manera azarosa mientras leía en carteles electrónicos los diálogos o pensamientos de cada personaje.
En el marco de experiencias en las que la ficción irrumpe en la realidad (o al revés), La m area fue un montaje icónico. Claro que más allá de esas virtudes fue sumamente complejo producir esa movida: hubo que cerrar la calle, vaciar negocios enteros para instalar allí una secuencia, convencer a los consorcios de los edificios para usar las fachadas, meses de trámites, permisos, ensayos y -el lunes- volver a instalar el bar, la librería o el negocio como si nada hubiera pasado. Fueron apenas tres noches y nadie pensaba, ni sus creadores, que el mundo Marea podría volver a tomar cuerpo.
Error. Ya tuvo versiones en otras calles de Bélgica, Escocia, Alemania, Letonia, Canadá, Japón, España, Dinamarca e Inglaterra. En Canadá, por ejemplo, hizo tres ciudades: Quebec, Montreal y Vancouver. El fin de semana pasado copó una calle de Perth, Australia. En un repaso rápido, la cosa se podría resumir así: pasó por 14 ciudades, se realizó en nueve idiomas, se hicieron 60 funciones y tuvo un público estimado de 120.000 personas (algo así como dos estadios River).
También se lo podría contar desde el mismo proceso de montaje. Claro que eso lo sabe mucho mejor Pensotti, su creador. "El primer trabajo -cuenta todavía con un dejo de jet lag luego de once horas de avión- es conseguir una calle en la que haya una buena mezcla de negocios con vidrieras en donde instalar las escenas. Después, seleccionamos los 16 actores que participan en la obra. Lo siguiente es hacer una adaptación de los textos en el cual se incluyen menciones a sucesos históricos, políticos y culturales de esa ciudad."
El proceso dura meses. Las funciones, en general, son sólo unas tres o cuatro. "La idea es que el espectador sienta que está mirando a personas reales de esa calle; que se vuelve voyeur de vidas ajenas de un lugar que, posiblemente, ha visto muchísimas veces antes, pero que, ahora, observa desde una perspectiva diferente. Es como si pudiéramos, de pronto, conocer todas las historias y pensamientos de todas las personas que pasan junto a nosotros en la calle cada día", cuenta el creador de El pasado es un animal grotesco .
Con tanto millaje a cuestas, La m area dio (da) para todo. En Montreal, por ejemplo, alguien llamó a una ambulancia porque pensaron que la escena del accidente de moto era real. En Dublin unas personas se colaron en la escena de la fiesta y aparecieron bailando en la ventana del edificio junto al actor. En Yokohama estuvieron a punto de suprimir la escena del beso porque en Japón la gente no hace esas cosas en espacios públicos. En Buenos Aires llegaron a la esquina del pasaje un grupo de punks que se sentó en el cordón de la vereda. Al ratito, se formó un grupo de espectadores frente a ellos esperando que aparecieran los subtítulos dando por hecho que eran personajes.
La marea nació como algo único, irrepetible. Ni Pensotti ni Mariana Tirantte ni Matías Sendón ni Federico Marrale, el equipo que creó todo esto, imaginaron que después de ocho años este maravilloso delirio podía seguir con vida. Sin embargo, aunque se trata de un proceso complejísimo de elevado costo de producción, varios festivales siguen haciendo cálculos para llevar aquello que nació en el pasaje Rivarola y que se sigue expandiendo por el mundo.
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