Débil versión porteña de un éxito español
Absolutamente comprometidos. comedia de becky mode, en versión de esther feldman y alejandro maci / Dirección: Miguel Pittier / Actúa: Julián Kartun / Diseño de escenografía: Horacio Gallo / Diseño de iluminación: Lucas Orchesi / Diseño sonoro: Diego Banfi / Duración: 75 minutos / De jueves a sábados, a las 21, en el teatro payró (San Martín 766)
Nuestra Opinión: Buena
Después de tener mucho éxito en el off Broadway y cumplir dos muy buenas temporadas en España, Absolutamente comprometidos, comedia de la dramaturga, actriz, guionista y productora televisiva norteamericana Becky Mode, desembarcó en Buenos Aires -con producción de Imanol Arias y de los autores de esta versión argentina- para probar si goza de la misma fortuna. La obra tiene como figura central al actor Julián Kartun, al que se lo conoce aquí, entre otros trabajos, por algunas intervenciones en miniseries de televisión y por su participación como cantante de la banda El Kuelgue.
Kartun, hijo del conocido dramaturgo argentino, es un actor con un extraordinario don para la imitación. En esta obra solo él, y mediante el cambio de voz, de cadencia oral o de la gestualidad, aborda una cantidad increíble de personajes, que resultan de inmediato familiares a cualquier connacional: paraguayos, cordobeses, españoles, mujeres chetas, etc., etc. Lo hace con enorme soltura y gracia, y con una capacidad asombrosa para la mutación repentina. La trama de la pieza es bastante elemental: un joven actor desocupado (Dani Monfrinotti) se encarga de reemplazar, en un restaurante de alta categoría, al encargado de las reservas y toma los pedidos.
Y, entre las solicitudes de los clientes y los reclamos internos del chef y dueño del restaurante y de los otros empleados, cada uno preocupado por cuidar su quintita, el joven Dani realmente enloquece, moviéndose de un teléfono a otro para resolver las demandas. En eso consiste toda la obra, en ese ir y venir vertiginoso del protagonista de un teléfono a otro, en el breve espacio que le deja un depósito del lugar, y las frescas imitaciones que hace de las voces y acentos de quienes lo llaman. La sencilla trama tiene luego un broche eficaz, pero previsible.
Desconocemos el texto original, pero éste que ofrece la versión argentina, pasada la primera hora, comienza a fastidiar por el exceso de lugares comunes en el humor y las repeticiones, incluidas las del movimiento escénico. A eso se agrega la pérdida de sorpresa que provocaban en un inicio las buenas imitaciones. Queda la muy rescatable sugestión histriónica de Kartun y poca cosa más.
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