Del otro lado: parodia sobre personajes no tan antagónicos como aparentan
En la segunda experiencia teatral de Damián Kepel, dos relatos entrecruzados avanzan en la trama hasta converger en un mismo mundo
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Del otro lado. Autoría: Damián Kepel. Elenco: Teresita Rellihan, Matías Hynes, Diego Leske, Tomás Raimondi, Florencia Sacchi y Augusto Álvarez. Escenografía: Ramiro Starosta. Vestuario: Sol Tévez. Luces: David Seiras. Coreografía: Diego Rosental. Dirección: Damián Kepel. Duración: 60 minutos. Sala: Paseo La Plaza (Avenida Corrientes 1660). Funciones: Domingos 19 hs. Nuestra opinión: buena.
Existe un tipo de teatro transnacional, que puede representarse en cualquier ciudad occidental sin requerir ningún tipo de adaptación. Son obras que trabajan con comportamientos sociales clásicos, en una sociedad de consumo.
Hay autores que han manejado este modelo teatral con mucha solvencia. Obras como El Método Grönholm, de Jordi Galcerán, que exhibe la competencia de las relaciones laborales o Gorda, de Neil LaBute, que plantea los prejuicios respecto de los cuerpos hegemónicos en los vínculos, son algunos de los ejemplos de este tipo de teatro que han funcionado muy bien en Buenos Aires. Ahora, hay un espectáculo que busca trabajar este modelo de dramaturgia y actuación, que nació en el circuito independiente. Se trata de la pieza Del otro lado, escrita y dirigida por Damián Kepel, un reconocido profesional del mundo de la publicidad y que con este espectáculo aborda su segunda experiencia en el campo teatral.
El modelo que plantea para esta obra es muy interesante. En una plataforma circular y giratoria, la escena se divide en dos: de un lado, dos amigos empresarios están en un bar y hablan de sus problemas de clase, posibles infidelidades y un incipiente deseo de abandonar el trabajo y dedicarse a disfrutar de la vida. Luego, esa escena gira y aparecen los cocineros de ese mismo lugar, que mientras lavan platos y preparan comidas discuten sobre el dinero que no alcanza y los padres que no se hacen cargo de sus hijos. De este modo, con los dos relatos entrecruzados, la historia irá avanzando hasta unir a todos los personajes.
El tono de actuación está planteado desde la parodia, aunque no funciona para todos los personajes de la misma manera. Los amigos empresarios son los más ridiculizados, mientras que los cocineros tienen un tono más realista. Hay, sí, un momento especial del espectáculo, una conversación telefónica que cruza los dos mundos y es la oportunidad para que una cocinera desarrolle un discurso en torno al placer y al deseo de la mujer, muchísimas veces ignorado por los hombres, que entre el cinismo y la potencia de las palabras alcanza el clímax de la obra.
Este tipo de discursos irónicos, sarcásticos y contundentes por el sentido ideológico de lo que se dice es el fuerte de Kepel, que demuestra conocer su objeto de estudio. Pero la necesidad de buscar el efecto cómico, de remarcar tanto el perfil de sus personajes y de no profundizar en las situaciones que propone la obra generan que el espectáculo esté todo el tiempo enunciando ideas, conceptos, subrayando mensajes, incluso en el mozo que hace girar la plataforma y que con sus gestos al público también opina acerca de lo que ya es más que evidente en el espectáculo.
Se plantea en la sinopsis de la obra: “Del otro lado reflexiona en tono de parodia sobre las diferencias entre las clases sociales, a través de sus personajes y sus historias de vida. Primero disímiles, casi antagónicas. Luego entrelazadas, hasta volverse una única historia; porque en definitiva, y aunque nos cueste darnos cuenta, todos estamos en la misma”. Este intento por homogeneizar discursos, lenguajes, estilos de actuación es lo que no funciona bien en este espectáculo. Y el teatro es el espacio para exponer y profundizar lo complejo de la existencia, sin por eso dejar de entretener.
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